lunes, 19 de agosto de 2024

Carmem Andrea Soek Pliessnig (Carmenaturaleza)-Brasil/Agosto 2024


 

NUESTRA VENTANA

 

Mismo durmiendo, me tocas con suavidad.

Luego, me despiertas, florece

un momento exclusivo, inolvidable.

Feliz, me levanto, abro la ventana, veo las estrellas.

Los suspiros son cómplices, observamos la luna.

Disfrutamos del perfecto cielo de piedras preciosas.

Tu bella presencia es siempre irresistible.

Tu dulce, especial compañía es el mejor logro de mi vida.

Fabián Soberón-Argentina/Agosto 2024


 

La poesía de Revagliatti

 

Reseña del libro ‘Ojalá que te pise un tranvía llamado Deseo’

 

La poesía de Rolando Revagliatti está hecha de paradojas, retruécanos, juegos de palabras, insolencias, puesta en escena de contradicciones. Pero este modus operandi no apunta sólo contra las palabras sino también contra el sujeto mismo de la enunciación. Y diré más: el revólver verbal del poeta apunta contra el hombre de carne y hueso. No cualquier hombre: pone en jaque a la humanidad y al sujeto que habla; el poeta pone el cuerpo, dice y se burla de sí mismo. En este sentido, el poema para Revagliatti es una palestra en la que discute y pelea el poeta con él mismo, con “su” yo y con el deseo.

En este libro, el deseo aparece desnudo y disfrazado, dicho y entredicho, puesto en el escenario y jaqueado. Como el deseo es aquello que no se puede decir, el autor usa todos los caminos a sabiendas de que el fracaso kafkiano está delante y detrás de su cometido. Pero insiste, y busca una fuga que le permita unir el sentido con el sonido, el hoy con el ayer, el placer con el dolor de no poder concretar el deseo:

 

Desnudo

me entreví

siguiéndome

la pista

 

disfrazado.

 

Algunos versos se aproximan a la sentencia o al aforismo:

 

Todo lo que tocas de mí

me es ajeno.

 

Pareciera que el pájaro y la pájara que canta hasta morir en la poesía es el Gran coito ilustrado o deslustrado:

 

La juventud

se va

La ancianidad

se queda.

 

*

 

Nuestros cuerpos

nos luchan.

 

El deseo es eterno y los cuerpos son mortales. Al final, pareciera que el único problema es la decrepitud. Ni siquiera el final termina con el deseo, con ese dios inquieto que nos domina. Las flechas del pequeño dios son cortas pero largas, intensas e inasibles. Eros, como dijo Safo, es dulce y amargo, es inmortal y pérfido. Los mortales lanzan todas las flechas que ya ha lanzado eros, y no pueden asirlo ni aniquilarlo.

El anverso y el reverso, el antes y el después, el costado y su sombra: los aspectos que son falsos exergos, dirá el poeta, aparecen desdoblados y presentes en sus pliegues en los poemas breves y en los retruécanos. El humor, acaso la flecha que descomprime el mundo, le ayuda a sortear los escollos en el camino del deseo.

El tranvía en el que viaja el poeta es el mismo que lo pisa y que aplasta al lector: El lector, agradecido, siente que el tren llamado deseo es imparable y es de hierro.


 

 

*‘Ojalá que te pise un tranvía llamado Deseo’, Editorial Leviatán, Buenos Aires, 116 páginas, junio 2024.

 

*

Luis Tulio Siburu-Argentina/Agsoto 2024


  EL CASTILLO DE NAIPES

 

Eran cuarenta y ocho

Siempre unidos en las manos de la anciana

Ella en el sillón, jugando al solitario sobre la mesita ratona

 

Ellos se sentían en una fortaleza inexpugnable

Rodeados de un foso que los aislaba de

Los peligros que acechaban fuera de ese ambiente

 

Pero un día la abuela se murió y se quedaron solos

 

Se juntaron entonces por parecido de valores

Y decidieron probar suerte en otro lado

Fue algo así como el derrumbe de un castillo de naipes

 

La dispersión comenzó desde los de más abajo

Así se fueron a probar suerte en el Chinchón

Los ases y los dos de oro, espada, basto y copa

 

Los tres y cuatro

Aunque diferentes en sus valoraciones futuras

Se amigaron para jugar en adelante al Truco

 

Los siguieron los cinco y los seis

Cartas con complejo de inferioridad pero

Dispuestas a engancharse en el Mus

 

Los siete y los ocho, los primeros orgullosos y los segundos esperanzados

Se miraron y se dieron cuenta de que sumaban quince

Y que podían tener futuro en la Escoba

 

Quedaban los nueve como cosas inanimadas y los diez haciéndose los sotas

Aún había trabajo allá afuera, en algún bar o en bodegón viejo

Y se arrimaron a la mesa para decir que eran necesarios para el Desconfío

 

Por último, los soberbios y arrogantes once y doce

Que siempre miraron a los demás por arriba, desde el caballo o el trono

Tuvieron que conformarse con el Culo Sucio

 

Fin de la historia de las cartas españolas que acompañaban a la señora

Mientras la viejecita desde el cielo,

Se alegró de que sus amigos hubieran encarrilado de vuelta sus vidas