viernes, 16 de abril de 2010

Marcos Polero Vélez-Abril de 2010

EMPATÍA II
(Fidelidad)

Al principio decidí seguirlo un poco por lástima, dándome dotes de ángel guardián,  y por no tener nada más importante que hacer. La vida en el campo es lenta y los ritmos son pausados, sin el vértigo de las ciudades. Se dispone de mucho tiempo libre para que divague la mente por cualquier estrella  de la galaxia y el ocio nos lleva por caminos impensados.
Verlo tan delirante, buscando un mundo inexistente, ideal, de hermosos  valores y poco sentido común; donde  se destacaban el verdadero amor, el honor y la valentía, me produjo una admiración inexplicable, incentivada por las diferencias entre nuestras personalidades.
A su lado me vi tan vulgar, tan apegado a lo concreto y  tangible, tan opuesto a él, etéreo y elevado,  que me sentí atraído y obligado a seguirlo incondicionalmente.
Mi vida no tiene nada de particular. Nací campesino, criado entre los cerdos y los borricos; sabiondo de los ciclos de  cosechas, las preñeces de las bestias; de todos los vericuetos de la tierra, de cómo sonsacarle el mayor provecho al campo. Nunca necesité escribir, menos leer, me bastaban las historias que contaban los viejos de la aldea con toda la fantasía que podían conjugar con los precarios elementos que les daba su entorno.   
Sin embargo, rápidamente me contagió la embriaguez de este hombre, cuyo mundo inmediatamente comencé a envidiar, volviéndome obsesivo por tratar de penetrar sus pasadizos. Quería ser parte de él, compartir sus experiencias, habitar sus continentes, ser personaje de sus historias.
Me enfermé por necesitar trascender, comencé a protagonizar  vehemente las aventuras que nunca me hubiera atrevido antes a soñar, comencé a creer en sus palabras, inclusive ante la inminencia de una realidad que las desmentía.
Nos fuimos transvasando las almas. El fue un poco invadido por mi  consabido pragmatismo, y yo fui transfigurado con sus verdades etéreas y fantásticas.
Lo que en un primer momento juzgué como las patrañas de un loco, hoy lo tomo como verdades absolutas de un sabio.
Sin embargo no puedo negar que en nuestro transvasamiento, los cambios que se operaron en él lo humanizaron, lo hicieron descender del pedestal desde donde me miraba, lo hicieron más normal, más terreno.
En los últimos tiempos  parece haber tomado conciencia de su locura, como si reconociese su enfermedad mental, como si buscase la cura; como si se quisiera despojar del  aura heroica para volver a la realidad de viejo medio chiflado, con necesidad de curarse, de bajar al suelo, de saborear lo tangible, lo concreto; y sospecho que he contribuido fatalmente con ese destino.     
Lamentablemente, ahora yo padezco la enfermedad de la nobleza, del aventurerismo volátil y puro de un mundo ingrávido y sutil, ya no pertenezco a mis viejas aficiones rurales, adolezco la poesía, la flagrante fantasía y la estética de los pensamientos elevados.
He cambiado, creyendo conjurar disparates me he hundido en verdaderos ensueños, tan reales si son producto de una mente afiebrada como si calan los huesos y hieren los sentidos.
Necesito de las aventuras para poder respirar, me siento un caballero, Su promesa de nombrarme gobernador de una ínsula es una verdad inapelable, necesaria,  y no puedo consentir que su palabra sea tomada como un desvarío.
Quiera quien quiera, y se oponga quien se oponga, Mi amo, el que me puso en el mundo, el que  me dio razón de existir siempre será el caballero  perseguidor de quimeras, luchador incansable contra las injusticias y reparador de entuertos, caballero incomprendido de la triste figura, Don Quijote de la Mancha. 

jueves, 15 de abril de 2010

Poema de Marta Julia Ravizzi traducido al catalán por Pere Bessó-Valencia, España/Abril de 2010


Poema de Marta Julia Ravizzi traduït al català per Pere Bessó

AQUESTA TERRA



Des del límit imperceptible del bandeig,

un fil entreteixeix les hores carregades d’amnèsia.

Un teló transparent

mira d'ocultar allò que es mostra, amagar l’absurd,

l’evident.

Hi ha marques,

Dies perduts en un almanac sense sorpreses,

tots estan pintats de negre.

Sense diumenges, sense festeigs.

Empremta que recull la llàgrima   

ganyota que mira d’alçar els muscles perquè no es note.   

El punt específic, 

dolor que crida  

que nomena  

que esclata.

Un fusell apuntant al bell mig, davall del batec.

Punt vermelló que amera la fe en un mateix. Allí comença

el desarmament del camí i com una titella sense fils,

se’ns cauen, una darrera de l’altra,

esperances,

il·lusions

i només resta aquesta sensació de no pertinença,

sabor acre que s’escapa de la palma de la mà i es desfà.

Llavors l’anomenem destí.

En voler agabellar i retindre’l

Hi ha ungles que es claven en les palmes

llavors entenem.  

Aquesta terra ja no ens pertany.


ESTA TIERRA





Desde el límite imperceptible del  destierro,

un  hilo entreteje las horas cargadas de amnesia.

Un telón transparente

 intenta tapar lo que se muestra, esconder lo absurdo , lo evidente.

 Hay marcas,

 días perdidos en un almanaque sin sorpresas,

todos  están pintados de negro.

 Sin domingos, sin festejos.

 Huella que recoge la lágrima   

mueca que intenta encoger los hombros para que no se note.   

El punto específico, 

dolor que grita  

que  nombra  

que estalla.

Un fusil apuntando en el medio, debajo  del latido.

Punto bermellón que inunda la fe en uno mismo.   Allí empieza

el desarme del camino y como un títere sin hilos,

 se nos caen, una a una,

 esperanzas,

ilusiones

y sólo queda esta sensación de no pertenencia,

sabor acre que se escapa de la palma de la mano y se deshace.

Entonces lo llamamos destino.

 Al querer acaparar  y retenerlo

hay uñas que se clavan en las palmas

entonces entendemos.  

Esta tierra ya no nos pertenece.

Delfina Acosta-Paraguay/Abril de 2010

MADAME BOVARY

Después de tomar el mate, se reclinó sobre el respaldo  aterciopelado del sofá, y continuó  enfrascado en la lectura de Madame Bovary.
Se metió (no quería hacerlo, no debía, pero ya era tarde) en la aparición repentina de la mujer  en el almacén del boticario del pueblo.  Y era como si él también se hubiera metido, anhelante, deseoso del veneno,   empujado por la desesperación de la vida que sale zumbante  del carril.
 A medida que el libro lo arrastraba, lo contaminaba, le venía una sensación  de ser llevado por un tren a un destino tan injusto como inevitable.
Podía ver desde la ventanilla los tramos finales, aquellas últimas casas cuyas chimeneas despedían un humo negruzco, las golondrinas del crepúsculo buscando las ramas de los cipreses y de los robles, un hombre  (con  una lámpara en la mano) observando a la máquina viajera  desde el umbral de una puerta.
Sintió náuseas.
Se levantó, tambaleante, con una terrible presión en la cabeza, y descargó un vómito en el patio.
La señora que hacía la limpieza de la casa y preparaba la comida además de dar alguna conversación sobre el clima cuando los bichos de luz rondaban el alumbrado público,   le habló: “¿Se siente bien, señor?”. Y él le dijo que no. Y le pidió un té de manzanilla.
Y el té vino rápido y excesivo. Y también el “Cuídese, señor. Si viera la cara de enfermo que tiene”.
“Esta es la segunda vez”, pensó Julio Castel.
Un ave nocturna chistó.
Se acostó,   y con la cabeza colocada sobre la almohada que olía a lavanda, a frescura,   y el ánimo ya recobrado, se dijo, se mintió, que mañana seguiría leyendo “Madame Bobary”.
El amanecer le llegó de golpe.
El libro, que  estaba con las páginas abiertas sobre el piso, le pareció  un insecto, una araña, algún ciempiés desenmascarado. Llamó a Juliana, que ya tenía preparado otro té de manzanilla y un vaso de agua,  por si las moscas, y le pidió que se lo llevara lejos y lo enterrara.
Ninguna objeción.
Ningún comentario.
El patrón era normal, pero tenía la cabeza al revés.
Nunca más  finales tristes. Nunca más ella, con los ojos  caminados por la sombra de la muerte,  perdiéndose en la distancia, y él observando, sin poder hacer nada,  desaparecer el carruaje con el objeto de su pasión adentro. O él (otro él, otro personaje), enfermo de  celos, decidido a disparar  su revolver contra ella, quien intentaba, con el rostro pálido, explicarle que el hombre solamente había venido a su cuarto, interesado en su catálogo de mariposas (o algo así, o mejor, una excusa más creíble), pensó Julio Castel.
Siguió leyendo libros. Cinco, seis. A Juliana siempre le había parecido rara la gente que leía.
Cortaba la lectura en donde se le antojaba. Y luego se iba a silbar y mirar a los canarios en su jaula; así le venía  la sensación de que daba un poco de  claridad y libertad a las aves.
Margarita Pineda, su vecina, le pasó por sobre  la muralla un libro,  una tarde.
“Te gustará. Lástima el final. Yo no sé qué es eso de que la gente venga a morir al terminar la lectura. Manga de amargados, los escritores. ¿Verdad, Julio?”, dijo.
Al día siguiente, después de volver de la oficina, corrió las cortinas, y se sentó en el lugar de siempre, para leer la novela prestada.
Las palabras, las frases, las sugerencias,  el ambiente mal iluminado del bar donde un joven pecoso (era el personaje central) estaba terminando de beber su cerveza, las risas que llegaban desde las mesas donde los hombres intercambiaban bromas, aún los números de las páginas, apuraban la decisión del joven que se largó del bar, salió a la noche, y, silbando alegremente, se dirigió a la boletería.
La vio y quedó deslumbrado. Ella, delgada, hermosa, con su traje celeste, giraba cual  trompo sobre la pista de hielo. Y al girar era como si fuera una flor rara que se abría lentamente.
Julio Castel suspiró convencido y cerró definitivamente el libro.
 Algunos días  después, Juliana observó embobada, mientras hacía la limpieza de la nueva galería de juguetes de su patrón, aquella bailarina (su tutú era celeste) de una cajita musical. Le daba cuerdas y bailaba, girando sobre sus pies. No. No era tanto la música... Era un no sé qué casi humano, quizás triste en su expresión. Su diminuta expresión de pequeña bailarina.     

Rolando Revagliatti-Buenos Aires, Argentina/Abril de 2010

Novios


Temblequean las sillas, roñosísimos y quemados los mantelitos, las paredes, rugosas y coherentemente húmedas, así como el techo, con ondas. El olor ambiente casi se oye. Sobre el mostrador campean sándwiches de pan francés envueltos en un plástico transparente, aunque no lo bastante, y en otro envoltorio de idéntico material e inconfundible aspecto, se exhiben facturas apelmazadas. En la mesita aquella, fumando, mientras aguarda el comienzo del show, mi novio lee el capítulo onceavo de “Las Alas de la Paloma”. Soy una de las potras en bikini maquillándose en un cuartucho con insignificantes pretensiones de camarín.

Cristina Campanile-Loma Negra, Provincia de Buenos Aires, Argentina/Abril de 2010

UN MUNDO DE MENTIRAS

Un César López Pérez de capa baja estaba en su negocio y en otro día de tantos, tantos días iguales; aburrido e impotente porque entraba un cliente al lugar cada vez que llovía en el barrio más de 200 mm., decidió colocar una caja de mentiras, a modo de ofertas, en la vereda de su negocio... la dejó justo frente a la puerta de entrada.
Por supuesto, porque sinó no estaría escribiendo esta historia, al día siguiente comenzaron a llegar los clientes y en buenas cantidades. Ahora, César estaba feliz por su buena idea y decidió colocar otra caja de mentiras, otra caja sobre la primera y no pasó mucho tiempo para comprobar cómo iba creciendo el número de clientes a medida que colocaba una nueva caja en la pila de mentiras...
Cuando la columna formada con todas las cajas de mentiras sobrepasó la altura del techo del negocio, César cruzó la calle y se paró en la vereda del frente, miró un buen rato a la descomunal columna con cajas de mentiras frente a la puerta de su negocio y otra vez se le prendió la lamparita: qué bien quedaría un globo terráquelo sobre ella, pensó. Pensado, no dicho y hecho... al día siguiente, contrató la grúa más grande de la ciudad (en realidad, era la única existente), y orgulloso, este genial negociante, miró como sus sueños de grandeza se hacían realidad. Ese día, al final de otra jornada de caja registradora repleta de monedas y billetes, cerró la puerta de entrada, acarició suavemente la columna de cajas de mentiras y se fue hacia su casa, a comer y descansar.
A la mañana siguiente regresó al negocio y se encontró con lo siguiente: la columna de cajas de mentiras no había logrado resistir el equilibro toda la noche y el globo terráqueo había caído sobre su negocio, aplastándolo en un 96% (el 4% restante era el tanque de agua y un palomar sin palomas del vecino del lado izquierdo).
Sentado en medio de la calle, entre la desazón y los bocinazos de los autos que le pasaban demasiado cerca, César López Pérez, entendió que es imposible sostener un mundo con mentiras.

Emilio Nagy Gyuris-Olavarría, Provincia de Buenos Aires, Argentina/Abril de 2010

El desayuno

                A Nselmo...


Héctor Allfool había invitado a su nuevo amigo Guillermo a desayunar en el nuevo café de la ciudad, “La Nueva Cafetera”. Luego de reunirse en la nueva terminal de ómnibus  de la ciudad, “Cnts Scgds”, partieron camino hacia el café.
– ¿Qué les puedo ofrecer? – dijo el mesero que acudió a tomar el pedido, ni bien se sentaron en la mesa.
– Querríamos desayunar, si es posible – respondió el señor Allfool.
– Muy bien, como recién inauguramos el local – comenzó a explicar el mozo –, tenemos un combo individual que contiene un café con jugo de naranja exprimido y dos medialunas, una salada y una dulce.
– ¿Todo junto?  –inquirió Héctor, poniendo cara de gorrión.
– Por supuesto, señor – dijo el mesero como si la pregunta fuese algo tonta. De hecho, era una pregunta imbécil.
Esbozando una sonrisa, el señor Allfool miró a su compañero y al percibir la afirmativa mirada de éste, pidió los dos combos.
Siete minutos, treinta y cuatro segundos después, el mozo acudió nuevamente a la mesa y dejó una pequeña bandeja en frente a cada comensal.
Ni bien el mesero se retiró,  Héctor supervisó rápidamente la bandeja con una mirada desaprobadora, observando que el café, el jugo de naranja y las medialunas se encontraban en platos separados.
– Esto es inaudito –comentó a su nuevo amigo mientras comenzaba a verter el café en el vaso de jugo–, te ofrecen un “combo” y te lo dan por la mitad....
Durante todo el desayuno, continuó aplicándole énfasis a la séptima palabra de la oración, y mucha presión a la segunda medialuna que metía en el vaso.

José Mario Castro, Bólivar, y Juan Carlos Vecchi, Olavarría, Provincia de Buenos Aires, Argentina/Abril de 2010

CAMPANAS DE SANGRE

                   Rebelión poblada       
             desmemorias
             sublimes latidos
                          fueron vértices
                          latigazos
                         de palabras

Después          un repliegue veloz
                entre las ruinas del silencio
                           y el cadáver
                          de tu memoria...


    Ronda poética del goteo

Chavi Martínez-Guaminí, Provincia de Buenos Aires, Argentina/Abril de 2010

NOS


Me comprenderás. Me concluyo en regar el prado fuliginoso por donde tanto pasaste y copulaste. Obligada a bostezarte sobre el mentón anaranjado, caliente. A enjuiciarte con tu descaro cuarteado y ahora malherido. Me empotra sobre la superficie y vieras que nazco con un manojo de flechas y un corazón bomba. Haber nacido humano me recuerda siempre a la cuna blanca de mimbre flojo y dolido donde invocando lo que iría a suceder, revolcabas tu desesperación y penosa espalda, y un brazo, más tarde,  levantarías rígida e impotentemente para cerrarlo granate. Repliego cada día y más aún cada movimiento retinal que ostentara la dulzura de saber que alguien sí te quiso y lo hace todavía, pero la oblicua y giratoria conciencia de que se nos anudara la médula en casi casi una eterna postura originaria te desintegra aquel amor.
Alguien vendrá y hará de ese desastre un durazno, o quizá un árbol. Hay cierta falta de confianza y sin embargo sobreentiendes que sacudida toda tu estrechez el reflejo de los ojos se hará antiinflamatorio.
En los intersticios del continente se oye la música de un vals insignificante de siglos que con acérrimo valor te despide de los hombres para hombres aturdidos, míseros y fatigados. Y hay algo más, algo que detenta la dicha con afrentas sin osteoporosis civil y humana, que provoca a la impronta de piedad y se mastica, tu forma de no querer escaparte nunca y sostener hasta perversa aferración inevitable y fluvial.
Y pensar que tuve la hirviente desilusión cuando especialmente yo hube de recalcar tu estorbo, tu manera rota de existir. Que pobre, creí, que pobreza la tuya con friolero verso insípido de ignorado amor, de no molestarse tendido en la lastimería de tu pueblo.  Pobre de vos, quise, que día a día, supe, no añorabas porque ya no deseabas. Y ahora que te abandonamos, tus ganas de borrasca retorcida y fuerte se ve de lejos e impresionas con tu soledad y con todo lo que te persigue.
Tu planeta colorado se va apagando desde el corazón, debemos ver que hoy otros te iluminan.

A vos que preferiste no menguar, estar solo e irte...

Cecilia Pérez-Loma Negra, Provincia de Buenos Aires, Argentina/Abril de 2010


LUCÍA

LUCÍA es Lucía, solamente en su memoria.
Los días, a veces también las noches, la corren de un lado al otro, de un borde al otro, pero cuando son las 19:00 hrs. en el reloj de pared que Lucía ha colgado en su biblioteca, ella se deja estar en ese sillón cercano a la ventana y ya no le importa lo que pase o quién pase del otro lado o adentro de ella.
Hay un mueble con cajones entre el sillón y la ventana de Lucía; de uno de los cajones, a las 19:05 hrs. saca un guante azul, el cual aprieta con una mano y respira hondo, tan hondo que a veces le cuesta recuperar el aliento, pero eso después...  cuando ya ha regresado, cuando ya está afuera de sí misma, porque cuando Lucía respira de ese modo se zambulle hondo, tan hondo que es capaz de abrir la puerta de su laberinto, y después sigue abriendo y cerrando puertas y saltando ventanas y cercas, las que tuvo que hacer no tan cerca del sillón.
Todo lo que abre y cierra Lucía, cuando su vida está adentro de ella, es la Lucía genuina: una mujer que recuerda de dónde vino, pero no le importa hacia dónde irá, no le importa mientras tenga entre sus manos ese guante azul, lo tenga apretado a las 19:05 hrs., sentada en el sillón. A esta Lucía, hecha con un molde que después se olvidó, en la vida de afuera, nadie conoce.
Ahora me pregunto y te pregunto:
- ¿Qué tan lejos estamos del sillón y de las 19:05 hrs.?

Juana Castillo Escobar-España/Abril de 2010


A la Esperanza Macarena

Todos los años,
coincidiendo con la Pascua Florida,
las callejas del Madrid antiguo se animan
al son de trompetas y tambores
que anuncian el paso
de la Esperanza Macarena.

Y
en Madrid, como en Sevilla,
la gente enfervorecida
grita y grita:
¡Macarena, guapa, guapa,
guapa, guapa y guapa!
¡Macarena, guapa, guapa,
guapa, guapa y guapa!

Y,
quien tiene buena voz,
cantando saetas termina
al paso de la Virgen
que tras su Hijo camina.

Y
en Madrid, como en Sevilla,
en la tibia noche de Marzo
quién más, quién menos,
se santigua y reza,
medita,
al cadencioso paso
de la Macarena bendita.

"Madre Dolorosa,
hermosa como no hay otra igual,
va despacio, llorosa,
dejando rodar una lágrima
por su pálida mejilla,
como suspirando,
lacerada, entristecida,
pensando en el horrible fin
que ha su Hijo le han marcado.
Con Él llegará hasta el final,
subiendo al Gólgota va,
consigo lleva la esperanza
de que aquélla muerte no en vano será,
y se verá redimida
por la Resurrección y la Vida."

Y
en Madrid, como en Sevilla,
la Macarena camina
al son de una marcha fúnebre
marcada por trompetas y tambores,
entre vapores de incienso y velas.

Y,
hace mucho tiempo ya,
la Macarena va
por Madrid y por Sevilla
oliendo a primavera
por Pascua Florida.




Miércoles 13-IV-88

Nota.- Este es un poema que escribí hace veintidós años, bueno, se cumplirán dentro de once días esos 22 años, durante otra Semana Santa. Forma parte del "Cuaderno de poesía nº 2 - Año 1988", Registrado en Madrid y hasta ahora totalmente inédito. Este es el primer poema que publico de él.

Mauricio D'Amico-Olavarría, Provincia de Buenos Aires, Argentina/Abril de 2010


FUEGO OTRA VEZ

Cada palabra siempre es una receta que alimenta mucho más que infinitas panzas; el aire comprimido de quienes aún respiran saldrá despedido por improvisación, por puro escarmiento. Así los días de pesares vagabundos y nostálgicos serán otro renacer. A fuerza de ilusiones, esta contemplación de pereceres inventados para este mundo que avanza, dirá cuándo llegaremos otra vez a un nuevo punto de partida. Y aquél día de lluvia subestimada... será la señal...  y ahí todos los que reman tendrán su regocijo.
El agua final los llevará a la desembocadura, no de los ríos con mares sino a un nuevo arco iris de todos  los colores y especies...
Pero ésta vez se los hará ver el sol, ese que y qué... en su lejanía presente y absurda, les dará otro oportunidad.

José Mario Castro-Bolívar, Provincia de Buenos Aires, Argentina/Abril de 2010

RECESIÓN

Una mañana encontró a su perro peinándose frente al espejo del baño. Le pidió que no le usara todo el gel y le dejara un poco de pasta para cepillarse los dientes. Entonces Gascoigne (pronúnciese Gazza), no desayunó y salió rápido a encontrar trabajo. Volvió unas horas después, derrotado y aún desocupado, con una bolsa de trocitos por la mitad, una boleta de Telequino y el viejo rosario de su abuela...

Adriana Ruíz-Buenos Aires, Argentina/Abril de 2010


Lunes


Sé que, a veces,
las líneas tejen mentiras en la palma de los versos.
No es tan fácil ser caricia cuando se agitan los adioses
y sólo el silencio nombra lo innombrable.
Sé que no se entiende este desierto
esta constelación sin patas en medio de la noche.
Aquí nada puede pronunciarse
cada palabra se estrella en cuenta regresiva
hasta sembrar el aire de relojes y mordazas
-una hendidura no basta para atravesar el muro-
y cada palabra es otra cosa.
Y qué decir
-sin decir, casi al sesgo y por los pliegues-
de ese golpe clandestino que traen ciertos nombres
o lugares.
Sí, las líneas mienten
y, por piedad, las palmas callan sus renglones.
La sombra de los muertos viene horizontal hacia mi pubis
¡qué desatino!
Se vive el silencio carne adentro,
piel afuera se enmascaran las heridas
Mienten, sí
su mala intención de hueso
su mudo resplandor de trueno.
Una comparsa de fantasmas espera el día siguiente de los charcos
una huella de coleccionista en el agua inmóvil.
No es tan fácil ser ayer cuando es lunes
y llueve.

Alicia Zulián-Buenos Aires, Argentina/Abril de 2010


VUELO


Qué placer inexplicable  siente  mi corazón
de compartir estos momento.
Qué joven me siento, a pesar de mis años
de poder proyectar,
de abrir mi mente y mi  imaginación,
a lugares nuevos, desconocidos o no, pero libre,
y dejar que el corazón se alimente,
se regocije de tanta belleza de toda la creación.
Sentirme como una pequeña partícula
de la gran masa  que abarca el universo,
como un  eslabón o pieza
de  la gran máquina;
pero  con la libertad de elegir cada cosa que tomo o dejo,
feliz de transitar por el  camino de la vida
siempre acompañada
de la etérea, suave e imperceptible fuerza del amor
y dejar que mi  alma emprenda el hermoso vuelo
de conocimiento.

Héctor Zabala-Buenos Aires, Argentina/Abril de 2010


EL VERDUGO
de Arthur Koestler

Cuenta la historia que había una vez un verdugo llamado Wang Lun, que vivía en el reino del segundo emperador de la dinastía Ming. Era famoso por su habilidad y rapidez al decapitar a sus víctimas, pero toda su vida había tenido una secreta aspiración jamás realizada todavía: cortar tan rápidamente el cuello de una persona que la cabeza quedara sobre el cuello, posada sobre él. Practicó y practicó y finalmente, en su año sesenta y seis, realizó su ambición.
Era un atareado día de ejecuciones y él despachaba cada hombre con graciosa velocidad; las cabezas rodaban en el polvo. Llegó el duodécimo hombre, empezó a subir el patíbulo y Wang Lun, con un golpe de su espada, lo decapitó con tal celeridad que la víctima continuó subiendo. Cuando llegó arriba, se dirigió airadamente al verdugo:
–¿Por qué prolongas mi agonía? –le preguntó–. ¡Habías sido tan misericordiosamente rápido con los otros!
Fue el gran momento de Wang Lun; había coronado el trabajo de toda su vida. En su rostro apareció una serena sonrisa; se volvió hacia su víctima y le dijo:
–Tenga la bondad de inclinar la cabeza, por favor.



PEQUEÑO ENSAYO SOBRE “EL VERDUGO”
por Héctor Zabala

Para cuando Arthur Koestler escribió este cuento (mediados del siglo XX), casos de cabezas cortadas parlantes ya no eran novedad en literatura. Recuerdo, a vuelo de pájaro, que en Las mil y una noches (circa siglo IX) un médico es ejecutado por un déspota desagradecido [1], en parte por causa del delito pero mucho más por saciar su curiosidad perversa de ver el prodigio que el mismo matasanos le había anticipado respecto de las peculiaridades de su propia testa. Pese a este antecedente y otros –que seguramente el lector podrá encontrar por ahí– la cosa está muy bien contada por Koestler.
Comprendo que el tema de la pena capital le crispe los nervios a mucha gente, pero no olvidemos que esto es ficción y, además, de género fantástico, ni siquiera realista. Por otro lado, hasta una época tan cercana como el siglo XIX, la pena de muerte era la forma habitual de castigar delitos graves en todo el mundo y por ende hay que pensarlo en su contexto antiguo, no como personas del siglo XX ni del XXI. Tampoco Koestler está abogando aquí por la decapitación ni haciendo la apología de la pena de muerte sino que apunta a otra cosa. 
Por lo tanto, veamos esa ejecución de una manera menos subjetiva y emocional, que es como la habrían visto tanto los verdugos como los legisladores y jueces de tiempos antiguos:
Objetivo 1) ¿Cuál era el objetivo oficial y práctico de una ejecución con espada? Lograr matar al reo lo antes posible. Y esto debe aceptarse porque de lo contrario se hubiera legislado (o sentenciado, de permitirlo la ley) algún tipo de ejecución distinta.
Objetivo 2) ¿Cuál fue el objetivo personal del verdugo Wang Lun? Hacer un corte tan perfecto que la cabeza del reo quedara en su sitio. Con esto evitaba el bochornoso y desagradable rodamiento por el suelo y, por otra parte, se probaba a sí mismo que era capaz de la mayor perfección.
Citemos de paso que, durante siglos, la China fue famosa por todo lo contrario: sus ejecuciones a muerte lenta. Y esto, dada su erudición, Koestler no podía ignorarlo; de ahí que quizás eligiera ese país con mayor motivo, a modo de doble paradoja.
¿Qué resultó de esto? El verdugo Wang Lun logra al fin el corte perfecto, pero debe resignarse a que el reo no muera enseguida. Y hasta debe condescender a que siga caminando contra todo pronóstico posible y encima aguantarse la indignada recriminación del otro por su falta de humanidad. Porque, ¿qué venganza me queda contra los insultos de un reo a quien ya le corté la cabeza? O, visto desde el otro lado, ¿qué cosa peor puedo temer de un verdugo una vez que ya perdí la cabeza? Dentro del mundo del absurdo, esto no deja de ser también otra ironía.
Koestler nos da a entender que el corte fue tan instantáneo y certero que todas las conexiones nerviosas y circulatorias quedaron partidas pero cohesionadas a nivel molecular por lo perfecto del sablazo. Obviamente, aquí la historia se aleja por completo del género realista.
El resultado final fue que el verdugo logró el Objetivo 2 pero a costa del Objetivo 1, que era el fundamental y por el cual le pagaban un sueldo. Es decir, que la celeridad y perfección del corte no implicó una muerte rápida.
El cuento, más allá de la crueldad argumental, apunta a enseñarnos una lección: con la perfección absoluta, sólo logramos la imperfección. Y esto me recuerda lo que muchas veces se lee en textos administrativos y económicos cuando se insiste que una entidad, país o empresa debe ser eficiente hasta el límite: cuidado, no sea cosa que, en pos de lo excelente, acabemos por no hacer lo bueno.
De ahí entonces que, según entiendo, El verdugo sea una gran ironía contra la búsqueda de la eficiencia absoluta, ironía que utiliza como pretexto una metáfora literaria a manera de planteo absurdo con el fin de provocar un mayor efecto en el lector.

[1] Mil y una noches, Historia del visir del rey Yunán y del médico Ruyán (noches 4ª y 5ª).

Yamila Greco-Buenos Aires, Argentina/Abril de 2010


Respirar puede ser un fracaso


contrae la muerte
su refugio de sombras

reaparece en los signos
del horror contrariado

un devenir fallado
calcado en la memoria

de por sí la noche
finge porque escolta

el símbolo

de un territorio
devastado

sé que no es Dios
quien desemboca

en la médula
de la criatura

que me compadece

la carencia
es la mano

negando la reacción
del espíritu

poblando la Tierra
de formas ásperas

impracticables

como el corazón

Nélida Vschebor-Buenos Aires, Argentina/Abril de 2010


Vuelo
 


trashuman fuego
de encendidos lares
            enredándose
mecidas por el viento


                        fugaces     lejanas
                        se arrullan en el aire
                              y en raudo vuelo
                            horadan el agua


                                                son las que orientan
                                                                  el camino
                                                al extraviado viajante


         con exaltado porte
         marcando espirales
         en un fluido aletear
         danzan viajando


                                                Encuentra mi senda
                                                               Dulce gaviota
                                                                   Y me hago a la mar

Carmen Amaralis Vega Olivencia-Puerto Rico/Abril de 2010


Crónica escrita por Santiago Risso,de Lima, Perú, invitado a La Primera Feria Internacional del Libro en Mayaguez 
AMARALIS: MUJER DE PUERTO RICO

Acabo de llegar de la isla del ensueño, Puerto Rico. De tan solo 9,997 km2, un poco más que la extensión del Titicaca, y sin embargo mis recuerdos y satisfacciones de aquella tierra boricua son extensos, con un Caribe rico en realismo mágico y vida en plenitud, de guineos, carabelas, castillos y mar. Fui invitado por la comuna local y el Recinto de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico a la 1ª Feria Internacional del Libro “Eugenio María de Hostos”, durante la primera semana de marzo, a dar la ponencia “Poesía en el Puerto del Callao. Mar e historia”, conferencia que se llevó a cabo en el auditorio de la biblioteca de dicho centro superior.

Llegué la mañana del 2 de marzo al aeropuerto de San Juan, desde Lima vía Miami, fui recibido con los brazos aspas abiertos de Samuel Laboy, escritor, egiptólogo, quien junto a su esposa Cuca, recorrimos la ciudad, incluyendo el mall Plaza Las Américas y vimos la expo sobre Leonardo Da Vinci, para enrumbar a Mayagüez, al Oeste de la ínsula, a casi tres horas en automóvil. Las pistas un edén, el respeto al peatón en las arterias hacen fluir a un país de satisfacción, pese a que no es nación, recordemos que, desde 1952, es Estado Libre Asociado de EE.UU. Me hospedé en el Howard Johnson, en pleno centro de Mayagüez, a la espalda de la Catedral María Candelaria y la plaza Colón, el hotel es espléndido, es un ex monasterio que combina bien lo moderno y el claustro de antaño. Allí conocí a los otros escritores internacionales invitados, en este caso, se trató de dos venezolanas: María Luisa Lázzaro (de Mérida, Venezuela, poeta y novelista, directora de la Fundación La Escarcha Azul – Fundalea, con casi un centenar de títulos latinoamericanos editados) y Ophir Alviárez, (residente en Houston, Texas, con dos poemarios publicados que van dando la vuelta al orbe), ambas tropicalizaron su país llanero con belleza y amistad. La primera noche en la ciudad del prócer y escritor Eugenio María de Hostos (1839-1903) recibí la invitación de la presidenta del encuentro, la escritora Carmen Amaralis Vega Olivencia y de su esposo, el gran Miguel Márquez, a cenar en un restaurante de comida china cantonesa, similar a nuestros chifas, dicho sea de paso: la comida puertorriqueña es muy parecida a la peruana, si comparamos con países próximos como Ecuador, Argentina o México, por citar tres.

La Feria Internacional del Libro se desarrolló íntegramente en el recinto universitario, en el coliseo y la biblioteca. Hubo alrededor de 40 expositores, entre los cuales: Programa Sea Grant – UPR, editoriales Callejón, Huracán, Preámbulo, Isla Negra, Mariana, Letra 2, Euroamericana, Betances, Serigraf, la Biblioteca Juvenil de Mayagüez, la Editorial del Instituto de Cultura Puertorriqueña, la Liga Hostosiana, etc. Se llevó a cabo entre el 3 y el 7 de marzo del presente con foros, conferencias plenarias, espectáculos musicales, que reunieron a poetas, narradores, profesores, alumnos, público en general. Fueron varias conferencias sobre la obra e itinerario vital de Hostos, tanto en Puerto Rico, como en República Dominicana, Chile, Colombia y el Perú, lugares donde residió el autor y líder independentista, dictadas por los doctores Sonia Ruiz, Héctor Feliciano, Julio Muriente. Asimismo, Luz Nereida Pérez trató sobre “Miguel Hernández en Puerto Rico – Celebración del Centenario del poeta universal”, el Dr. José Antonio López presentó libros sobre la tradición musical puertorriqueña, de igual forma se dieron talleres, mesas redondas, bailes folklóricos, conciertos musicales, y, no podía faltar, lectura de cuentos para los felices niños. 

Después de disfrutar de Mayagüez, sus calles, plazas, la finca de Miguel Márquez – algo parecida a la de Horacio Quiroga en San Ignacio, Misiones, Argentina –, la playa Rincón, bañándome en las aguas tibias del Caribe-Atlántico, la piscina del hotel, y el buen sol, donde cantan los coquís o ranitas, y la compañía de los extraordinarios poetas y seres puertorriqueños Antonio Ramírez Córdova y Nélida González, partí, con Samuel y Cuca, hacia la capital. Visitamos al gran pintor corozaleño Sixto Febus, lúcido y a la vez alucinado a sus casi cien años, y la mañana siguiente, el 8 de marzo, antes de ir al aeropuerto y retornar a mi país, no podía faltar el Viejo San Juan, con sus hermosos castillos de San Felipe del Morro y San Cristóbal, además de las breves calles empedradas, como para no olvidar el breve viaje, añorando un pronto retorno de suspiro.      

Traje de Puerto Rico varias maletas repletas de recuerdos y nostalgias, y entre ellas el reciente libro de Carmen Amaralis Vega: Horizonte de vuelos infinitos, editado en Venezuela por La Escarcha Azul como todos sus libros, se trata de un gran volumen de 292 páginas, de poemas y prosas escritas entre los años 2005 y 2009, producto de las vivencias, viajes, amor, de la autora a su país y el mundo. Amaralis es doctora en Química, Física y Analítica, y desde hace 34 años, catedrática en el Recinto Universitario de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico (RUM), donde ejerce la docencia e investigación, habiendo asesorado más de 45 tesis de maestría. Dirige un laboratorio de investigación científica, es fundadora y presidenta ejecutiva de la Orquesta Sinfónica de Mayagüez. Entre los reconocimientos obtenidos destacan: Medalla de Oro Antoine Lavoisier – Químico Distinguido del Año, Colegio de Químicos de PR (1970), Fellow del Departamento de Estado del Estado Libre Asociado de PR (1972), Fellow del Gobierno del Japón (1982), es miembro de número de la Academia de Artes y Ciencias de PR (desde 1992), del Ateneo del Caribe (desde 1980), Senadora Académica en el Recinto de Mayagüez de la UPR (desde 1990), tiene reconocimientos del Senado de Puerto Rico (2003), de la Cámara de Representantes de PR como Científica Distinguida (1993), de la Universidad Interamericana de PR como Científico Distinguido del Año (1993),  reconocimiento por la Ciudad de Mayagüez como mujer de Horizontes Infinitos en las Letras Puertorriqueñas (1997), y realiza una gran labor humanitaria en cárceles, asilos y orfanatos en PR y República Dominicana. Acaba de ser seleccionada para el premio Coqui de Oro, categoría Literatura – Humanidades, distinción que merece con creces. Ha participado en numerosos encuentros literarios en América y Europa, y tiene 7 libros publicados: Espectros de caricaturas de mi alma (1995), Espejo místico (1996), Comarca de sol y luna (1996), Ojos tatuados (1998), Añoranza en desconcierto/Espectro de ojos místicos (2004), Vida y magia, entornos y sortilegios (2005), y el mencionado Horizontes de vuelos infinitos (2010). De su último libro, con crónicas de viajes, de gustos, sabores, de gran divertimento pero, también con textos de notable fuerza escritural, extraemos la prosa intitulada: “Carta al hijo que nunca llegó”, la misma que está dedicado a Issa Martínez y Cati Coba, y con ello, hasta pronto hermanos de la tierra de Lavoe: “Me quedé esperándote, aún cuando las entrañas se derramaban en vértigo rojo. Te esperé, los brazos me dolían de tanto estirarlos hacia ti y tu infinito. Te amamantaré en mis sueños y los senos se secaron mustios sin el sabor de la sal de tu boca. Desde lejos me llegaba tu llanto, desesperada corría como aturdida por tus gritos distantes. / Sabes que te amo más que a mi propia vida, que sin pensarlo dos veces, te hubiera dejado mi espacio y me hubiera marchado yo. Nunca escucharé tu voz ni tus quejas, nunca sentiré el calor de tu cuerpo, ni podré contestar tus preguntas. Sé que tienes muchas interrogantes. Sé que me reprochas y clavas puñales en mi centro. / Estoy aquí, sin destino, sin voces, sin la esperanza de ver propagar mi gen. Con los brazos vacíos recojo rosas y las lanzo al viento, deseando que desde algún lugar recibas el perfume que te ofrezco”.     

Celina Vautier-Buenos Aires, Argentina/Abril de 2010


Ciudad



Una suave melodía atraviesa
el bullicio caleidoscópico de la ciudad.
Pero la vorágine urbana ensordece el sentir.
Como en un teatro siniestro
los actores pasan y hablan.
Nadie escucha sus grises voces.
En medio del tumulto, todos están solos.
Como en una selva, extraños murmullos,
en la penumbra de las galerías,
emiten sus mensajes de miedo.
Al caer la noche, todos se van
y se refugian en sus cuevas.
En la sombra de los jardines inertes,
rodeados por inhóspitas rejas,
risas fugitivas asustan a los últimos pasantes,
que cabizbajos mascan sus ilusiones frustradas,
bajo un cielo sin estrellas, sordos a la luz de la luna,
que canta dulcemente, pero que nadie escucha.

Stella Maris Taboro-San Jorge, Provincia de Santa Fe, Argentina/Abril de 2010


Mis zapatos
sólo para niños

Tenía yo un par de zapatos
que reían a carcajadas
tan boca grande tenían
que su nariz no veían.
En una caja vivían,
despertaban para salir,
a la calle querían ir
aunque la lluvia mojaba
o una polvareda enojada
los pintaban color suelo.
Le gustaban trepar
a los árboles ,sin mirar
por donde ascendían
y si un porrazo dolía
igualmente se reían.
Tanto viajaron los dos.
que se fueron arruinando.
y muy viejos se sentían.
Después de tanto trotar y trotar.
a una bolsa los tiraron,
lugar oscuro y maltratados,
aunque sus bocas grandes reían,
felices de haber abrigado los pies,
cuando mucho frío hacia
o cuidarlos cada día
para andar con alegría.