jueves, 25 de abril de 2013

Alejandra Zarhi-Santiago de Chile/Abril de 2013

HOMBRE SIN NOCHE

Viva el amor maravilloso
venido de otra galaxia
a exprimir mi corazón,
y estremecer el alma
para sentirse distinta
y no ser yo.
Volar, volar,
eso siento contigo,
divino ensueño
de mi nueva juventud.
Abarquemos todo
nuestro mundo.
Nademos en la savia
de nuestras vidas,
Bañémonos en los fuegos
de una loca pasión.
“Mi hombre sin noche”
así te llamo yo.


Nélida Vschebor-Buenos Aires, Argentina/Abril de 2013

QUIZAS


Te despides incierto
Te encuentras dudoso
Te arropas con el color del cielo
Te sumerges en el olvido


Cuando encuentres sosiego
Aflorarás al viento
Inundarás de rocío
La cuenca de tus ojos
Iluminarás el camino

La lluvia amaina
Dejando su ristra
Sobre tu ropa
 Asoman los rayos
Insinuados     Cadenciosos    tocando
Al empapado entorno

Te despides incierto
Te encuentras dudoso
Tu  lluvia           no me tocó.




Javier Úbeda Ibáñez (Poema)-España/Abril de 2013

Luz

Eres como una candela en la oscuridad,
una fuente en medio del desierto.
La luciérnaga de mis sentidos y
el aliento que germina en mis entrañas.

Tú, amigo mío, me eres tan necesario
como las sales al mar.

Incansable,
tendiéndome un camino,
una salida, una puerta, un bastón,
un sofá, un millón de promesas,
un silencio acogedor y un abrazo
que me resguarda del ruido
de la soledad y del vacío.

Tus palabras son caricias transitivas,
consejos de viento; amistad marinera,
que vuela y vuela, pegadita a mi vera.



Javier Úbeda Ibáñez-España/Abril de 2013

Dile al silencio


De pequeño, mi madre solía decirme: “Intenta no mentir nunca. Es preferible quedarse callado antes que decir una mentira. Mira que la fama de mentiroso en el colegio se coge rápido, y luego cuesta mucho quitarse ese san benito de encima”.
A partir de esa sugerente advertencia de mi madre, comencé a interesarme por el silencio. Ante una situación comprometida optaba por enmudecer, mientras observaba atentamente el semblante de mi interlocutor que, en la mayoría de los casos, en vez de apreciar mi talante silencioso se alteraba ante mi aparente pasividad.
Y así, gracias a la advertencia de mi madre, fue como, poco a poco, fui descubriendo los misterios del silencio. Un sabio consejo me condujo, finalmente, a lo que fue o a lo que sería todo un estilo de vida.
El silencio pronto se convirtió en mi alma gemela. Me gustaba observar a la gente mientras dialogaban; yo iba contando los silencios de cada intervención. Si alguien decía una barbaridad, sin ton ni son, pensaba para mí mismo: “No ha respetado la mejor de las armas, el silencio, y se ha precipitado. No ha pensado bien lo que decía”.
Incluso me aficioné a contar los intervalos de silencio que se producían en  la música, en la noche y hasta en la intermitente lluvia. El silencio estaba en todas partes; sólo hacía falta hacer un alto en el camino para descubrirlo y aprender de sus enseñanzas.
Mi fama de persona precavida y aliada de los silencios se hizo pronto  conocida. De oídas, algunos me empezaron a llamar “el místico”. Me daba igual. Los que me conocían apreciaban esa virtud mía de ser consecuente con lo que decía y de tomarme mi tiempo para decir lo que fuera. Mi refugio en el silencio me ayudaba a repartir buenos consejos, siempre comenzando por mí mismo.
Mi relación con el silencio se afianzaba creando entre nosotros un firme puente de estrechos lazos. Cada vez que me adentraba más en sus particularidades, él me daba a conocer algunos de sus más íntimos  secretos.
Y en ese idilio con el silencio también tuve mis sinsabores, como en toda relación que se precie. Por ejemplo, el no saber expresar a tiempo lo que sentía y guárdamelo en mi interior hasta que me asfixiaba me pasó factura.
Hay bocas cerradas que chillan más que otras abiertas soltando improperios: bocas a veces estranguladas por el silencio.
Es cierto que el silencio es necesario, pero en su justa medida. Nada en exceso es bueno, lo que sea.
Pero estos pequeños inconvenientes no impidieron que siguiera tratando de encontrarle el pulso al silencio, su equilibrio, su justa medida y lo logré: aprendí a expresar lo que sentía, antes de que las palabras no dichas a tiempo se quedaran estancadas en los cajones de sastre que todos guardamos dentro, en el ala dedicada a las emociones. Después de unas cuantas equivocaciones y de cientos de palabras no exteriorizadas cuando tocaba, ya no dejé que el silencio me hiciera jamás costra.
Me costó, pero se puede decir que a día de hoy mi relación con el silencio camina por el sendero del entendimiento mutuo.
Con el paso del tiempo descubrí que después de un día ajetreado lo que más me apetecía era un reencuentro con mi amado silencio; era mi pasadizo secreto para alcanzar la meditación: navegar dentro de mí en busca de la paz necesaria para encontrarle un sentido a todo.
Esos momentos de trascendencia casi siempre me aportaban algo nuevo. Era como mirar con detenimiento la propia película de mi vida, a cámara lenta, con una luz muy especial y teniendo como banda sonora la calma; esa calma que cuando viene de uno mismo y está en uno mismo suena a gloria.
En esos instantes aprendí de mis errores, a pedir perdón, a rectificar, a saber decir “sí” y “no” en los momentos justos, y sin miedo a equivocarme.
A veces, en pleno ajetreo diario y en el punto más álgido de la efervescencia laboral, me sentaba, aunque tan solo fueran cinco minutos, y me quedaba en silencio, mientras buscaba la consigna que me llevaba hasta ese trance de búsqueda interior y de serenidad. Mi mente y mi cuerpo me exigían ese tiempo para ordenar mis ideas, acertar en mis decisiones y ser un poco más sabio en la vida.
Era pararme a reflexionar y salir renovado, con otro aire, como si, de repente, me hubiera dado una ducha rápida de sensatez.
Pasé de meditar de manera ocasional a hacerlo cada día. La mayoría de mis compañeros de trabajo hacían un alto en el camino, a media mañana,  a la hora del almuerzo; yo aprovechaba ese tiempo para meditar.
Avanzar pensando en cada paso que das, analizando cada decisión que tomas te hace ser una persona más justa y libre.
Lo que el silencio puede ofrecerle a cada uno, casi ni se sabe, hasta que no se prueba.
Entendí que no se es más sabio por hablar más sino por hablar cuando el silencio te da la vez. Puede parecer algo simple lo que estoy diciendo, sin embargo, no lo es. Sin silencios una conversación es como una cordillera que no se deja escalar. Y por más que lo intentas no alcanzas nunca la cima.
También comprendí que el silencio me era muy apetecible porque disponía de palabras; palabras que podía utilizar siempre que quisiera. De no haber podido hablar, quizá, hubiera mirado al silencio de otro modo; pero, seguramente, también le habría encontrado su lado más amable. Si tienes que convivir con una circunstancia -la que sea- la mejor opción es aceptarla y seguir adelante.
En una ocasión, un hombre ciego me dijo: “Yo veo con los sentidos lo que no puedo ver con los ojos. Lo huelo, siento y escucho todo por muy imperceptible que sea. He aprendido a interpretar las palabras y los silencios”.
Y, como si de una intuición se tratara, cerré los ojos y me puse a meditar. Apagué en un santiamén la luz de mis ojos para encender la de mi casa  interior. A solas con nosotros mismos parece que vemos más incluso lo que no queremos ver, lo que tenemos calladamente escondido salta a nuestros ojos.
“Yo que crecí dentro de un árbol tendría mucho que decir, pero aprendí tanto silencio que tengo mucho que callar y eso se conoce creciendo sin otro goce que crecer…”, estos versos del poema “Silencio”, de Pablo Neruda, son como un padrenuestro para mí.
Todos hemos estado alguna vez metidos en un árbol; en el árbol de la incomprensión, en el del egoísmo, en el de la impotencia o en el de la desidia… hay tantos árboles; o en el árbol del saber compartir, en el de las buenas intenciones, en el de la amistad y la complicidad. Vuelvo a repetir: hay tantos árboles por doquier y en todos ellos habitan silencios y palabras.
Yo, que también tengo mucho que decir y que callar, me he construido mi propio árbol; y sigo creciendo sin otro goce que crecer…
Y le sigo diciendo al silencio…


María Elena Soria-Chilecito, Provincia de La Rioja, Argentina/Abril de 2013

Corazón Desolado



¿Por qué el camino es largo si el corazón molesta..?
¿Por qué la luz no brilla si el alma yace inquieta?
¿Por qué, hasta las estrellas, que parecían bellas..
dejaron de marcar con claridad las huellas..?



¿Por qué hasta hace un momento parecías perfecta..
y ahora tus defectos y ese error me molestan?
¿Por qué en breves segundos, si la calma se aleja,
lo unido se separa y lo cercano..se deja?

Marta Liliana Soria Martínez-Chilecito, La Rioja, Argentina/Abril de 2013




La montaña
Una espesa niebla envuelve la sierra, el frío pegajoso asciende del fondo del lago. Ese año decidimos hacer el viaje al sur con el objeto de pasar más tiempo en familia. Somos siete, nuestros padres y nosotros. Levantamos la carpa en una planicie alta, lejos del lago y protegida por el cerro gris, cubierto de pequeñas coníferas resinosas.
Éramos los únicos acampantes y al repartirnos las tareas para realizar a mí me tocó  buscar el agua dulce para llenar los tachos que nos abastecerían durante la semana.
Comencé a buscar el río que volcaba sus aguas en el lago, caminé montaña arriba para encontrar la vertiente, cada vez se hacía más duro el ascenso, el aire comenzaba a faltar y al darme vuelta las carpas eran una pequeña mancha gris en el tapiz verde limón. Tuve que parar un momento, dejar los bidones y afirmarme en una gran piedra para tomar aire, puse mi mano en la roca firme…un destello imperceptible y una especie de burbuja fluctúa graciosamente ante mis ojos, se abre una puerta en el mismo aire, entro y al hacerlo mis piernas, mi cuerpo se  tiñe de un azul intenso…
Camino en el micro espacio, soy un ser azul, sin peso suspendido en un espacio azul paralelo en una realidad tridimensional, los bidones quedaron fuera de la burbuja…
Comienzo de nuevo a caminar por un espacio desconocido y llego a una serie  de árboles que reconozco , coníferas gigantes, las ramas tienen una longitud extraña, las hojas de un verde metálico respiran, hacen el movimiento de la respiración humana, sigo y me siguen las hojas, se vuelven cuando paso a su lado, toco sin querer el tronco leñoso y un calor animal eriza mi piel…intento volverme pero un sonido hueco de galope me atrae, detrás de un arbusto un joven unicornio come el musgo de las piedras, inmediatamente levanta su cabeza y desde una flor aérea del árbol se desliza, una criatura delgadísima y azul, su cara surcada por líneas tatuadas o pintadas, no logro distinguirlo, sus ojos negros se pierden en el tatuaje azul que se mueve  al ritmo de su respiración
Me mira y extiende sus manos delgadas y cálidas, completamente azules, las palmas en vertical me obligan a extender las mías, _ quizás es un saludo _ pienso en silencio. Al contacto mi aura se empalma con la de ella y una luz blanquecina parpadea intermitente, generando un vacío de imágenes, en mi conciencia veo el origen del pueblo azul y sin dudas en su mente está mi vida, toda,  en una milésima  de segundo…
De repente se aparta y las auras se repliegan, me lleva mentalmente hacia la montaña, allí donde está la vertiente, toco y bebo el agua purísima y azul, miles de burbujas oxigenadas pasan a mi torrente sanguíneo y descubro sus propiedades sanadoras.
La criatura me habla con sus ojos, me pasa el legado ancestral del pueblo para el cuidado y protección del agua, me acompaña a la puerta transparente, salgo y veo en mi realidad, la vertiente contaminada por sustancias radioactivas, entro a la burbuja y la criatura azul me transfiere un chip con las instrucciones para la descontaminación…
De repente…parece que he despertado de un sueño, vuelvo sobre mis pasos, el aire puro desordena mis cabellos, me miro la piel, soy yo, nuevamente yo. Camino hacia la vertiente y con una fuerza sobrehumana e irreconocible me deshago de la basura nuclear tal cual me fuera indicado por la criatura, camino hacia el dispositivo de compactación, la introduzco  y  un sonido metálico me indica que el proceso ha sido realizado, mientras comienza  a brotar el agua de las piedras azules…
Comienzo a bajar la montaña, ya recuperado mi aliento camino a toda prisa. Trato de llevar los bidones con el agua al campamento lo más rápido posible, mis manos se mojan, me seco con el puño de mi camisa, en mis palmas, allí donde la criatura puso sus manos, está ella, la mancha azul, bien definida, la mancha viviente, respirando acompasadamente, las líneas tatuadas del ser azul.
Regreso a mi presente ya transformado, el tatuaje de las manos comienza a tomar todas las partes de mi cuerpo, ya soy un guardián…
Mi familia no se da cuenta, el tiempo no ha pasado, pero en mi subconsciente sigue hay un deseo de salvar el oro azul.


Estéfano Sessa-Casilda, Provincia de Santa Fé, Argentina/Abril de 2013

El infinito creativo

Acordes de laberintos, tu fijas
omites esa figura onírica
miras en la frontera ya
se esfuma y desvanece tu calma.

Hay algo que salir
que necesita encontrarse
envuelta en aspectos singulares
dibujas el contorno del sol.

Roxana Rosado-México D.F./Abril de 2013

Arte de Helena Wierzbicki



TENGO GANAS



Tengo ganas de escaparme escondida en tu cintura
de volar muy alto en el cielo y perderme en un abismo
de probar tus labios y su sabor a naranja
de nadar en un océano de inciertos
y llegar hasta la orilla de tu valle.

Tengo ganas de correr descalza sobre tu piel
y probar su textura con mis dedos
sentir con mi boca tu sudor
beberme hasta la última gota de tus pensamientos
y quedarme dormida en tu presente.

También quiero abrazarte tiernamente
y contemplarme en el fondo de tus ojos color de noche
acariciar suavemente tu rostro que parece esculpido en arenisca
para susurrar suavemente en tu oído
las palabras mágicas –te amo-.

Cierro mis ojos y un escalofrío recorre mi sangre
tan solo de pensar en ti por un instante
te quiero ahora, en este momento, en este fervor ardiente,
entonces cierro nuevamente mis ojos y me concentro
anhelando tanto abrirlos y verte conmigo.

Tengo ganas hoy, mañana y siempre
de estar a tu lado perpetuamente,
por ahora me conformo con cerrar mis ojos y mirar dentro de mi mente
ya tendremos tiempo de disfrutarnos
vehementemente.

Ana Romano-Buenos Aires, Argentina/Abril de 2013

Puñetazo

La marca
desmembró la tersura blanquecina
Ahondó
el tajo
El rosado
de rojo se empapó
Frente a la oreja
la curvatura
El hilo envidioso
bordó la costura
Soñó con su cara
Sin ataduras
el recuerdo
Es con el destino
que jugó.

Teófilo Rojas López/Abril de 2013

EMPEÑO

Llevaba visión  adentro; en la mente un  pensamiento,
Varias veces  procuro y fallaba en el intento.
Nunca detuvo el deseo de conseguir lo propuesto,
El cansancio hizo mella; llorando durmió su sueño,
Visión llego en el reposo… mostro sendero completo.

… Baja  por una pendiente, acosa la tembladera,
Va con una carga a cuestas, bastante  la carga pesa.
Tiene  las manos dormidas, dolores en la entrepierna,
Frente suyo  la comida, paladar no gusta dieta.

Surge llanto a los ojos, cual flama lagrima quema,
Adentro allá en el cerebro, mitocondria se vulnera.
No coordina bien hacer; con fuego apagar hoguera,
Pensamientos sin razón,  atormentan la mollera.

Siente morir cada  instante, anda siempre de pelea,
Patada y puños al aire, la lucha en la mente es terca.
Brota  sollozo a doquier, el miedo ataca  cabeza.

Luego de un tiempo de crisis, busca  desquite en taberna,
Desenfreno, maldición, amistades peligrosas… situación se pone tensa.
Adentro de la familia, enmudeció la palabra,
Vuelta daban a la espalda, cuando llegaba a la casa.
Tartamudeaba  la voz, levemente balbuceaba,
A causa del desenfreno, hedor  podrido exhalaba.                                     
Andando en estupidez, durmió con la mugre y  plaga,
Botellas, copas y latas, música daban al alma.
Oscuridad del cerebro, no pensaba cosa clara,
Mente salida  de si, a solas, bobada hablaba.
Reía de todo y de  nada; lamentos y carcajada,
Adefesio se decía; al instante murmuraba.

Bonita senda pensaba, riqueza,  amistad, familia…
Creía  que podía alcanzar,  con solo decir  palabra,
Cuando creció en edad, la vida mostro otra  cara.
Escases, soledad, desprecio y llaga; el sueño se hizo carga.

(Cada “Ser” tiene su historia; realidad dulce y amarga.)
Nace y crece el “Ser pensante”, con el tiempo adquiere maña;
Piensa triunfar siempre, siempre; desea obtener ganancia.
En el afán de lograrlo, pierde el rumbo de la  andanza;
En vez de seguir derecho, voltea mirada  a otra estancia,
Dando libertad al hecho, abre puerta a la vagancia.

… Aplauso no recibió,  cuando anduvo entre la plaga,
Abrazo menos aun, invisible transitaba.
En la ruta del destino, la carretera está lista para poder transitarla,
Puede transitar cualquiera. (Por ella, la Gente viaja) “cada quien según le plazca”.

…Cayó de golpe  al abismo con la carga que llevaba,
Estando en el fondo oscuro, después de tanta bobada.
Entendió que es necesario bajar carga de la espalda,
Descansar el  tiempo justo para sanar toda llaga…
Respiro, pensó, planeo; concibo posible ruta,
Dejo de lado pelea; con sus  brazos se abrazó, mucho tiempo lo anhelaba.
Aprecio  su cuerpo entero; lloro lágrima, tras lágrima,
Se consintió con afecto, brindo respeto a su alma.

…Adentro querer buscaba, salir de la horrible fosa,
Se dispuso  revivir y alcanzar lo que deseaba.
Estando en ese quehacer, una puerta allí encontraba,
La mente se ilumino, un rayo pleno de luz; por millones alumbraba.
Palabras su boca dijo con emoción agrandada.
“El abismo de la mente, es la carga más pesada,
Hace agachar la cabeza, pesa terrible en la espalda;
Destruye nervios y huesos, la conciencia arrebata”.

(Carga dejo en el olvido… ignoro vida pasada,
Encontró salida digna, a su mente perturbada.)

… Se puede un sueño lograr, teniendo la meta  clara,
 Importante alimentar cuerpo,  pensamiento y alma.
Aun después de caer y vivir en la bobada,
Triunfa  quien pone empeño y no se detiene por nada.

Julián Rodriguez Quiróz-Colombia/Abril de 2013

La cuerda



Te observo de lejos y me invitas a saltar
del otro lado del puente
donde me ofreces tu cuerpo,

Tu piel morena que me agobia a ratos
y aunque lo intento, no salto, aunque lo deseo, no salto

Mis piernas se hunden en el pavimento helado,
y tu estás lista a saltar de mi lado,
pero me niego, quedo inmóvil

De repente veo como saltas
y caes al agua y nadas hacia mi lado
pero en la orilla no puedes subir,
te falta una cuerda
y aunque la tengo no te la lanzo, tiemblo…

Entonces te regresas de tu lado, empadada
y tiemblas de frío, pero no me maldices,
me seguís amando

Te miro de lejos
mientras volteas tu espalda de tu lado,
donde todo es magia y algarabia,

Y yo sigo aqui en mi lado,
limpio, ordenado, calculado

Te despides moviendo un dedo
y te veo llorar,
mis lagrimas mojan mis zapatos


Darío Rivas-Mar del Plata, Provincia de Buenos Aires, Argentina/Abril de 2013

Al fin despierto

–en la fuga del vacío–
y nada
ya nada perdura salvo la canción que fluye como agua a través del pavimento. Es el silencio mismo.  La ciudad es un pájaro oscuro en caída libre. En pleno vuelo a su canto que se disipa, es un grito que deja de existir cuando alguien lo percibe, y en ausencias, la sorda tranquilidad estira las piernas y recoge la poca noche que queda
el ruido se extraña –era tal vez lo mejor de nosotros– agolparse unos con otros, el baile en cuerpos ajenos, un disfraz de algo que nos supera. Se mueve ahora en los hombros de un gigante –el olvido–, el olvido se venció a sí mismo cuando posó sus ojos en nosotros
la ciudad es otro lugar, ya nadie oye la canción y la canción deja de ser, es como un río que agota sus caudales y muere antes de llagar a la costa. A último momento –quizás sólo éramos eso en realidad, un momento–  logré desentrañar en el recuerdo algo de lo que alguna vez fuimos
en el camino de regreso a la ciudad vacía, encontré un papel escrito con mi letra que decía: “constrúyeme un final”

yo no pude hacerlo

–¿y tú? –                                                           

Ascensión Reyes (Cuento)-Chile/Abril de 2013

LA CALLE LARGA

            El hombre pedaleaba la bicicleta al ritmo de sus años, que a simple vista eran bastantes. Era domingo y todo el pueblo compartía en sus casas. En Calle Larga, la principal avenida, ni perros ni gatos rompían la quietud de la siesta, sólo se advertía el ciclista que iba de visita a casa de uno de sus hijos. Apareció de pronto un vehículo. El hombre no pudo sustraerse de observarlo con atención y detener la marcha. Era un Mercedes plateado, último modelo, en el interior iban un hombre mayor y a su lado una dama elegante.
            -Voy al fundo en Lo Quiroga, por favor dígame ¿Estoy en la dirección correcta?-
            El timbre de voz le pareció conocido. Fijo su vista -¡Dios! Si es Edgard Spencer, aquel chico, bueno para nada, que llegó a la empresa a despachar correspondencia igual que yo. Y la dama debe ser la hija del patrón. Y pensar que esa misma damita se me ofreció en bandeja en su baile de 18 años, pero estaba enamorado de Emilia, que luego fue mi mujer. Edgard y yo íbamos a reforzar el servicio de mozos.
            -Si señor, siga este camino, el fundo está a cinco kilómetros.-
            -Muchas gracias.-
            En su fuero interno el hombre de la bicicleta se sintió contento de ese agradecimiento esperado por muchos años.