LA SÉPTIMA
CARA DEL DADO
Brillar de los ojos, que
buscan en vano,
la pródiga mano de la salvación.
la pródiga mano de la salvación.
Rodolfo Sciamarella - Tango “Vidas marcadas”
La marquesina luminosa que da entrada a un saloncito
muy afrancesado dice pase inglés pero la gente que se arremolina entre las
mesas tiene el color cobrizo del criollo.
Alguien me arroja sobre el tapete verde y ocho pares
de ojos amarrados a la mesa siguen mi recorrido, sin contar la veintena de mirones
parados que observan detrás pero no arriesgan. Por las mentes de los jugadores,
en pocos segundos, pasa una estela infernal entre todo lo posible de ganar y
todo lo posible de perder. Extraña sensación que el ser humano busca – a veces
desesperadamente - como una forma de
manejar su destino, de cambiar caminos rutinarios, de aspirar a fantasías
ancestrales, de cumplir sueños que otros no alcanzaron, de superar realidades
no aceptadas.
De pronto el croupier dice no va más y ellos saben que
ya no pueden alterar lo que va a ocurrir, están jugados hasta la médula,
entregados a observar con ansiedad las seis caras de mi cuerpo que gira
vertiginosamente y parece no detenerse nunca, en ese ritmo enloquecedor del
sube y baja, similar al de los amores, la salud, el trabajo, la creatividad, el
goce, la esperanza y la frustración….en fin…la vida.
Me detengo. El hombre vestido de negro canta el
resultado definitivo. El pañuelo vestido de blanco enjuga sudor de manos y
alguna lágrima del rostro. Ahora soy
apenas un número de los seis que me componen. Sin embargo para ellos soy mucho
más. Soy un rostro de alegría o de tristeza. Si en este momento se miraran al
espejo, estarían encontrando mi séptima cara. La virtual, pero paradójicamente
la de la verdad.