BENDITA TU ERES
Desde la cama estoy mirando el techo de la pieza. Por un agujero de la chapa se filtra un haz de luz que ilumina unos hilos de agua que chorrean. Juego una carrera, va ganando el mío. Con el rabo del ojo veo el final. Gané.
La radio habla del partido de fútbol con Australia, mientras recuerdo las cuarenta noches de diluvio, y soy Noé, y los bichos, y formo parte de su historia. O aquella aventura del 60 diferencial, avanzando alegremente en una calle del Tigre, totalmente inundada. Nosotros fumando y comentando en su interior. Afuera la gente tratando de salvar las pocas cosas queridas, sobre botes y con 50cmts de agua en sus casas.
Anoche, vi unos gusanos entre la lana del colchón, el que me dio Caritas hace poco. Después, me dormí ¡qué sé yo! Hoy no había nada. Sigo mirando el techo de la pieza. Acompaño con los dedos apretados en la radio, el tintineo del ruido que la lluvia hace en las chapas. Acaricio los rulos de lana del colchón. Entorno los párpados y el agua me va acunando acompasadamente.
Estoy cansado. Permanentemente cansado. No hago más que dormir desde semanas.
Veo, los gusanos merodear en la tierra. Arrastrarse carnosos, de ojos saltones, hurgar en la mierda, entre otros miles, cobijarse sinuosamente bajo las viejas tumbas, y del caballo de madera salir los guerreros y trepar y trepar los gigantescos muros, y caer, y volver a trepar. Son millones. Los veo deslizarse solapadamente en los restos de comida. Voraces tras los deshechos, en la podredumbre, y sobrevivir y procrearse.
Estoy transpirando. Todo mi cuerpo y mis manos mojadas. Acaricio el colchón. Mis dedos entre el cotín enroscan la lana tersa, húmeda. Miro las paredes de chapas rugosas, onduladas. Bordean la pieza. Están quejumbrosas, acaloradas, fenecientes. Se aprietan en el interior y se ciernen a mi alrededor.
En la radio escucho una música. Una música ululante. De trompas. La puerta cruje, y se achica. Se abre. Se cierra. Estoy temblando. Un olor nauseabundo me va rodeando y se esparce por la pieza. La música me está envolviendo. Quiero estirar una pierna. No puedo, me encuentro rígido. Percibo el ruido del agua, que se aproxima otra vez, y el techo cerrarse sobre mi, y a los gusanos venir al redoble, acompasados. Ya están encima de mis pies. Siento el cosquilleo y el terror. Escucho a mis latidos estrecharse, encogerse. No me muevo. Están en mi cabeza. Caminan por mis brazos, entre mis dedos. Recuerdo al caballo, a los muros. Están dentro de mi nariz. Sobre mi boca, me sofocan. Sigo quieto. Me van asfixiando. No respiro. Todo mi corazón se arruga. Ya está conmigo también el agua. Bendita sea, ya llegó y entró, y va subiendo rápido, y veo el techo pegarse a mi cara, y el agua cubrirme, inexorable, casi en armonía.
Ella acabará con los gusanos.
3 comentarios:
Jacinto: un relato que acelera el corazón y nos transporta al momento. Intriga, realidad, imaginación. Un abrazo, Laura Beatriz Chiesa.
Hola Jacinto!!!Que cuento bien llevado!!!! Es tan bueno, como tan fuerte, me encantó.
Felicitaciones y bienvenido a Literarte
Un beso Josefina
Guauuu que cuento!!!
Buenísimo estimado escritor
un placer leerlo
Reciba mis felicitaciones
Juan
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