sábado, 24 de octubre de 2009

Nélida Vschebor-Buenos Aires, Argentina/Octubre de 2009


ABSTRACCIÓN



El camino era umbroso, la tarde desvanecía. Los últimos toques del sol radiaban serpenteando a mi paso. Alcé la vista y ante mí apareció esa casita que tanto llamaba mi atención.

Mirándola quedé expectante. La casa parecía tomar vida. Los postigos cerrados a medias, eran dos ojos vigilantes que seguían mis movimientos. Las tejas rojas del techo descendían como flequillos sobre la frente. La puerta era una boca abierta que me invitaba a pasar.

Un silencio total rondaba en su interior. Me sentí impregnada de la modorra que invadía el espacio. Pesadamente llegué hasta el dormitorio. Las camas eran una invitación al descanso. La inercia del lugar me estaba contagiando. Volví a mirar en redor.

Y allí, a un lado, se hallaba un gran armario con sus puertas abiertas de par en par, simulando un gigantesco bostezo en una siesta reparadora.

Sobre el piso, yacía una mullida y acogedora alfombra rosa.

Donde me acomodé lo mejor que pude, ronroneando feliz.


2 comentarios:

  1. Nélida: muy buena interpretación de alguien que, siempre, está lejos de nuestros pensamientos, pero no de sus necesidades.Un abrazo, Laura Beatriz Chiesa.

    ResponderEliminar
  2. AAAAAAAhhh, que bueno Nelly, y sobretodo el final felinesco !!!.

    MUY LINDO CUENTO bESITOSSS jÓSE

    ResponderEliminar