MIL CUATRO VEINTE
No te vayas, todavía,
No te vayas, por favor,
Que hasta la guitarra mía
Llora cuando dice adiós.
De “Sevillanas de oro”.
Caminaba pisando fuerte, golpeando, aplastando las botas contra las baldosas cuadriculadas de las distintas veredas. Sacudiendo la bronca desde adentro hacia fuera. No tenías ganas de estar presente justo en este momento: cuando te volvían la espalda y te quedabas sola o casi sola. Además no aceptaba que te estuvieran matando, o mejor dicho, que te estuviéramos dejando morir en manos de marquetineros y elitistas. ¡Y más de la mitad de un pueblo habían sido cómplices! Sin saberlo. O sabiéndolo, a través de los cerebros que discriman y forman los nuevos dirigentes que responden al poder del verde papel, porque es verde que te quiero verde, así de cromático pero sin la profundidad de Lorca.
Era igual. Pero, ahí estabas VOS. Que te habías multiplicado a través de los barrios y los pueblos, de las calles adoquinadas, cementadas y las de barro y que no existías sólo en las capitales o en Apóstoles o en Rawson, sino en todos los lugares del país. Que te habías expandido mágicamente como la teoría del Big Bang. Que estabas cargada de años y experiencias como los cuentos maravillosos. ¿Te acordás, cómo eras? En una época, al principio, te visitaban de lunes a sábados. Después de muchos años, de lunes a viernes como hasta ahora, y durante esos tiempos te organizábamos fiestas que quedaron estampadas en tus paredes. Esos días lucías reluciente. Hasta parecías inmensa mientras te íbamos llenando tu silencio de día solitario; luminosa…Sonreías y estábamos contentos. Y era un orgullo estar con VOS. ¡Y ni contarte cuando te festejábamos los fines de año! Después, te quedabas callada. Llegaban las vacaciones pero no estabas ausente. Y abrías tus brazos en febrero, marzo, y millones de argentinos reímos y lloramos y crecimos en tu esencia. Vimos cómo se alargaban nuestros huesos y crecían nuestros pechos o el acné se instalaba en nuestras caras. Por tu cuerpo, elegimos SER.
La nostalgia, señal nuestra como el tango o la zamba, nos brotaba en el momento en que nos alejábamos, sin abandonarte. Volvíamos trayéndote de la mano a nuestros hijos o llegando hasta tus puertas y mirando hacia adentro, hacia ese adentro donde habían quedado jugueteando o haciendo piruetas nuestros recuerdos. O poblando tus espacios con la convicción de acercar la tiza. La palabra. El libro. La alegría de descubrir que en tu interior, allí, muy dentro, habíamos empezado a PENSAR.
No sé cómo llego todavía hasta una de tus puertas. De las tantas que tenés, porque me siento triste. Portón verde, negro, marrón, de chapa o rejas que quieren derruirte. Y puedo –a pesar de todo- empujarlo y juntar mi aliento con el de los otros que te siguen amando, como yo.
Siento entonces, como una bocanada de aire caliente, que me llena de fuerzas.
Porque estás viva, ESCUELA PÚBLICA.
Antología, “Los giros del tiempo”, Creadores Argentinos, Bs. As. 2005.
Que hermoso
ResponderEliminarme hace acordar a la carta que me hizo mi mejor amigo cuando me vine a vivir a al apartamento en Buenos Aires
Que lindos recuerdos que me trae :)