domingo, 16 de mayo de 2010

Roberto Ferrer Hernández-Andalucía, España/Mayo de 2010


En el segundo piso

Suena acercándose el crepitar de unas alas;
a veces la muerte suena igual.


Hoy ha muerto mi vecino de abajo por una peritonitis, era un hombre triste, solitario, con dos hijos y mujer. Su esposa, persona de carácter, era quien llevaba las riendas de la familia. Este vecino, cuyo nombre desconozco, asumía parcamente su papel secundario en el juego de la vida, por lo que pasaba las horas escondido en un bar, bebiendo, entre otros hombres miserables. Muchas veces lo veía en el portal o por la calle con la mirada gacha, compadeciéndose de sí mismo. Hoy ha pasado la muerte por mi lado como una mariposa blanca y me ha salpicado con su tristeza. A mi recuerdo vienen todas aquellas personas que conocí y ya no están; Eloy el portero de la facultad, macarra y homosexual, abierto al mundo, Ramón, gigoló, bailarín, una persona pura, mi padre, mis abuelas y tantos otros... Es terrible pensar que para esta persona hace una semana todo trascurría como siempre y hoy ya no está aquí. Es hermoso intuir que aquel con el que apenas me cruzaba un saludo, puede que haya conocido el misterio de la vida y de la muerte, las dos caras de una misma moneda. Sin embargo hoy he visto algo que no veía desde hace años en este edificio estéril y burgués, chavales sentados en la escalera del segundo piso, charlando, intentando estar de buen ánimo, seguramente acompañando a los hijos del fallecido.

Quizás en este día tan absurdo, brinden por él en el bar.

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