NO SOL
Esa vejez de sillón, vejez de cerrar puertas y ventanas aconteció inesperadamente cuando el sol comenzó a enroscarse en su cabeza y le aturdía la voluntad y el entendimiento.
Una danza de vampiros descontrolados la atravesaba por los ojos cuando la claridad del día la rozaba.
El otro síntoma era el de la sangre licuándose con los huesos y un abandono total en las míseras manos de la oscuridad, para calmar la feroz batalla de su transformación.
En la casa se cerró cualquier orificio que dejará pasar un inadvertido rayo de sol.
Por las noches se reanimaba pero no podía estar al aire libre, porque las cadencias del sol sobreviven en el aire, en el polen, en los reflejos de la luna y en la verde densidad de la vegetación.
Imposible se torno el blanco de su piel, de por sí blanca, y la mirada oscura de sus ojos de a poco perdía color.
Los médicos se enfrentaban a diagnósticos impares, y ni los brujos lograron desentrañar la mística de la enfermedad que la poseía.
El amanecer nacía con un lamento que se expandía por todos lados asustando a los pájaros.
Un lamento maldiciendo otro día de sol.
Cuando la generación que la contuvo, desapareció, los nuevos integrantes de la familia la confinaron a una vieja y húmeda cabaña en el bosque de los olivares.
Una persona de las inmediaciones le acercaba víveres, pero pasado el tiempo murió, como murió todo aquello conocido por ella.
La cabaña tapada por la vegetación se fue hundiendo con su habitante que respiraba el fulgor de la tierra.
La mujer sobrevivía succionando raíces y bebiendo el agua que se deslizaba por las grietas. Misteriosamente en paz, se transformó en una inmortal Que me espera para celebrar bodas e iniciar el nuevo linaje.
Entonces reptará hacia la superficie con la fuerza de sus uñas y el costado intacto de su luz.
El no sol será otro.
Celebraremos el sol nuevo.
Esa vejez de sillón, vejez de cerrar puertas y ventanas aconteció inesperadamente cuando el sol comenzó a enroscarse en su cabeza y le aturdía la voluntad y el entendimiento.
Una danza de vampiros descontrolados la atravesaba por los ojos cuando la claridad del día la rozaba.
El otro síntoma era el de la sangre licuándose con los huesos y un abandono total en las míseras manos de la oscuridad, para calmar la feroz batalla de su transformación.
En la casa se cerró cualquier orificio que dejará pasar un inadvertido rayo de sol.
Por las noches se reanimaba pero no podía estar al aire libre, porque las cadencias del sol sobreviven en el aire, en el polen, en los reflejos de la luna y en la verde densidad de la vegetación.
Imposible se torno el blanco de su piel, de por sí blanca, y la mirada oscura de sus ojos de a poco perdía color.
Los médicos se enfrentaban a diagnósticos impares, y ni los brujos lograron desentrañar la mística de la enfermedad que la poseía.
El amanecer nacía con un lamento que se expandía por todos lados asustando a los pájaros.
Un lamento maldiciendo otro día de sol.
Cuando la generación que la contuvo, desapareció, los nuevos integrantes de la familia la confinaron a una vieja y húmeda cabaña en el bosque de los olivares.
Una persona de las inmediaciones le acercaba víveres, pero pasado el tiempo murió, como murió todo aquello conocido por ella.
La cabaña tapada por la vegetación se fue hundiendo con su habitante que respiraba el fulgor de la tierra.
La mujer sobrevivía succionando raíces y bebiendo el agua que se deslizaba por las grietas. Misteriosamente en paz, se transformó en una inmortal Que me espera para celebrar bodas e iniciar el nuevo linaje.
Entonces reptará hacia la superficie con la fuerza de sus uñas y el costado intacto de su luz.
El no sol será otro.
Celebraremos el sol nuevo.
2 comentarios:
Esther, hermoso relato. Tiene varias interpretaciones, analogías de comportamientos de los vivos hacia los ya casi muertos. que nos rodea. Más allá de que el ser humano va entregándose primero a la sombra de sus adentros y luego a todo lo que lo que signifique esfuerzo y luz. Muy bueno, un abrazo, Laura.
Esther: En cada amanecer, siempre se nace. Muy buena tu narración.Lilia
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