Me miraste
me viste
a tus ojos
desnuda
atravesaste mis entrañas
y me hallaste.
Tus ojos, tus labios
tus manos, la espalda
tus muslos y los míos
la lengua
la piel
mis pies y tus palabras.
Hundiste un sello
(quedó el vestigio)
tu territorio
mi filigrana
Mi vientre y mis ancas
tu galope
el sudor los gemidos
tu semen y mi sangre
promiscuos y unánimes.
Y ahora estás ahí
(lejos)
existís, sos
te encontré
me hallaste
¿Por qué mis manos no serán tu cántaro?
Del libro: La hembra
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