lunes, 18 de octubre de 2010

Rubén Vedovaldi-Rosario, Pcia. de Santa Fe, Argentina/Octubre de 2010

PALACIOS COMO JOYAS SOBRE EL OCÉANO


Un arquitecto levanta un palacio en medio del océano  El palacio es tan alto que pasa Dios volando distraído, se lo choca de cabeza y cae desmayado al fondo del océano.
El arquitecto manda un buzo a buscarlo pero el buzo es ateo y no logra rescatar a Dios, o Dios no cree en el ateo y no se deja salvar.
Rápidamente el arquitecto manda otro buzo muy creyente que baja y rescata a Dios justo cuando se estaba por morir.
Ya vuelto a la superficie, Dios mira el palacio, lo recorre por dentro y le pregunta al arquitecto si lo vende. El arquitecto dice que no lo vende. Dios le ofrece el cielo, el arquitecto no acepta. Dios le promete el infierno, el arquitecto no acepta. Dios le dará lo que él quiera y el arquitecto le dice que lo que él quiere es ese palacio y nada más.
Entonces Dios putea por lo bajo y se va a un barrio de mal vivientes y contrata la peor gente para que asesinen al arquitecto. Les da una buena suma por adelantado, prometiendo otro tanto cuando vuelvan con la tarea cumplida. Los maleantes van y asesinan al arquitecto pero no vuelven, se quedan encantados con el palacio y deciden ocuparlo ellos.
Dios paga a otra banda más numerosa y mejor armada para sacar a los ocupas. La banda saca a los ocupas pero no le entrega a Dios el palacio sino que esta vez lo ocupan ellos.
Dios busca otra banda mayor y mejor armada y manda sacar a la segunda banda ocupa.
La nueva y más numerosa banda saca a la anterior pero se enamoran del palacio y deciden ocuparlo ellos.
Debo cambiar de plan -piensa Dios-. Encontraré otro arquitecto que levante otro palacio mejor que este. Y va y lo busca entre todos los hombres y lo encuentra. 
El nuevo arquitecto levanta el nuevo palacio, el doble de alto y mucho más bello que el otro. 
Pero tan bello es el nuevo palacio que el nuevo arquitecto se enamora de su obra y decide no entregárselo a Dios.
Dios no soporta tantos fracasos y  le dice:
Le puedo pedir un último favor, arquitecto.
-Cómo no, si está a mi alcance…
-Veo que su nuevo palacio tiene el mejor incinerador de basura. ¿Me puede incinerar y arrojar después mis cenizas al Océano?
El arquitecto cumpliendo el último deseo,  hace pedazos a Dios, incinera el cuerpo, y arroja las cenizas sobre la superficie del océano.
Los peces y algas se comen las cenizas y en las noches de luna los palacios lucen como joyas en medio del océano.
Una noche pasa el Diablo volando estúpidamente distraído y se choca uno de los palacios y cae desmayado al fondo del océano, pero esta vez ninguno se preocupa por mandar buzo a rescatarlo y el pobre Diablo muere ahogado en el fuego de su propia y distraída estupidez.

Moraleja: Mientras no tropiecen o choquen unos contra el proyecto de otros, los hombres tienen todo el futuro por delante.

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