lunes, 20 de diciembre de 2010

Loreto Silva-Chile/Diciembre de 2010

El Deseo                                                                                                 

Así como la tristeza enferma y mata a los seres vivos, la esperanza los fortalece y da vida más allá de toda lógica, no importando de cual especie sean. En este lugar convivimos millares de especies vivas y al menos una decena superiores esto es: inteligentes y pensantes. En los tiempos antiguos éramos depredadores y coexistir en un mismo espacio habría sido utópico. Hoy que estamos diezmados aprendimos a vivir juntos, no a convivir, sólo nos reunimos para tomar acuerdos que normen y permitan la supervivencia de todos en forma pacífica. Tenemos prohibido trasponer las fronteras de los territorios asignados a otras especies superiores, esta medida tiene la finalidad de evitar la formación de parejas de genéticas diferentes, esto deviene en prevenir el nacimiento de “engendros”, que las más de las veces presentan problemas morfológicos y casi siempre esterilidad. Es como si un orden universal y superior, impidiese proliferar a estas mezclas. Mi padre, Troy, es un fhobos, yo también; mi madre falleció cuando tenía veinticinco años, siendo yo pequeña.

Troy me ha solicitado que lo acompañe, lo extraño es que me indicó vestir con traje protector y éstos los usamos sólo cuando hay viajes largos y peligrosos. Salimos temprano, llegó la noche que está oscura, nos transportamos en un deslizador sus potentes focos iluminan la cinta metálica flotante, la ausencia de otros destellos similares demuestra que es el único vehículo que va por el camino, conduce mi padre y de copiloto, Heras, su mejor amigo; son científicos y trabajan juntos. Después de interminables horas, mi padre detiene la nave, mira a Heras y afirma con seguridad que ese es el lugar, él asiente. Entre los tres bajamos el deslizador hacia un costado de la cinta, ellos lo ocultan y le colocan un pequeño irradiador de energía, para ubicarlo al regreso, a continuación lo camuflan con mantas pintadas de verde y negro.

Sobre nuestros trajes nos ponemos sendas túnicas holgadas, estos hábitos en grueso paño oscuro cubren desde nuestras cabezas hasta los pies, protegiéndonos del frío circundante y de ser vistos; es imposible diferenciarnos del ambiente y hasta entre nosotros, excepto por nuestras estaturas.
Guiados por una brújula, en estricto silencio, iniciamos una caminata internándonos por el terreno boscoso que rodea la cinta. Troy, quien nos conduce, en un momento dado parece dudar acerca de la ruta a seguir, Heras indica que según su mapa, que observa con un pequeño haz de luz que sale de su bocamanga, todavía debemos continuar en esa dirección.

Estando ya muy lejos del camino, la impaciencia derivada de este viaje inesperado y el frío, me hacen tocar el hombro de Troy, quien se voltea pues va delante de mí, y lo confronto: “¡Padre!, ya basta de secretos, quiero saber adónde vamos y el motivo por el cuál infringimos las leyes bajando de las cintas metálicas que protegen los terrenos de los humanos”. Me observa por unos instantes creo que me va a hablar, no obstante, guarda silencio y sigue caminando, yo detrás de él, nos sigue Heras.

Por la mente de Troy pasan vertiginosos los pensamientos. «¡Ah querida hija! Deseo decírtelo, mas tengo tantas dudas ni estoy seguro de encontrar la bóveda ni tengo la certeza de hallar todo tal cual lo dispusimos. No quería, de veras, traté de impedirlo, ¡te lo juro!, pero a veces el amor puede más que la razón». Mientras caminan el fhobos reconoce el terreno, esto lo tranquiliza en algo, su pensamiento sigue discurriendo: «Quinientos cincuenta años atrás junto a Heras, utilizamos toda la tecnología disponible para poner en estado de hibernación a Shamann, ella deseaba verte adulta, así que desafiamos la ley por segunda vez, la primera fue cuando formamos pareja, en esa época ya habían prohibido la mezcla de especies, aunque entre fhobos y humanos la única diferencia genética está dada por los plazos de envejecimiento y ese fue el motivo, ellos viven en casos extremos una centuria y nosotros cerca de veinte, sabíamos que al tener hijos, si heredaban a su madre, sería yo quien los perdería temprano, si el material genético dominante era el mío, que fue lo que ocurrió, ella no tendría posibilidades de ver a sus hijos convertidos en adultos». Sus divagaciones son interrumpidas por la voz de Heras: “doblemos aquí”, siguen sus indicaciones llegando al borde de un gigantesco fiordo.

«Con una gran cuota de suerte, semejante a un milagro, recuperaré a mi esposa, tu madre, al menos por un tiempo. Sin embargo, cada año transcurrido desde entonces aumentaron los motivos que me hacen lamentar haber cedido a sus ruegos. Los nuevos descubrimientos en técnicas de hibernación muestran los errores de la tecnología incipiente que utilizamos, reconozco que todo lo hicimos casi de modo artesanal construyendo lo necesario, careciendo de asesoría de expertos, sabíamos desde el principio que el resultado era incierto; de hecho hace escasos años que han autorizado experimentos de hibernación en humanos».

Heras insistió: “debemos seguir al norte orillando el fiordo hasta encontrarlo”, Troy deja de cavilar y sigue a Heras, quien dirige ahora al trío. Después de un tiempo indefinido en que caminan concentrados, precaviéndose de tropezar y caer en esa zona en especial peligrosa, encuentran un montículo, parece una antigua edificación de piedras, bastante derruida y cubierta por una copiosa vegetación. Los fhobos la examinan y se ubican en algo que a Ishar le parecen las esquinas de un cuadrado, con dificultad, ambos giran las piezas angulares en cada punta contrapuesta, luego cambian de posiciones y hacen lo mismo con las otras dos esquinas. Al terminar, la edificación comienza a abrirse hacia los lados, con lentitud como si se estuviese rasgando por el medio, la vegetación se rompe y cede ante este movimiento provocando un crujir agorero.

Esperan a que esté abierta y que el polvo decante, notan que sale aire de adentro del foso, se acercan y ven una larga escalinata y luz tenue, todo parece ser metálico sin rastros de herrumbre, Ishar se pregunta qué puede haber ahí. Encienden sus linternas bajando por las escaleras, al final hay un pasillo el que termina en una sala pequeña, es un laboratorio, los corazones de Troy y Heras se aceleran, Ishar está expectante, hace calor se quitan los ropajes gruesos. Con rigor científico los fhobos verifican un complejo panel de indicadores, corroborando datos y valores, dándose al fin por satisfechos. Sus actos no denotan la ansiedad que los consume.

Presionan juntos una celda de reconocimiento y se abre una puerta, aparece otra sala en la cual sobre una mesa hay una cámara metálica de unos dos metros de largo por uno de ancho, las pulsaciones de Troy aumentan. Heras, viendo el frenesí de su amigo de nuevo asume el mando, le da órdenes, revisan otro panel, esta vez con mayor detención que el anterior, sus rostros han dado lugar a unas máscaras impenetrables, una vez realizada ésta que parece ser la última revisión, Troy limpia con cuidado la cubierta y levanta la mitad superior de la cámara, que se gira hacia abajo dejando al descubierto un cuerpo vestido con un traje metalizado, cuyo rostro y pecho están cubiertos con un paño del mismo material. Lo retira con delicadeza, apareciendo una hermosa mujer de delicadas facciones, curiosa, la joven fhobas, se acerca para mirarla: “pareciera que fuese yo”, dice pensando en voz alta, luego alborozada grita: “¡es Shamann!, ¿verdad?, es mi madre”, mira hacia los fhobos, “¿por qué no despierta?”, en la cara demacrada de su padre encuentra la respuesta, de los ojos de Troy comienzan a caer gruesas lágrimas conjugando: espera, temor, dolor y fracaso. Heras, desmoronado, se apoya en la pared y agarra la cabeza con las manos.

Ishar vuelve sus ojos a Shamann, quien abre los suyos, gritó:
_ ¡abrió los ojos!, ¡los abrió!, -la humana la observa con calidez y sin moverse le habla con voz suave:
_ ¡Ishar creciste!, hija soñé verte así, convertida en una fhobas joven y sana. -Volviendo su vista a los fhobos agregó:
_ Troy, perdona mi egoísmo, gracias por pagar el precio de mi deseo; Heras con todo mi espíritu siempre te agradeceré.

Los científicos están estupefactos, los indicadores muestran que aunque el cuerpo se conserva en aparente buen estado, hace ya varios siglos carece de vida.

_ Abrázame -invita Shamann a su hija, la fhobas se funde en una con su madre, Ishar alcanza a tocarla y en una exhalación sólo queda el traje vacío y un finísimo polvillo con la forma de un cuerpo.

El deseo de Shamann se ha cumplido.

Mención de Honor en el
Certamen Internacional Junin País, en el año del Bicentenario. Argentina 2010. 

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