ALEJANDRA PIZARNIK
Ayer masticó olvidos en ayunas.
Descascarada la tierra también escuchó el grito
de tu voz enfurecida
rompiendo horizontes de silencios,
rompiendo, armando y volviendo a romper el poema.
Decapitadas muñecas
gritaron con rocío en la voz
en la altura del relámpago que amanece:
¿cuántas veces matamos
a los hijos que no tenemos?
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