LA DAMA DEL BOLSO ROJO
Parecía salida de un escaparate. Erguida, con el cabello dorado cayendo en ondulante cascada sobre sus hombros. Lucía un traje blanco que ceñía suavemente su cuerpo. A su paso las miradas la acompañaban.
Entró al bar. Yo la seguí. Ocupó una mesa cerca de la ventana. Yo me acomodé no muy lejos. Miró indiferente a los parroquianos. Su mirada resbaló sobre mi rostro, impasible. Ambos pedimos café. Después de media hora comenzó a mirar su reloj. Al principio en forma displicente. Luego, a medida que pasaba el tiempo ya un poco más nerviosa. De pronto levantó su bolso rojo y lo puso sobre la mesa.
Entonces me acerqué. -¿Julia?, dije.
-Sí! ¿Oscar?. Sus enormes ojos negros se abrieron incrédulos. ¿Porqué no te aproximaste antes?
-Esperaba ver tu cartera roja que la tenías escondida.
-Cierto!,no me di cuenta!. Se sonrojó Se veía insegura, frágil. Teníamos que haber pasado nuestras fotos por la computadora, no crees?
Hablamos lo primero que acudía a nuestros labios. Tan fácil como cuando nos chateamos.
Resulta que trabajamos para la misma empresa. Ella en contaduría. Yo, en el bufete de abogados. La tarde decrecía y parecíamos viejos amigos. Pero no lo suficiente para confiarle que yo ya la conocía. Y que por esa razón conseguí su mail y comencé a comunicarme con ella.
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