lunes, 18 de marzo de 2013

Alberto Feldman-Buenos Aires, Argentina/Marzo de

                                            La dulce perrita de Tilcara
                                                                                             
           Ahí llega otro ómnibus. No sé si  quiero desperezarme un poco y levantarme.
Estoy tan bien, hecha un ovillo, toda calentita debajo de este  asiento de la Terminal… y además,  en la última hora llegaron tres ómnibus y nadie me dio bolilla.  Los que  vienen  muy temprano  están medio dormidos y a veces sin querer me pisan, la culpa es mía por ponerme delante, pero igual creo que si son tan inteligentes como parecen, caminando todo el tiempo en dos patas, debieran tener más cuidado: al barbincho,  la semana pasada lo dejaron rengo de un valijazo,  y al  tostadito que duerme frente a la oficina de  “La Veloz del Norte”, cada dos por tres lo patean porque es medio lento de reflejos.  
   ¡Menos mal que en Tilcara  nos quieren y estamos bien alimentados, que  si no fuera así ya estaríamos todos enyesados hasta las orejas!...
   Me parece que  hoy no  va a alcanzar con mover la cola y mirar  con ojos tiernos para ganar una caricia, pero, pero, pero… ese viejo  que viene con la mano planeando  derecho  a mi cabeza …¡Cuidado, a ver si me saca un ojo!...humm, me rasca suavemente el lomo ... humm, me parece que hoy es mi día…
     --¡Voy a hacer como que miro para otro lado y me arrimo despacito para no hacérsela tan fácil,… nosotros también tenemos nuestro amor propio!...   --¡Por San Roque que este tío  tiene  en los zapatos  y los pantalones los olores de todos los perros del país!,  ¡es uno de  nuestros simpatizantes! ¡qué suerte tengo, el Tostado y el Barbincho se lo perdieron por dormilones!... Si me pide la pata, se la doy,  que para algo lo aprendí;  y pancita le hago aunque no me lo  pida…¡Miren como me mira!...¡es todo mío,! ,  si se  inclina un poco más,  ¡le doy un lengüetazo en la cara para que sepa  cómo lo quiero!...

       - Alberto, hacete cargo de la valija y dejá  ese perro tranquilo, que después se encariña y todos sufrimos…
-- ¡Nora, mirá como me da la pata! ; ¡Perrita, dame la pata! ¡Bien,  perrita, qué inteligencia! ¡Lo único que falta es que sepa hacer pancita ¡…¡Mirala!...- ¡Hizo pancita sin que se lo pida!... ¡Bien, perrita!,  ¡Muy bien!...


                                                                                                                       
                                                                                                                                      -2-

  -Perrita aquí, perrita allá-.  Cuando era más cachorra me llamaban  Fueradeaquí.
 Parece  que   ahora me llamo Perrita, mucho no me gusta el nombre, pero me lo dice  tan lindo que me voy a dar por aludida y los voy a acompañar hasta  el hotel antes que la mujer
 se me ponga   en contra otra vez, y  voy  a repetir  varias veces el número  de la pancita por las dudas; no tengo que dejar que decaiga la atención.
   Me parece que esta noche  no duermo en la Terminal,-- me mudo a la puerta de ellos y cada vez que  salgan los  recibo con alegría y los acompaño bailando; seguro que sigue la
fiesta, como ahora, que estamos subiendo la cuesta  hacia  el Pucará y yo giro alrededor y él me mira a los ojos y me palmea el lomo cada vez que paso por delante  y  yo me detengo y lo miro fijo y el dice ¡que tierna! Y a mí se me humedecen los ojos y a él también. Y la mujer que se llama Nora  también dice ¡Cuánto amor! Y también me acaricia para no quedarse  fuera de la cosa…

   Y con Perrita vamos a todos  lados. Durante tres días  camina con nosotros; nos espera en la puerta de los Museos de Tilcara, esta pequeña ciudad dueña  de una movida  histórica, cultural y artística  tan especial.
  Se pasea curiosa  por los puestos de  los artesanos  cada vez que vamos a la feria de la Plaza Álvarez Prado y  nos  acompaña hasta  el ómnibus en las excursiones que hacemos a San Salvador, Humahuaca y Purmamarca.  Al regreso nos espera siempre en laTerminal, y se alegra igual que nosotros con el reencuentro. Todas las mañanas la encontramos junto a la puerta y su mirada pregunta:
        --¿adónde vamos hoy?...
    Una noche,  en el recital  de esos  tres jóvenes que con tanta calidad  tocaron  sus variados  instrumentos  y cantaron música  folclórica  en el primer piso de esa  pizzería tan cálida, ella subió los escalones de dos en dos, se adelantó a señalarnos la mesa y se sentó contra la pared. No hubo forma de echarla. Tolerada por todos, pareció disfrutar del concierto tanto como el público que llenaba el salón, y no molestó en absoluto.




                                                                                                                                 -3-


 En ningún momento pidió comida. Sólo  miraba todo con  gran interés y cada tanto se cercioraba de que todavía estábamos allí. Al fin se durmió; había  sido un día muy agitado.
   Salimos de allí con la idea de llevarla  de alguna forma a Buenos Aires y sumarla a nuestra casa, que ya cuenta con otro perro entre sus miembros. Aunque siempre tuvimos inclinación por los  animales,  Perrita nos conquistó el corazón como ninguno  antes,  pero el último día, mirando las hermosas montañas que rodean  Tilcara por todos lados y la libertad y la alegría con las que se movía, nos dimos cuenta que era una crueldad condenarla a un departamento en la ciudad  y  cambiarle  este hermosísimo paisaje  jujeño  por el cemento y los semáforos  de  la Capital.
    Juro que vi  como se  le nublaron los ojos  cuando vio las valijas y nos acompañó por última vez a la Terminal. Jugó un poco con desgano  y no me dio la pata cuando se la pedí. Me miró fijo un tiempo interminable y no le pude sostener la mirada.
   Subimos al ómnibus y no quise mirar por la ventanilla  ni que me viera. Ella se sentó  en el suelo al  lado de la puerta y esperó, como quien no quiere la cosa,  que  el coche arrancara. Entonces empezó a correr, adelantándose por momentos, cruzándose por delante, y cuando  salimos de las estrechas calles del  pueblo y entramos en  la ruta, se detuvo y con la cola baja volvió  lentamente  camino de la Terminal.
  -¡Viste Alberto, te lo dije,  todo muy lindo, pero  terminó mal,  no aprendés más!...¡ mirá
 si teníamos que despedirnos  de aquí con tristeza!...
   --Yo no estaría tan seguro de que sea así, Nora,  a lo mejor Perrita piensa lo mismo que
 yo, que algo es mejor que nada, y que fue bueno mientras duró…  (al menos eso  es lo
que yo necesito creer...)

 -¡Otro que se va…, qué lástima!... me gustaba  mucho como me decía “perrita”. Yo hice todo lo posible para que se quedara; pero no pude hacer más;  los perros tenemos pocos recursos  para promocionarnos. Y  bueno…  igual no me quejo,  algo es mejor que nada…
   ¡Y qué bueno fue mientras duró!...                                         
                                                                                              
                                                                                        
 


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