jueves, 25 de abril de 2013

Marta Susana Díaz-Buenos Aires, Argentina/Abril de 2013

LOS OJOS

Guadalupe tomo el pescado por el lomo, lo acomodó sobre la tabla y con el cuchillo empezó a descamarlo con asco, tratando que las escamas brillantes no cayeran para los costados.
No pudo evitar que saltaran al mármol, se pegaran en los azulejos y girando llegaran al piso de ladrillo lustroso.
Las escamas tornasoladas, lentas al caer, le hicieron recordar aquella bola de cristal que aún guardaba en su mesa de luz, regalo del abuelo.
Cada vez que la movía, caía nieve sobre los verdes pinos encerrados en ella.
    - ¡Ráspale bien las escamas! – gritó la madre desde el comedor, mientras pasaba un paño a las copas de vino para poner en la mesa de las visitas importantes.
    - Y deja ya ese gesto de gruñona, niña, que tenemos la mejor oportunidad que podíamos conseguir luego que murió tu padre, Dios lo tenga en su Santa Gloria ¿Qué niña de veinte años tiene un futuro tan promisorio?
Guadalupe suspiró profundamente, pues sabía que así podría aminorar el enojo de tener que compartir la cena con Don Galíndez, un hombre de unos cuarenta y cinco años, de  buena posición económica, que la pretendía de amores.
    -  Don Galíndez quiere pedir mi permiso para empezar a cortejarte y no tienes que amargarte por eso. ¡Empieza ya de una buena vez con la preparación, que las horas pasan pronto! – dijo la madre acercándose a la cocina.
El olor del pescado había impregnado todo. Sentía asco, sobre todo cuando le miraba los ojos, descoloridos y abiertos, ahogados por la falta de agua, que parecían suplicar algo que ella no entendía.
     - Lupita, pela ya las papas y enciende el horno. Falta una hora para que llegue Don Galíndez.
Guadalupe aceitó la fuente. Saló el pescado. Picó bien pequeñas las cebollas.
Las lágrimas empezaron a caer,  pero en esta ocasión no supo bien si las culpables eran las cebollas.
Luego picó bien pequeñas las cebollitas de verdeo y el tomate, lo sazonó con limón, tomillo, pimienta negra y una pizca de estragón.
Lo acomodó en la fuente, con los ojos mirando de frente, lo rodeó con las papas redondas tipo noisette como había aprendido de su abuela y, usando una inspiración más que salió de su vocación de cocinera, se le ocurrió poner dentro de cada papita un trocito de carne de langosta que encontró en un frasco en la heladera.   
Cuando por fin encendió el horno, sintió alivio.
Al rato, los olores del manjar horneado, más el aroma de los condimentos le hicieron olvidar los ojos desapasionados del pescado.
Una vez instalados en la mesa y luego de los fiambres, llegó la fuente.
Luego que la madre sirvió los trozos junto con las papitas rellenas de langosta, Don Galíndez comenzó a ponerse cada vez más rojo, tosía y se agitaba de tal modo que tuvieron que llamar a la ambulancia. Entre ahogos pudo explicar que era alérgico a los mariscos.
    - ¡Lupita! ¡Usaste la carne de langosta! ¿Dónde la metiste?
    - Dentro de las papitas, madre, contestó la joven, mientras Don Galíndez salía en camilla rumbo al hospital con la máscara de oxígeno.
Guadalupe se sentó al lado de la fuente mirando a los ojos al pescado.
    - ¡Dios sabe porque hace las cosas! – pensó aliviada.
Y le pareció ver que este le guiñaba un ojo.

4 comentarios:

  1. Marta: Al leer tu rato me apareció el ambiente de "Como agua para el chocolate, de Laura Esquivel", esa ensalada litero-culinaria suele tener sabores epicureos (Cuando hay una buena pluma). Me encantó el cuento y me quedé con las ganas del pescado. Felicitaciones, y van... Marcos.

    ResponderEliminar
  2. muy buen trabajo.Felicitaciones.
    Anahí Duzevich Bezoz

    ResponderEliminar
  3. Marta ha purificado su pluma.Por lo tanto vamos descubriendo una síntesis acompañada de una mayor profundidad en
    los temas abordados,
    Insisto,es una escritora que debe volver a lo que yo presupongo que es su esencia y es :el humor.
    Considero que sus últimos escritos son el permiso de un recreo.
    No tengo duda de su retorno al
    humor y la estoy esperando. Abel Espil

    ResponderEliminar
  4. ¡Que Bueno! Con el humor de siempre, me seguís sorprendiendo. Te felicito y abrazo. Rita

    ResponderEliminar