LA ESTOCADA PERFECTA
El
jefe mira por la ventanilla que separa su reino de jerarquía, con aquel otro
del “perraje”. Debe informarle a Pérez la decisión tomada por los superiores
inmediatos. Su mente acusa la relación entre su cargo y la dura faena que le
tocará cumplir. Se levanta pausadamente de su escritorio. Con el memorandum recibido
entre los dedos, se asoma a la puerta. Su estoque de torero está pronto y
afilado. La secretaria lo mira interrogante: - Señora Digna, informe a Ernesto
Pérez que lo necesito en mi oficina en este momento.
Vuelve
a su asiento y espera, enfrascándose en el papel que está en sus manos. Unos
golpes con los nudillos y un breve -¡Adelante!, tome asiento don Ernesto- Luego
de una pausa, se acomoda en su sillón y prosigue.
-Don
Ernesto, su desempeño en esta empresa ha sido excelente. Un empleado ejemplar,
meritorio por muchos años… Sin embargo, debo informarle que sus servicios
cesarán a contar del día 31 de Agosto… Es decir hoy día… Ello se debe a razones
de costo. La empresa prescindirá de todos aquellos empleados, cuyas rentas se
hayan incrementado con los sucesivos I.P.C. de los últimos años.
Ernesto
Pérez, traga saliva, estira su cuello aprisionado por la odiosa corbata de
todos los días y de su boca no sale ningún sonido. De pronto sus manos se
aferran en el lado izquierdo de su pecho. La estocada fue limpia y casi sin
dolor.
Ascención,
ResponderEliminarPintaste muy bien un momento difícil para uno, horrible para el otro, pero en conjunto, terrible, y lo has desarrollado muy bien y con pocas palabras queda todo dicho.
Felicitaciones y saludos
Luis Siburu
luissiburu@hotmail.com