PAUL CELAN: POESIA SIN TIEMPO
AMAPOLA Y MEMORIA
¿Puede la poesía
penetrar el alma estremecida, vulnerada sin dejar rotas las tripas?
¿Puede rozar
las trazas marcadas con perversa crueldad y, sin embargo, proteger la herida?
Ese recorrido
duele, sabemos que no daña, no hay propósito al menos.
Algo tiene el
sutil destino de las palabras poéticas, no sé si su deseo, las tensiones entre
amapola y memoria, el ansia de justicia o reparación, tal vez, su estética
creativa, no sé, pero no puede destruir aunque lo intente. Quizás este es el
cruce posible con el psicoanálisis. Atravesar la herida sin dañar, para
humanizarla.
No puede
traicionar su sentido.
Celan se asoma
al horror de los campos y su voz penetra como una caricia, salvando el deseo y
la pasión a flote:
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Mi ojo desciende hasta el sexo
de mi amada:
nos miramos,
nos decimos algo oscuro,
nos amamos mutuamente como
amapola y memoria,
dormimos como
vino en las conchas,
como el mar en el rayo sanguino
de la luna.
Estamos abrazados en la ventana,
nos ven desde la calle:
¡es hora de que se sepa!
Es hora de que la piedra se
apreste a florecer,
de que al desasosiego le lata un
corazón.
Es hora de que sea hora.
Es hora.
La soledad sobre todo, muerde y
no perdona, la memoria universal que acompaña el intento, puede lograr las
ideas más tristes y más hermosas.
Estoy solo, coloco la flor de
ceniza
en el vaso lleno de negrura
madura. Boca de hermana,
dices una palabra que sobrevive
ante las ventanas
y en silencio trepa por mí lo
que soñé.
…………………………………………….
Cómo pintar la crueldad de los campos sin quedar
atrapados en ella, fusionados ellos,
los que inventaron el dolor y nosotros,
embarrados en el mismo odio. Celan inventa sentidos nuevos para la maldad
repetida de siglos, para que la memoria conserve no la realidad imposible de
asir, sino la invención que arranca del envilecimiento todo lo que los
depredadores destruyen. Un sutil homenaje a los músicos judíos obligados a
tocar mientras sus compañeros cavaban las fosas:
Leche negra del alba te bebemos de noche
te bebemos al mediodía la muerte es un amo de Alemania
te bebemos al atardecer y a la mañana te bebemos
y bebemos la muerte es un amo de Alemania su ojo es azul
te alcanza con bala de plomo te alcanza certero
un hombre vive en la casa tu cabello de oro Marguerete tu cabello de
ceniza Sulamita
azuza sus perros contra nosotros nos regala una fosa en el aire
acosa con las serpientes y sueña la muerte es un amo de Alemania
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grita tocad más dulcemente a la muerte la muerte es un amo de
Alemania
grita tocad más sombríamente los violines luego subiréis como humo en el
aire
luego tendréis una fosa en las nubes allí no hay estrechez
El que soy disculpa al que fui. Lo dijo y él mismo no lo aceptó.
Su sendero se inicia en 1920 en Czernowitz, capital de
Bucovina, pueblo desaparecido entre ocupaciones cruzadas, sus padres y amigos
eliminados en los campos alemanes. Su vida, como la de tantos otros, transcurre
entre tiempos, entre historias distintas, entre concepciones en pugna, y,
cuando parecía que el dolor se había agotado y el reparo protegía su presente,
decide acabar su vida, en pleno éxito literario arrojándose al Sena, París,
1970.
El amargo sabor de las almendras lo condenó. Se puede
hacer poesía luego del horror, pero no pudo asegurar que se puede vivir luego
del horror.
Cuenta las almendras,
cuenta lo que era amargo y te mantuvo en vela,
inclúyeme en la cuenta:
Busqué tu ojo cuando lo abriste y nadie te miró,
hilé aquel hilo secreto
por el que el rocío que pensaste
resbaló hasta los cántaros
que una sentencia, que a nadie le llegó al corazón, preserva.
Sólo allí entraste del todo en el nombre que es tuyo,
avanzaste con pie seguro hacia ti,
batieron los martillos libremente en la melena de la campana de tu
silencio,
se reunió contigo lo escuchado,
echó también lo muerto el brazo sobre ti,
y los tres avanzasteis por la noche.
Hazme amargo.
Cuéntame entre las almendras.
Su escritura
no realista, sintetiza a partir del propio acontecimiento aquello que de
universal tiene lo más singular del trazo. Su palabra acaricia el cuerpo
dolorido sin velar las heridas, sin romanticismo ni apología, reconstruyendo
las huellas de lo humano allí donde estaban, allí donde el amo intenta
borrarlas, despersonalizando.
Celan prueba,
sin creerlo él mismo, que es posible escribir poesía después de Auschwitz,
arrancando las palabras y la estética del campo del amo devastador y
construyendo nuevos sentidos.
Resiste la
poesía,
Del azul, que aún busca su ojo,
bebo el primero.
De la huella de tu pie bebo y
veo:
¡Ruedas entre mis dedos, perla, y
creces!
Creces como cuantos están
olvidados.
Ruedas: el negro pedrisco de la
melancolía
Cae en un pañuelo, todo blanco de
agitarlo en la despedida.
Extractos de poesías contenidas en su libro Amapola
y memoria.
Maravillosa poesia
ResponderEliminarComo no se puede emocionar ante un artista tan creativo