PAN
CASERO
La chimenea
hacía dos horas había dejado de echar humo.
Los platos
y cacerolas sucias equilibraban sus malabares en la pileta.
Desde el
principio de su relación, el maltrato había existido, pero ella no lo quiso
ver.
Sentada en
la silla de enea, tejía una manta para el sobrino que iba a nacer en pocos días.
Se había
acomodado al lado del horno a leña que aún guardaba el calor acumulado en la
noche.
El aroma a
levadura y pan caliente inundaba la cocina.
Era
temprano. Tenía tiempo para ordenar todo antes de que el marido regresara
Él había
salido con las primeras luces en la camioneta cargada para el reparto.
Sabía que
tenía varias horas para disfrutar su soledad.
Pensar en
el parto que se aproximaba le llenaba el alma de alegría.
En pocos
días tendría entre sus brazos un recién nacido, tibio, con el perfume suave como
el que hubiera tenido su bebé.
Diez años
antes el informe fue terminante: matriz infantil.
Se sintió
culpable. Su carácter se volvió retraído. Y no pudo salir de la tristeza.
Él, no la perdonó.
De a poco comenzaron
gritos, insultos y golpes cada vez más fuertes.
Ella maquillaba
los hematomas y su vida.
Nadie notó su calvario.
Ese
mediodía no lo escuchó llegar antes.
Un golpe
seco en la cara la arrojó contra la pared.
Atolondrada,
quiso incorporarse, pero la sangre que emanaba de la ceja abierta corrió por la
mejilla. Se introdujo por los labios y le hizo sentir el gusto a hierro
levemente salado.
Acudieron a
su mente el perfume a levadura fermentada, el olor desconocido a sangre de su
primera menstruación y el gusto del jarabe con hierro que le hacía tomar su
madre para combatir la anemia.
Con el
empuje de cinco millones de glóbulos rojos se defendió de la presión en el
cuello.
Sintió cerca
la muerte.
Cuando él
aflojó la fuerza de sus dedos y el aire inundó sus pulmones, renació.
Supo que
estos serían los últimos golpes.
La pala de
mango largo, el serrucho y el horno de pan fueron sus cómplices.
Antes del
amanecer, un humo denso, de olores entremezclados, comenzó a salir por la
chimenea.
Marta: Bién al estilo de Horacio Quiroga. Te voy a ponderar esa capacidad para describir un hecho horrible sin describirlo. No decís lo que le pasó al hombre, presentás las piezas del rompecabezas para que el lector las coloque en su lugar y forme él mismo la imagen. Felicitaciones. Marcos.
ResponderEliminarMarta, me encantó.Felicitaciones escritora.
ResponderEliminarAbel Espil
Muy bueno: bien redactado, frases implícitas y un final sugerido sin describir. Similar a un fresco "impresionista".
ResponderEliminarMARTA BUENÍSIMO TU CUENTO !!!
ResponderEliminarsALUDOS
jOSEFINA fIDALGO
Qué bien describes, Marta. Me ha encantado. Besitossssss
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