miércoles, 21 de mayo de 2014

Juan Cruz Herrador-Provincia de Córdoba, Argentina/Mayo de 2014

EL INTERROGANTE DE WERTHER

De pequeño tuve el privilegio de leer “Las penas del joven Werther” de Wolfgang Goethe, entre sus memorables líneas, hubo una que siempre he recordado. Hoy, luego de transcurrir varios lustros, invoco no sin vano desconcierto, estas breves palabras en interrogante.
¿Por qué razón lo que constituye la felicidad del hombre puede llegar a ser el origen de nuestras desgracias? se preguntaba el joven Werther. Creo que la misma pregunta contiene una deliberada respuesta del autor, es la dualidad constante entre la razón y la pasión, la racionalidad y los sentimientos, el orden y el caos, que conviven en una misma entidad inseparable que es el hombre, confundiéndose en disputa permanente, constituyen nuestro corazón en un campo de batalla.
La desesperada pregunta del encelado Werther nos induce a pensar que todo inicio es un final y todo término un inicio cuando nos referimos a las pasiones, vastas para arrastrarnos de un mundo al otro, despojándonos de las fronteras y límites trazados por la razón. Vulnerables, nos hallamos inmersos en una absurda trama cíclica, donde toda derrota es conquista y todo encuentro un adiós, como arrojar una piedra a la montaña para luego verla descender.
Entonces ¿Porque los humanos aún somos capaces de amar? ¿Porque nuestro inmejorable hombre moderno, amante de la ciencia, más “inteligente” que el hombre de antaño, aún cae en la trampa? ¡Extingue tus pasiones que son la causa de tu sufrimiento! ¡Nunca podrás con tus insignificantes manos vaciar el inconmensurable océano, que es el amor! ¡Renuncia a esa búsqueda absurda, a esas portentosas fuerzas que ascienden desde tus entrañas, que huyen de tus fauces para luego perderse en la misma nada! Así responden exaltados nuestros fariseos ilustrados de la razón, los mismos que en nombre de la humanidad vertieron promesas de progreso.
Levantaron santuarios a la ciencia, mientras en un patíbulo ejecutaron nuestra parte más genuina, aquello que nos justifica como humanos. Wherter formulando esa pregunta es consciente que las vertientes de la oscuridad desembocan en estuarios de caudales inagotables, pero aun así, no las negó. Algunos sostienen que si negamos los malos sentimientos, también perdemos los otros, yo digo que si negamos los sentimientos, simplemente nos convertimos en hombres-engranajes de la enorme maquinaria. Wherter lo comprendió, por eso sencillamente no negó el fluir de pasiones arrebatas por amor que concluyeron con su imberbe vida.
La pregunta aún me resuena como eco en horas de sosiego, y me interpela a pensar sobre nuestro destino como humano, contradictorio, complejo y enrevesado. La historia de Werther perdurará en los anaqueles de la posteridad porque sus cuestionamientos son eternos, podrán cambiar las épocas y circunstancias, sin embargo retornarán perpetuamente a invadir nuestros pensamientos. Werther tránsito el camino más reducido, apenas 30 centímetros de distancia, pero a la vez el más arduo y sinuoso para el hombre, aquel trayecto que va desde la cabeza al corazón.

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