miércoles, 21 de mayo de 2014

Lina Sánchez Michea-Chile/Mayo de 2014



UNA DAMA

            María Estela, todos los días al escuchar el despertador a las seis de la mañana, se levanta aún medio dormida, y se dirige a la sala de baño. En el espejo observa su rostro: ojeroso y demacrado, producto de las diez agotadoras horas de trabajo en su Salón de Belleza.
Al volver a su hogar por la noche, debe dedicarse a realizar labores domésticas. Su anciana madre está a su cuidado, padece de un cáncer terminal y el dinero que obtiene con su trabajo, apenas le alcanza para los gastos obligados que, son  innumerables.
            Hoy sábado, al levantar la cortina de su establecimiento, ve llegar a una elegante dama, quien afectuosamente le dice: - ¡Mira mi amor, vengo recomendada por mi amiga Olga. Ella me ha dicho que ¡haces maravillas en tu trabajo. ¡Por eso me pongo en tus manos! Deseo cambiar totalmente mi look.- María Estela se dispone a atenderla inmediatamente, explicándole que en primer lugar va a empezar con un buen corte de cabello. Ya instalada la clienta en el sillón y María Estela, tijera en mano, la dama inicia la siguiente conversación: – ¡Fíjate mi linda! Soy la mujer más afortunada del mundo, tengo la suerte de haberme casado con mi príncipe azul. Mis deseos son una orden para él. Me ha comprado ese autito que podrás ver desde aquí,  le ha costado una millonada.
            ¿Cómo puede haber personas que ganen tanto dinero y yo sufriendo tantas estrecheses? Pensaba Estela, mientras la clienta continuaba: -Mis hijos han terminado sus carreras y están haciendo un  doctorado en Europa. Este fin de año voy con mi esposo a visitarlos y al regreso haré unas ampliaciones en la mansión que tengo en el barrio alto y otras reparaciones en mi casa de veraneo en Reñaca.
            A estas alturas, Estela comenzó a inquietarse, la conversación se había convertido en un tedioso monólogo. Sin embargo la clienta siguió y siguió hablando: -Ojala pueda estar lista antes de cuatro horas, porque tengo entradas para un concierto en el Teatro Municipal y después iremos a cenar con mi esposo y con un personaje político importante.
            María Estela, en realidad ya no soportaba la charla de la señora, le parecía una mofa al compararla con su actual situación.
            Desesperada, le parece que la mujer la mira y se ríe de ella, pero la ve convertida en una hiena. En un arranque de locura comienza a cortar, cortar, cortar, cortar, cortar…

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