Wenceslao
Maldonado: sus respuestas y poemas
Entre-vista
en tramos-e realizada por Rolando Revagliatti
Wenceslao Maldonado nació el 29 de
julio de 1940 en Buenos Aires, ciudad en la que reside, la Argentina. Fue
sacerdote salesiano entre 1965 y 1989. Estudió teología en la UPS (Universidad
Pontificia Salesiana de Roma) y letras en la UCA (Universidad Católica
Argentina) y en la Università degli Studi (Trieste). Fue docente, hasta 2008,
de griego clásico, latín y literatura italiana; se ha dedicado a la traducción
literaria en estas lenguas.
En el género poesía
publicó los libros “La estación
necesaria” (1990), “El hombre herido” (1994), “Tierra intranquila” (1994), “Dioses
del deseo antiguo” (1995), “Si cortarle la cabeza a la Gorgona” (1997,
Primer Premio XIX Encuentro Patagónico de Escritores, Puerto Madryn, provincia
de Chubut, la Argentina, 1996, cuya versión bilingüe castellano-inglés, “If cutting the head of the Gorgon”, en
traducción de Donny Smith publicó el sello Vela al Viento, 2012), “Ceremonial de una familia oscura”
(1997). Y ya en este siglo se publicaron las libretas “Paraíso desechado”, “Paternidad
de sombra”, “Manual de osos
prácticos”, “Zureo”, “Eros y otros deseos”, “Hexagrama”, “Réquiem de guerra”, “Diálogo de pájaros”, “Hay un amor que espera y que no olvida”.
En 2008 se edita un volumen que podría clasificarse entre poesía y narrativa: “La proctomaquia o El cantar de los culos. Poema épico-paródico de
Aristón de Mitilene”.
Obtuvo el Primer
Premio “Iniciación en Prosa”, bienio 1992-1993, de la Secretaría de Cultura de
la Nación, por el libro de cuentos “Arquitectura
Gótica” (1999). Su segundo libro de narrativa breve aparece en 2004: “Fronteras”. Y en 2012 se edita su
novela “Las vigilias de Príapo”. Dos de sus obras teatrales, “La historia del cliptodonte” y “La musa de los muchachos” (presentación irreverente de poemas eróticos
griegos) han sido representadas entre 1997 y 2000. Últimamente ha traducido
piezas de Giuseppe Cafiero (“Creando un
país para Alicia”, estrenada en Buenos Aires en noviembre de 2012) y “Los fantasmas
de Joyce” (pre-estreno / work-in-progress, 8 de diciembre de 2013). Integró
el grupo Zeus Teatro. Realiza con el actor Marcelo Gamarra performances de
poesía, “Wences’s Bar en vivo”, continuación de numerosos eventos realizados
por ambos desde la década del noventa.
Fue secretario de
la S. E. A. (Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina) durante 2011.
Coordina con la poeta María Chapp el ciclo de poesía “La Metáfora Ardiente”. En
www.wencesmaldonado.com.ar es
posible acceder a muestras de su obra literaria, ensayos, reseñas
bibliográficas, traducciones suyas, galería fotográfica, entrevistas a él
realizadas, etc.
1 - Nuestros
lectores acaban de leer el detalle curricular, Wences. Te propongo que nos
adelantes qué libros tuyos tenés previsto que se socialicen durante 2014 y que
nos los presentes. Te propongo que nos cuentes en qué obras o proyectos estás
(o estás por estar) inmerso. Y qué poemarios permanecen inéditos por completo o
sólo difundidos en parte en antologías o libros colectivos. Y si tenés
dramaturgia inédita y sin estrenar.
WM - En 2014 espero que aparezcan tres libros que tengo
ya diseñados desde hace tiempo: “Nocturno
siciliano”, poemas de Sicilia escritos entre 1990 y 1993, algunos de los
cuales fueron editados en Italia, ya que en esos años yo vivía en Troina,
Provincia di Enna. La serie “strade di
Troina” (calles de Troina) fue publicada por mi amigo Luigi Ruberto, con
quien pensaba editar un libro de narrativa, escrito conjuntamente en italiano y
español, que se iba a llamar “L’incontro”
(“El encuentro”), proyecto pospuesto pero no depuesto… Y tengo además dos
libros de narrativa listos, la novela mitológica “Hipócalo. Pasión de hombre y caballo”, sobre el Sagitario, y una
colección de cinco nouvelles sobre mis ancestros imaginarios: “Bienes de familia”.
En cuanto a poesía
inédita, están en lista de espera, desde la década del ’90, unos veinte libros.
Te doy los títulos, si es que no soy demasiado pesado. Lo que sucede es que
escribo en forma permanente, y en diversos encuentros de poesía o performances
que realizo con Marcelo Gamarra, prefiero leer poemas inéditos. Y va la lista,
libros cerrados todos en estos últimos veinte años, entre 1993, después de mi
regreso a Buenos Aires, y este final de año 2013: (1) “El amante de las horas dispersas”; (2) “Torsos desnudos en un mismo
espejo”; (3) “Esquina sin sosiego”;
(4) “Sobre la vejez”; (5) “Anecdotario incierto de este sueño”; (6) “El mar y la hoguera”; (7) “Todo
lo que puede ser el gran payaso”; (8) “Recorridos
breves de un largo itinerario” (recopilación de recopilaciones, poesía 2006
– 2011 / Resquicios, pentafonías / Proyecto de una vida para después /
Cicatrices / Desolación y canto); (9) “Mi
reino será el mar”; (10) “Hay voces
en las paredes”; (11) “Memorias de
otoño”; (12) “Los días terribles”;
(13) “Escenas desconcertantes de la guerra futbolera – Copa América 2011”;
(14) “Volver a La Coronilla”; (15) “Veinte proposiciones para el misterio y la aventura de la vejez”; (16) “Sorpresa de un lunes apasionado”; (17) “Fragmentos de obstinación nocturna”; (18) “En el comienzo del fin – poemas
convalecientes”; (19) “Invocación al
mensajero ausente”; (20) “Pueblo en
silencio”.
Lista larga ¿no?
Repasarla me da un poco de frustración… Pero, en fin, no creo que estos libros
mencionados tengan tanto valor como para tener derecho a la publicidad. Algunos
de ellos sí tengo ganas de que sean editados en un futuro más o menos
inmediato. Me gustaría que eso sucediera con “Sobre la vejez”, una especie de meditación poética sobre mi
entrada a la vejez y viendo a mi madre, con la que viví en sus últimos cinco
años de vida. También quisiera tener en las manos “El mar y la hoguera”, libro que me había prometido ilustrar una
amiga artista plástica, inspirado en la relación de vida, amor y muerte entre
Aquiles y Patroclo, tema céntrico de la Ilíada. Otro libro que me encantaría
tener publicado cuanto antes es “Mi reino
será el mar”, anclado también en temas de la antigüedad clásica, con tres
partes dedicadas a Poseidón y su reino del mar, al Minotauro y el laberinto de
la discriminación, y finalmente al Hades, reino invisible de los muertos. Hay
un cuarto libro todavía que quisiera ya verlo impreso, y es “Hay voces en las paredes”, porque tiene
que ver con los recuerdos en la localidad de Martínez y aquella vieja casona en
Muñiz al 400 en la que vivimos en nuestra infancia, y que se cierra con una
carta de sinceramiento con mi padre, con el que no me entendí demasiado bien
mientras vivió. Seguramente, lo más ambicioso de publicar de estas veinte obras
inéditas es “Recorridos breves de un
largo itinerario” porque, como anoto en la lista de libros inéditos, reúne
cuatro libros escritos durante los cinco años que viví con mamá y tienen que
ver con actitudes mías de una nueva etapa.
La pregunta que me
hiciste se completa con dramaturgia no estrenada. Y sí, escribo teatro de tanto
en tanto. Y he estado en diversos proyectos, pero algunos quedaron a medio
andar. Una idea importante era realizar la dramaturgia de la Odisea. Y ahí
quedó, porque el director me dijo que eso se podía dar sólo en el Teatro San
Martín de otros tiempos… Con “Islaín el
solitario”, me sucedió que un director de coros se entusiasmó y me prometió
componer música para los coros que alternan con los protagonistas; pero todo
quedó en las buenas intenciones. Como también quedó en buenas intenciones, pero
con posibilidades de resurrección, la versión de “Si cortarle la cabeza a la Gorgona”, nada menos que para una
ópera, como me había sugerido el querido y recordado Eduardo Gudiño Kieffer,
quien presentara la primera edición de esta obra; otro amigo músico, miembro de
una importante orquesta, me hizo la propuesta, por lo que hice la adaptación
con el título “Perseo y la Gorgona”;
y como Donny Smith me había hecho la versión en inglés, ya hace unos años, para
la revista “Metamorphoses” de la Smith College de la Universidad de
Massachusetts (Fall 2005, vol. 13, Issue 2, pág. 68 ss.), preparé también el
texto en inglés, “Perseus and Gorgon”,
porque mi amigo me decía que para una ópera iba a ser más fácil… Bueno, allí
estamos todavía, a la espera. Lo más frustrante fue darle, por meses, a los
ensayos de “Abismo de la equilibrista
inoportuna”, mi versión teatral de “Fuegos”
de Marguerite Yourcenar, con nuestro grupo Zeus Teatro, compuesto por Karina
Martínez como la Safo equilibrista, y por Marcelo Gamarra y yo mismo, los
payasos del circo poético en cuestión. Y así quedaron también, pero sólo en los
papeles, nuestros proyectos sobre obras de Oscar Wilde: “Salomé” y “Confieso”.
Diría que las dificultades de la puesta han sido y son los problemas que no sé
resolver. Y si me sigo incorporando al teatro, en estos últimos años, es sólo
como traductor. El año pasado se estrenó “Creando
un país para Alicia” del
escritor italiano Giuseppe Cafiero, con la presencia del autor; y estamos por
presentar “Los fantasmas de Joyce”,
del mismo dramaturgo, con la Compañía teatral Quinto Piso, bajo la dirección de
Daniel Godoy.
2 - Me parece que
estaría bueno que además de puntualizar a qué autores (y en qué géneros y desde
qué idiomas) has traducido al castellano, pormenorices respecto de las que te
han demandado un esfuerzo mayor, con qué autor “te las viste en figurillas”, si
estuviste a punto de renunciar –o llegaste a renunciar- a alguna traducción
porque no lograbas alcanzar tu plena (¿plena?) satisfacción.
WM - De los clásicos greco-latinos no tengo de qué
quejarme ni preocuparme; son lo que son, y hay muchas traducciones de todo
tipo, entre versiones literales duras, a traducciones retorcidas y hasta las
formas poéticas más sorprendentes. Si tengo que decir un nombre, no puedo dejar
de recordar a Horacio Castillo, que me aconsejó con sabiduría y me corrigió con
gran prudencia. Pero siempre uso mis versiones; para las clases de latín y
griego he preferido hacer una traducción más cercana a la letra, para que sirva
como instrumento y clave de los secretos de esas lenguas. En libros de ensayos
trato de hacer justicia con los valores poéticos de los textos, que tienen
lógicamente múltiples dificultades, ante todo por pertenecer a lenguas muertas
que ya han perdido a sus hablantes; y, además, porque se escribieron en
contextos culturales muy diversos, no sólo con respecto a estos tiempos
nuestros, sino a los tiempos y circunstancias de su escritura, ya que muchos se
distancian por varios siglos, y a veces nosotros tenemos la tendencia a
considerarlos en bloque, como si fueran todos contemporáneos.
Muy distinta es mi
actitud con respecto a la traducción de autores italianos. Hablo de los
contemporáneos. Porque para Dante, por ejemplo, sobre el que hago con
frecuencia cursos y talleres, sigo la traducción de mi profesor Ángel
Battistessa, a veces con algún retoque si lo debo publicar en un ensayo, como
es el caso de “El encanto de la oscuridad
/ y otras divagaciones sobre La Divina Comedia”. En este momento, o en estos últimos años, he
traducido varias obras del ya mencionado escritor Giuseppe Cafiero. Afronté de
él textos de narrativa, poesía y teatro. Lo más problemático ha sido su novela “James Joyce, Roma y otras historias”,
sobre todo por la parte de la abundante información sobre Roma. Me exigió
redactar una gran cantidad de “notas de traductor”, para clarificarle al lector
de habla hispana las múltiples referencias sobre historia romana, sobre su riqueza arqueológica y artística,
incluida abundante documentación eclesiástica. Me demandó más tiempo y coraje
que el que imaginaba, y agradecí haber vivido tantos años allí, como para
ubicarme y entender los desplazamientos de Joyce por los complejos itinerarios
de la Urbe, según pinta la novela.
3 - No he tenido
ocasión de verte en función actoral. ¿Cómo fue que te pusiste a nadar en esas aguas?
¿Y cómo sentís que fuiste evolucionando, afirmándote, disfrutando de los
personajes? Te pido, además, que nos ilustres sobre “Los fantasmas de Joyce” y
las performances de poesía.
WM - Desde los seis años, es decir, cuando comencé mi
primer grado en una escuela de Martínez, a la vuelta de mi casa, me he sentido
vinculado al teatro. Y se lo debo a mi maestra Matilde Parodi Rolland, conocida
como Titita, o Titita Muras por su
apellido de casada. Debo decir que ella fue la maestra de mi fantasía, la que
me impulsó a la creación desde esa temprana edad, y la que me hizo trabajar en
el papel de payaso en una obra escrita por ella. Titita, hasta su muerte
acaecida hace más de diez años, me acompañó siempre, absolutamente siempre en
todos los acontecimientos de mi vida, incluidas las presentaciones de libros a
los que se asoció con enorme alegría. Fue, y es, para mí, niño, adolescente,
adulto, “la maestra”. Siempre apuntó a formar pequeños actores y dirigir teatro
infantil. Por eso, siendo yo director del Colegio Don Bosco, de Ramos Mejía, vino
a ver las instalaciones del bello teatro de ese instituto. Vino acompañada de
un adolescente rubio que no tenía todavía quince años, Osmar Nuñez, quien desde
ese momento sería para mí como un hermano menor. Osmar me acompañó en casi
todas las presentaciones, leyendo los textos, desde el primer libro que
presenté en 1990, “La estación necesaria”,
hasta el año pasado 2012, cuando le hicimos los dos un justo homenaje a la
maestra ausente pero viva con “Réquiem de
guerra” y “Diálogo de pájaros”.
¡Una de las grandes maravillas de mi vida!
Desde aquellos seis
años de mi primera actuación, seguí mi recorrido con los salesianos de Don
Bosco. En segundo grado, año 1948, en el Colegio Santa Isabel, de San Isidro,
me sentía ya un actor consumado con ocho años, y hasta intentaba escribir con
nuestro primer grupo literario de compañeros, D’Almedia, Toyos y yo. Es que
también tuvimos allí un maestro excepcional y gran actor como fue Mariano
Volpe, que dirigía el cuadro dramático de ex alumnos, mientras que el Padre José
Isidro Vaccaro escribía para ellos obras y guiones para diversos eventos. Y más
tarde, desde 1954, cuando entré con catorce años al Seminario Menor de Bernal,
me encontré con un artista eximio como fuera el Padre Juan Morano, ilustrador
de revistas, escenógrafo y director de teatro, quien asociado a Carlos Forno,
peluquero y maquillador del Teatro San Martín, formaron una dupla teatral
imparable en aquel teatrito de Belgrano 280, que tenía casi todas sus sorpresas
preparadas sobre las tablas de semana en semana. Eran tiempos en que se daban
obras de la Galería Teatral Salesiana de Madrid, generalmente arregladas por
los mismos autores, Arniches, Muñoz Seca, Pemán, y muchas veces, con orquesta
en vivo, operetas italianas, en las que yo, siendo un tenor segundo de poco
volumen, solía perder protagonismo y me contentaba con papeles secundarios. En
1960 comencé como docente en Ramos Mejía. Y entonces me dije que era una
oportunidad para seguir con el teatro escolar que había aprendido, aunque ya
con ínfulas universitarias.
Vuelto de Italia
con un buen bagaje de cine -eran los años esplendorosos de Fellini, Antonioni,
Visconti, Pasolini, Bolognini, Zurlini o De Sicca- me enganchó el periodista
Alejandro Rossiglione para sus programas en Radio Porteña y allí me instalé con
Butaca 68 y Butaca 69, hasta el cambio de mano con Radio Continental. Creo que
entonces hubo un viraje en mis preferencias de docente. El teatro pasó a ser en
mis esfuerzos colegiales un bien de lujo para determinadas ocasiones anuales,
mientras que el cine, con talleres y actividades de cine-debate, se convirtió
en mi preferencia de actividades extra-programáticas.
Todavía seguí
dirigiendo cada tanto alguna obra de teatro hasta 1996; última, escrita por mí
para las fiestas de mayo en el Colegio Mekhitarista, fue “Cinco días de mayo”, un verdadero fracaso. Sin embargo esa escuela
aceptó mi guión cinematográfico, que hizo filmar el equipo del empresario
Eurnekian y que se estrenó en el cine Metro el 21 de mayo de 1996, en los 40
años de la escuela, con copia de regalo para todos los espectadores invitados.
Fue entonces, en
ese mismo año 1996, que decidí asociarme a Marcelo Gamarra, a quien había
conocido en 1993, y me llevó al taller teatral de Adrián Porcel de Peralta.
Formamos así el núcleo de lo que fue de inmediato “Zeus Teatro – grupo de
coreutas ambulantes”, y arrancamos primero con nuestras performances de poesía
y luego con lo que sería nuestro éxito durante tres años: “La Musa de los Muchachos”, sobre epigramas de Estratón de Sardes y
otros poetas alejandrinos, obra con la que, desde Lugar Gay de Buenos Aires,
logramos llegarnos hasta Nexo, el teatro Ift y el espacio teatral de la Galería
Ghandi.
Llegó el 2001, con
el hecho más lúgubre y terrible de mi vida, la muerte de mi hijo Alejandro. Lo
que escribí desde ese momento quedó fijo en “Paternidad
de sombra”, obra de poesía que reúne mi dolor de esos años, y que presenté
en la SEA, acompañado por los dos laderos de siempre, Osmar Núñez y Marcelo
Gamarra.
Nunca más volví a
subir a un escenario para hacer teatro. Sí para realizar performances poéticas
con Marcelo, siendo las que más recordamos, en la SEA con una noche erótica en
2010, en Casa Brandon en 2011, y en la Casa del Tango -de La Plata- en 2012.
Con Gito Minore de La Imaginería, un centro cultural, me prendo para sacar la
poesía a la calle. Este año hemos leído en abril en el Obelisco, y en
septiembre en la Avenida Boedo, parando en todas las esquinas emblemáticas que,
desde la Editorial Claridad, llevan los nombres de los escritores de Boedo,
como Álvaro Yunque, Elías Castelnuovo o César Tiempo.
Con todo yo he
seguido en el programa radial “Doble Ancho”, entre 2008 y 2012, con mi columna
de comentarios culturales sobre libros literarios, cine y teatro, pasando por
AGRadio, radio La Boca y Radio Boedo. Continuidad, si se quiere, de lo
realizado periodísticamente en la década de los ‘90 en el Diario “Clarín”, como
ayudante de Marcelo Pichón Riviere, en el Suplemento “Jornada Cultural” de “Diario
de Trelew” y en la Revista “NEXO”.
4 - Convendría que nos indiques la dirección
del sitio web donde se encuentra “Entre Afrodita y Eros. Deseo, amor y sexo en
la poesía de Grecia”, esa antología anotada. Y que nos interiorices sobre los
cursos y talleres realizados a partir de allí. Sobre el singular volumen “La
proctomaquia o El cantar de los culos” no te preguntaré, Wences, puesto que en
la Red nuestros lectores –les aviso- encontrarán bastante material si en los
buscadores ponen tu nombre o el título de la obra.
WM - Actualmente el archivo de “Entre Afrodita y Eros. Deseo, amor y sexo en la poesía de Grecia”,
se encuentra en su totalidad de cinco capítulos, y con la versión incómoda de
notas al final de cada uno de esos capítulos, en mi propia página web en el
tópico “traducciones”. Se trata de una selección
de textos que terminaron en libro en 2001, y que usé entre 1994, a mi
regreso a la Argentina, hasta 2000, pero que sigo usando todavía hoy en
talleres y cursos.
En estos veinte
años he multiplicado los encuentros sobre poesía erótica de la Grecia clásica,
así como también de la Roma monárquica, republicana e imperial. Mis charlas no
eran omnicomprensivas, sino más bien tomaba algunos puntos neurálgicos del
tema, por ejemplo La Ilíada y la Odisea, el teatro griego del Ática o la Musa de
los Muchachos y los poetas alejandrinos. A veces he hecho cursos centrándome en
algún poeta en especial, como Safo, Calímaco, Teócrito o Estratón de Sardes, y
en el teatro he tenido preferencias por Eurípides y sus transgresiones
dramáticas.
Mis charlas sobre
literatura erótica de Roma no han tenido la misma suerte de encontrarse con el
libro bien armado. Pero es posible que alguna vez suceda porque tengo todo el
material sobre esos cursos. Más allá de mi interés por Catulo, Virgilio,
Horacio u Ovidio, mis preferencias fueron detrás del Satiricón de Petronio,
hasta el punto que imaginé un final a esa obra que nos ha llegado
fragmentadamente y que se convirtió en mi novela “Las vigilias de Príapo”, socializada el año pasado 2012 en
Ediciones Las Miradas de Eros / los libros del Simposio, editorial erótica que
me pertenece y que está, por el momento bastante estancada, después de una
batalla legal por el título primitivo que era Editorial Simposio, en homenaje
al “Simposio”, mal llamado “Banquete”, de Platón.
Sobre “La Proctomaquia o el Cantar de los culos”,
tengo bastante para decir. Respeto la contención que ponés en tu pregunta.
Aclaro sólo que se trata de un “falso poema” de un poeta alejandrino
inexistente, Aristón de Mitilene. Más allá de lo llamativo que pueda ser el
título, quiero explicitar que el libro es una burla a la belleza que
pretendidamente se expone hoy en el cuerpo. Como otrora las diosas habían
apostado a ver quién era la más bella, y gana Afrodita con trampa, aquí son
tres dioses los que concursarán para ver quién tiene el mejor culo, Ares, Apolo
y Dioniso, convocados por Hermes a instancias de Afrodita misma. Y no cuento
cómo termina la historia… También se
puede buscar la obra en mi página web.
5 - Ya jubilado de
la docencia, ¿cómo recordás tus años al frente de las tres materias? ¿Cuál
preferías? ¿Anécdotas, añoranzas?
WM - Al
jubilarme, se me hizo un enorme vacío que todavía, a cinco años, me cuesta
llenar. Viví muy feliz como docente. No sólo porque me complacía dar latín,
griego o literatura italiana (en este último caso no se trataba de la lengua,
sino porque me gustaba estar en el aula). Estas materias las he dado en nivel
terciario en la Universidad o en Profesorados. Pero me reconfortaba, sobre
todo, trabajar con adolescentes en el nivel secundario, siempre en los últimos
cursos, donde se trataba de lengua y literatura española simplemente. Pero el
margen educativo era mayor: ayudar a que los chicos lograran no sólo una
lectura comprensiva, sino también crítica, consiguiendo madurar en la propia
expresión y en un sentido de juicio personal, libre y motivado. Es decir, me ha
fascinado más ser educador que trasmisor de conocimientos, considerando que la
perspectiva educativa comienza con un entendimiento afectivo, antes que intelectivo.
Lo interesante es
que todavía hoy me encuentro con mis ex alumnos de los ‘60 y los ‘70. Y los de
los últimos años del 2000, grupos que organizan eventos multimediáticos, porque
hay excelentes artistas plásticos, actores y actrices, fotógrafos y músicos, me
llaman para que me integre a sus encuentros para… ¡hacerme leer poesía!
6 - A pesar de que
nos hemos visto muchas veces, y hemos compartido espacios públicos y privados,
y jamás tuvimos un encontronazo, y coincidimos en antologías y revistas, nunca
mantuvimos una conversación a fondo (o, en todo caso, la mantuvimos pero
siempre respecto de algún asunto puntual). Ignoro, sin ir más lejos, si has
residido, aunque más no fuera durante lapsos breves, en algún otro país, además
de Italia. ¿Puede ser que me cuentes en qué barrio naciste y cómo siguió tu
derrotero en lo que concierne a viajes y residencias?
WM - Bueno, comencemos en todo caso por mi nacimiento,
que según me contó mi madre, más comunicativa que papá, fue en el Instituto del
Diagnóstico que, por aquel entonces, estaba ubicado en la avenida Córdoba y
Ecuador. Eso fue un 29 de julio de 1940, a las 17.15, para ser precisos. Era un
día de lluvia muy fuerte. En realidad en la Ciudad de Buenos Aires no viví de
niño mucho tiempo. En 1946 emigramos hacia el norte de la Provincia, a
Martínez, donde estuve hasta 1953. A partir de 1954 entré al seminario menor de
Bernal; y allí me recibí de maestro normal nacional y completé los estudios de
filosofía. En 1960 ya estaba instalado en Ramos Mejía, donde comencé mi trabajo
de maestro, pero sólo por tres años, ya que a fines de 1962 me enviaron a
Turín, Italia, para estudiar teología en lo que inicialmente fue el PAS
(Pontificio Ateneo Salesiano), transformándose en 1965 en UPS (Universidad
Pontificia Salesiana), ya con sede en Roma. En 1966 volví a la Argentina, y
mientras seguía la carrera de Letras en la UCA, daba clases de lengua y
literatura griega y latina en Ramos Mejía. Estuve luego tres años en el Colegio
León XIII, ubicado en la calle Dorrego al 2100, para volver a partir de 1971 a
la zona oeste, primero Ramos Mejía y luego San Justo.
Fui teniendo cargos
de cierta importancia en la Institución Salesiana: primero como director y
rector de un colegio, luego como vicario inspectorial de una zona, para
terminar siendo inspector provincial de las obras salesianas de la Capital
Federal, Santa Cruz y Tierra del Fuego, con sede en la Ciudad de Buenos Aires,
zona Almagro, en donde residí desde 1982 hasta 1989. Por motivo de mi trabajo,
en esos años viajé mucho a Europa; y entre 1977 y 1988 permanecí por largos
períodos en Roma, integrando equipos de elaboración de documentos, como la
“Ratio studiorum” de los salesianos, es decir, la planificación de los estudios
en la formación de los nuevos religiosos.
En marzo de 1982,
la federación de todas las órdenes y congregaciones de hombres (díganse,
dominicos, franciscanos, redentoristas, salesianos, jesuitas, maristas,
lassallanos, hermanos de San Juan de Dios, agustinos, etc.), me eligieron
presidente de esa entidad denominada CAR (Conferencia Argentina de Religiosos),
cargo que mantuve por dos períodos hasta marzo de 1988, y que me obligó a
viajar, además, por todo el continente americano. Eran habituales las reuniones
en los países limítrofes; pero debí asistir a reuniones incluso en Panamá,
Guatemala, Haití, países menos frecuentados en el periplo de encuentros y
reuniones.
Realicé viajes y
tareas que me llevaron por muy distintas naciones de Europa, como Eslovenia,
Croacia y Serbia, Bulgaria, Turquía y Grecia. Llegué incluso a Israel y Egipto;
recuerdo mi llegada problemática a Tel Aviv, porque como llevaba
correspondencia para los salesianos de Cremisán, Belén, me tuvieron detenido en
el aeropuerto, con la sospecha de ser un agente de alguna entidad internacional,
lo que quedaba casi demostrado por los sellos de tantos países en mi pasaporte.
Pero lo que recuerdo con más impresión fue mi viaje a Angola, para ver a los
primeros salesianos que se habían establecido allí hacía apenas un año, porque
era una zona africana que patrocinábamos desde Argentina, Brasil, Uruguay y
Paraguay. El país estaba en plena guerra civil entre las fuerzas del Presidente
José Santos y el insurgente Jonathan Zabimbi; por ese motivo no pude llegarme
hasta Luena desde la capital Luanda, en donde paraba. Sin embargo, al uruguayo
Pepe Uría se le ocurrió que debía llegarme hasta su parroquia de Calulo,
pasando el río Kuanza. Y para allá nos fuimos, a pesar de que la embajada del
Brasil había dado el alerta de que las tropas rebeldes andaban por esa zona. De
hecho, cuando llegamos al gran río que divide en dos el territorio nacional,
nos pararon soldados de las tropas cubanas, allí apostados, y nos sugirieron
muy amablemente que diéramos la media vuelta. Pero como Pepe insistió en que no
podía dejar abandonada a la gente de su parroquia, hacia allí nos fuimos. Todo
fue una fiesta; el centro parroquial extraordinario, la gente de una calidez
total. Saqué fotos a diestra y siniestra. Al final de mi visita de tres días,
pude regresar sin inconveniente alguno, esta vez camino a Dondo, un 2 de
septiembre. Al día siguiente, corrió como un reguero de pólvora la noticia de
que las tropas revolucionarias habían entrado en Calulo, y secuestrando a
varias personas, el primero a Pepe Uría, el párroco. Y se llevaron a los
cautivos a través de la selva caminando casi durante cuatro meses, soltándolos
recién en la Navidad de ese año 1983. Mis fotos pasaron inadvertidas por la
aduana cuando salí del país; y a pesar de que viajé en un avión militar con
heridos de guerra rumbo a Belgrado, esas imágenes se transformaron en el
testimonio de un trabajo riesgoso y de una vida precaria en plena guerra civil.
Pero umbundos y kimbundos, en ambas márgenes del Kuanza, nunca perdieron su
alegría. Todavía me parece verles una sonrisa maravillosa. Llegué a Roma sano y
salvo y todavía con algo de voz para contar…
A fines del año
1989 sucedió un cambio y una toma de decisión fundamental en mi vida: el
alejamiento de la vida sacerdotal y de la iglesia. Los motivos de viraje tan
violento quedaron enumerados en una carta a mis superiores que se hizo pública.
El asunto da como para un libro. Conseguí entonces ubicarme en el departamento
en donde vivo actualmente, en el Abasto, gracias a la ayuda de amigos y de la
misma institución salesiana. Por ese entonces yo no sabía que había nacido a
cuatro cuadras de aquí, ni tampoco que ésta iba a ser mi casa en la que viviría
por más tiempo, alrededor de veinte años. Había conseguido unas pocas horas de
clase en Castelar, y me moría de hambre.
Como un antiguo
compañero de mis años juveniles me ofreciera un trabajo de pedagogo en el
Instituto Oasi de Troina, Sicilia, con un generoso sueldo y la posibilidad de
investigar sobre escuela y discapacidad mental y la inserción de los padres en
la “escuela de todos”, sin pensarlo demasiado, preparé mis valijas y decidí
emprender viaje, imaginando que me quedaría ya para siempre en esa nación, a la
que reconocía como “madre de mi formación cultural y artística”. Allí viví tres
años de trabajo, feliz por las posibilidades que se me daban, incluso para
participar en congresos europeos, como fue el caso de Alemania y Portugal,
llevando mis trabajos de investigación, mientras publicaba las conclusiones en
la revista de la Institución, convirtiéndome en colaborador. Y hasta tenía
posibilidad de relacionarme con escritores del lugar, como fue el caso de Luigi
Ruberto. En esos tiempos, viajaba en forma permanente a Múnich, en donde vivía
con su familia, mi ex alumno Miguel Macek, de origen esloveno, convertido ahora
en psicólogo social. Fueron años de mucha producción literaria.
Pero no podría
haber adivinado nunca que en junio de 1993 fallecería mi padre repentinamente.
Ya mi hermana Marta, tres años más joven que yo, había fallecido en 1982. Y mi
hermano Horacio, el tercero, requirió mi presencia en Buenos Aires, porque él
mismo no estaba bien; de hecho falleció tres años después. Ante este panorama,
al volver, decidí quedarme en la Argentina y ya nunca pude regresar a Europa.
Como conseguí un trabajo de delegado inspector de una jueza de menores en los
Tribunales de Talcahuano y Lavalle, logré hacerme cargo de un menor en riesgo,
de Quilmes, que se transformó de inmediato en mi hijo del corazón, Alejandro
David.
Por ese entonces,
me pareció encontrar mi lugar en el mundo en La Coronilla, última población
sobre la ruta 9, antes del Chuy, frontera con Brasil, en la República Oriental
del Uruguay, punto de referencia de una mínima actividad comercial y playa de
mi contemplación del mar. Desde hace dieciséis años, voy y vengo en forma casi
permanente. Allí descanso, allí escribo; y de allí salieron obras como “La Proctomaquia…”, “El mar y la hoguera”, “Mi
reino será el mar”, “Volver a La
Coronilla” y otros últimos textos.
7 - No sólo
pertenecés a la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina, sino que,
fuiste secretario de esa entidad durante un año. Por lo cual te convoco a que
nos trasmitas cuál ha sido el origen de su fundación, cuándo, su
funcionamiento…
WM - En realidad son tres las sociedades de escritores
a las que estoy afiliado como socio; la SADE, la tradicional Sociedad Argentina
de Escritores, con su antigua sede en la calle Uruguay, fue la primera. Y sigo
pagando mi cuota social, aunque voy poco. En 2001 Víctor Redondo capitaneó una
especie de rebelión contra la SADE, por diversos motivos, algunos de los cuales
tuvieron bastante trascendencia. Decide entonces crear una nueva entidad, la
SEA, la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina. Me acuerdo que
suscribimos el acta fundacional casi doscientos participantes. De hecho, tengo
el número de socio 124, siendo de esa primera camada. La SEA prometía luchar
por el reconocimiento de los derechos de los escritores. Se logró, después de
las primeras estrecheces, tener una sede realmente cómoda, por comodato, en el
2° piso de la Estación del Ferrocarril Sarmiento. Y el momento culminante de la
lucha llegó en el 2009, cuando se consiguió que la legislatura de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, con la abstención de los legisladores oficialistas del
PRO, lograra la aprobación del RAL, Reconocimiento a la Actividad Literaria,
subsidio equivalente a una especie de jubilación. Por suerte Macri no vetó la
nueva ley.
Por ese entonces
los integrantes de APOA, la Asociación de Poetas de la Argentina, se reunía
asiduamente en el Bar Bukowski, siendo su presidente Cayetano Zemborain. Adherí
también a este movimiento, sobre todo porque trata de llevar la poesía a las
escuelas y centros de salud. En el seno de esta organización nació la
iniciativa hace cinco años de reunir a jóvenes poetas, menores de treinta años;
el nombre de estos encuentros anuales se denomina “Juntada” y abarca a jóvenes
de todo el país, con una visión realmente federal. Celebro esta actividad, que
acompaño, observando motivaciones, estilos, eventos y grupos de los jóvenes en
distintos puntos, como en la Juntada, en la F.L.I.A. (la Feria del Libro Independiente,
Autónomo, Autogestivo, Anárquico, y todo lo que la A pueda querer decir), en
Vivaldi Libros Bar. Creo que lo que he ido escribiendo en estos años, a manera
de ensayos de observación, me hacen sentir en continuidad con el trabajo de mis
épocas de docente, mientras que, al mismo tiempo, la creatividad artística
juvenil me produce una enorme felicidad.
*
Wenceslao Maldonado
selecciona para esta entrevista, en 2013, seis poemas de su autoría (2006-2012),
pertenecientes a “Recorridos breves de un largo itinerario”, recopilación de
recopilaciones en cinco libros:
1.-
levedad
de voces
en los
labios
y
nada más que alas
en
la respiración
hasta
espantarme
(del libro primero RESQUICIOS, palabra,
2006)
2.-
desbordada
mi
locura levanta
su
barrilete de fantasía
por
cielos de libertad en las esferas
más
azules de la altura
y
despliega
(creo
que sin vergüenza)
todo
su deseo de un baile despreocupado
(ante
el quiebre de las censuras)
todo
el gesto de sus brazos y sus piernas
(ante
la burla del conformismo ciudadano)
toda
la algarabía de su vestido en giros
(ante
el malhumor que no respeta)
y
mira lo que es
en
el espejo interior del sentimiento
(en
la carta de identidad de su existencia)
y
baila baila baila
a
viento suelto a cielo abierto
y
ríe ríe ríe
la
risa cuanto se quiera
mientras
el cuerpo define
en
el aire enloquecido de la altura
la
elección del movimiento
(del libro segundo PROYECTO DE UNA VIDA PARA DESPUÉS, apuntes para una vida nueva, 2008)
3.-
no me fue fácil
hacer
las paces
con
el que fui
pero
ahora
puedo
despedirme de él
como
si hubiéramos sido siempre
buenos amigos
(del libro segundo PROYECTO DE UNA VIDA PARA DESPUÉS, acta póstuma, 2008)
4.-
sabe
que no puede
decírselo más que a sí mismo
este espacio sin medida
con el sol derrumbado
en todas las distancias
sudoroso caminar sin rumbo
con pesadumbre sin saber por qué
no sabe
que es más que un caminante
tal vez un nómada olvidado
alguien de esa especie humana
que se fue dispersando
en la soledad de los afectos
en la vasta diferencia de la idea
sabe
que no hay un punto fijo sospechable
de ser el final
un árbol por ejemplo
o una casa en la lejanía
o un río que divida las comarcas
del silencio y la rutina
aunque fuera un agua
aburrida de estancarse
o una nube que marque alguna altura
no sabe
si hay altura o qué distancia
habría hasta el horizonte
porque la línea que cierra las
fronteras
tal vez esté arriba
o a lo mejor pertenezca a los
senderos
ahora desandados
perdidos en el cansancio permanente
de no poder recostar las fantasías
y sabe
que tendrá que seguir caminando lo
que sea
hasta que ya no pueda más
hasta que las piernas rígidas se nieguen
a otro paso ciego
y no sabe
hasta dónde habrá llegado
y desde dónde vino
y para qué caminó tanto
y qué hay más allá
de la ceguera
(del libro tercero CICATRICES, desierto,
2010 )
5.-
es esta ausencia hijito…
obligado
a dejarte que te fueras
aunque
te tenía de la mano
destruyendo
el adiós
vaciando
los abrazos
dejando
mudas las palabras
y
hoy tan lejos...
yo
que intenté ser padre y madre
de
tu orfandad en ronda por la calle
cuento
todavía
los
días terribles del silencio
los
años dolorosos de la pérdida
que
se ahonda más y más por este hueco
y
me empuja a rondar por tantas calles
de
tu soledad
(del
libro cuarto DESOLACIÓN Y CANTO poema 35,
2011)
6.-
la noche en la palabra
escarba
los sentidos posibles
que la garganta no expresa
descubre riquezas que se esconden
en la sutil fragilidad de lo profundo
muy adentro de uno
o tal vez encuentra
socavones del miedo y de la duda
desconocidos
(del libro quinto LA NOCHE EN LA PALABRA poema 5, 2012)
*
En la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, Wenceslao Maldonado y R. R., 2013.
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