LA
PÉRDIDA
La duda comenzó a penetrar en la
mente de Elisa. El día anterior había asistido a un evento especial, fue
invitada a festejar su cumpleaños número ochenta. Para la ocasión se colocó su
mejor atuendo y para mayor brillo, se colocó una hermosa pulsera de oro.
Fue el día anterior a la visita de
Roxana, quien era su mejor amiga. Claramente recordaba haber regresado muy
cansada. Al desvestirse había colocado la joya sobre la mesita de noche. Al
siguiente día, no había tenido la preocupación de guardarla en el cofre que
mantenía con llave. A los minutos de haberse retirado su amiga, recordó la
pulsera, pero no la encontró. Desesperada, la buscó en varias partes sin ningún
resultado. En su nerviosismo, inmediatamente, Elisa llamó por teléfono a
Roxana, y en un tono un poco alterado le preguntó si había visto la pulsera.
Algo dolida y extrañada, su amiga le contestó que no tenía idea de su
existencia.
Roxana era su gran amiga; cuando no
podía acudir a su departamento la llamaba por teléfono, a veces dos veces
durante el día, asegurándole que si necesitaba comprarle un remedio u otra
diligencia, acudiría inmediatamente a solucionarle el problema.
Ahora, dolida, dejó de visitarla, a veces
sólo la llama para saber de su salud. Cada día Roxana comienza a percibir que
aquella amistad que las unía va desapareciendo.
También Elisa, sabe que ha perdido a
su mejor amiga, que siempre había demostrado gran preocupación por ella. Su
desilusión ante tan grave hecho la lleva a postrarse en cama.
Elisa, hoy se está peinando frente
al tocador, ve relucir un objeto. Lo toma y no sabe cómo ha llegado hasta allí,
ni para qué sirve, menos su valor. Es una
hermosa pulsera de oro.
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