EL
ENCUENTRO
Había transcurrido una semana desde aquel
sábado, cuándo cercano a la medianoche, sellaron el compromiso de encontrarse.
Se habían
puesto de acuerdo temprano. En este momento estaban en la intimidad de una
pieza de un hotelucho, en el barrio Chino de Valparaíso.
Él,
recostado sobre la cama, la esperaba desnudo. Al poco rato ella salió del baño.
Su aparición en la pieza le provocó al hombre, deseo furioso de tenerla junto a
él. La mujer pareció sentir lo mismo.
Pronto
se unieron en un fuerte abrazo y no hubo palabras. El hombre apreciaba una
suavidad de seda al recorrer su piel juvenil. Sus bocas se juntaron largamente,
casi no se escuchaba su respiración, era como si ambos tragaran el aliento del
contrario. Aquellos cuerpos se
convirtieron en uno solo, a través del
inmenso goce de fuego que ambos sentían.
No
hubo palabras, no eran necesarias, el silencio había alejado los ruidos que
provenían desde lejos e intentaban llegar a través de una ventana medio
cubierta con un vidrio sucio.
Ella
dormía plácidamente, mientras él recordaba lo anterior, acariciando su negra
cabellera que reposaba lánguidamente sobre la almohada.
Escucho
una alarma, la de su celular. Con mucha calma comenzó a vestirse. Luego hundió
su diestra en uno de los bolsillos, para dejar sobre el velador unos billetes y
salir silenciosamente del lugar. Su
familia lo requería.
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