Cien cronopios & Cien Cortázar
Por Reynaldo García Blanco
Fue la bibliotecaria
Martha Picart la primera en presentarme a Julio. A Julio Cortázar quiero decir.Me
lo presentó en forma de Rayuela (Creo
que era una 3ra o 4ta edición de Sudamericana) Fue más o menos el 15 o 16 de
septiembre de 1983.Lo recuerdo muy bien pues a mi padre le dio un infarto
mientras escuchaba una pelea de boxeo entre el peruano Orlando Romero y el
norteamericano Ray Mancini. Y allí, en una fría sala de espera en el área de
cardiología, de un hospital de provincia, comencé a entrar en el mundo
cortazariano.
Ahora que se cumplen cien años del
nacimiento del Cronopio mayor intento descifrar la historia de vida de algunos
de sus libros que desde entonces me acompañan.
He tenido varios ejemplares de Rayuela.Tuve una edición de lujo que
regalé al poeta mozambicano Florindo Mudender. Luego la vi en manos de un
cubano, compañero de estudio en la Universidad de
Oriente.Ahora me acompaña, la ya maltrecha y de cubierta descolorida
primera edición de Casa de las Américas.Libro que forma parte de la Biblioteca circulante
del proyecto Aula de Poesía.
La vuelta al día en ochenta mundos (Siglo XXI Editores) y Cuentos (Selección y prólogo Antón Arrufat. Casa de las Américas)
me los prestó en cierta ocasión el fraterno de
Los Quemados, Rito Ramón Aroche y no he tenido valor de devolverlos.
Desde Buenos Aires, la dilecta Lina
Caffarello me envió Prosa del
observatorio, publicado por Editorial Lumen/Ediciones de la flor.Con una nota
de contracubierta de Cristina Peri Rossi. Es un librillo hermoso y raro, al que
vuelvo de vez en vez como un asesino al lugar del crimen.
Nicaragua tan violentamente dulce (Editorial Katún S.A, 1984) lo compré a precio de café
expresso, en la
Librería Renacimiento, cuando era administrada por Pepe
Cortés.
Octaedro y Bestiario (Sudamericana) los rescaté de
un enorme bolso de nylon cuando ya iban rumbo a materia prima procedentes de la Biblioteca provincial Elvira
Cape, tema que relaté metafóricamente en Los
crímenes de la calle Heredia.
Desde New jersey, el voraz lector y
amigo Eduardo Méndez, apoyado en las facilidades que da la compra por Internet me hizo llegar
a la Librería Ateneo
Papeles inesperados (Alfaguara).
En algún lugar de mi laberíntica biblioteca
debe estar un número de la
Revista Matanzas
que dirige el poeta y editor Alfredo Zaldívar Muñoa, con un dossier
cortazariano.
En mi libreta de Libros prestados hago
formal declaración que el poeta Eduard Encina no me ha devuelto: Libro de Manuel; Final del juego; Los reyes
y Las armas secretas (Todos en esa
colección de tapas amarillas que Editorial Sudamericana , de Buenos Aires y
Alianza Editorial, de Madrid, publicaron hacia 1970 y tanto).
En mis sucesivas mudanzas perdí El perseguidor y otros relatos (Arte y
Literatura) así como Todos los fuegos el
fuego y Los Premios.
62/ Modelo para armar
intenté robarmelo en una Feria Internacional del Libro pero resultó negativa la
operación. Historias de
cronopios y de famas; Último
round; Presencia; Pameos
y meopas y Salvo el crepúsculo, son libros que vienen y van de mis
manos a esos lectores y lectoras que llegan, te besan, te piden un libro y casi
nunca vuelven a regresar.
Desde el ya lejano septiembre de 1983 he
venido entrando y saliendo a ese mandala y laberinto que es la obra de Julio
Cortázar. Desde entonces han sido otras las repercusiones del jazz.Desde que
asístí a la muerte de bebé Rocamadour y el monólogo de la Maga he mirado la vida con
otra distinción.
¿Por qué no me resultan tan ejenos
personajes como Oliveira, Morelli, Gregorovius, Babs, Etienne, Talita, los
Cronopios, los Famas y el genial y sencillamente: Un tal Lucas?
Cuando entre amigos hablamos de Cortázar
y en lo particular de Rayuela, me
gusta recordar a don José Lezama Lima cuando dijo: Habrá siempre que escoger entre la muerte, el circo y el manicomio, y
la novela de Cortázar es como un arca donde esas tres palabras anillan y
sueltan sus metamorfósis.
Y me gustaría terminar este palabrerío
por el centenario de Julio Cortázar (Ixelles, Región de Bruselas, 26
de agosto de 1914 - París, 12
de febrero de 1984) recordando al poeta que fue y que tan poco se menciona.Dejo
a manera de muestra un texto que escribió en francés y fue traducido por quien
fuera su primera esposa, la traductora argentina Aurora Bernández y que también
lo acompañó en los últimos momentos de su vida.Un texto que me hubiera gustado
haber escrito pero un tal Julio florencio Cortázar se me adelantó.
Lo
que me gusta de tu cuerpo…
Lo que me gusta de tu cuerpo es el sexo.
Lo que me gusta de tu sexo es la boca.
Lo que me gusta de tu boca es la lengua.
Lo que me gusta de tu lengua es la
palabra.
Hermoso recorrido por la bibliografía de nuestro Cronopio mayor. Mil gracias.
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