Eugenia Cabral: sus respuestas y poemas
Entrevista realizada por Rolando Revagliatti
Eugenia Cabral nació el 29 de noviembre de 1954 en Córdoba
(ciudad en la que reside), capital de la provincia de Córdoba, la Argentina. El 1981
fundó junto a los poetas Hernán Jaeggi, Susana Arévalo, César Vargas y Carlos
Garro Aguilar, el grupo literario “Raíz y Palabra”. En el período 1988-1992
estuvo al frente de Ediciones Mediterráneas, sello abocado a la difusión de
poetas de su provincia. Durante 1991-1993 dirigió la revista “Imagin Era – La Creación Literaria”.
Colaboró, entre 1993 y 2000, en el suplemento cultural del periódico “La Voz del Interior”. Es asesora
literaria desde 1996, junto al director Paco Giménez, del teatro “La Cochera”. Ha coordinado
talleres literarios en la Universidad Tecnológica Nacional (Facultad
Regional Córdoba) (1994), la galería de arte Marchiaro (1993), la Biblioteca Popular
“Libertad” (2010-2011), las cárceles de Villa María y penitenciaría de Córdoba
y la Biblioteca
Provincial para Discapacitados Visuales (2010-2013). Mantuvo www.losviajadores.blogspot.com.ar entre 2010 y 2012. En 1986 formó parte del núcleo fundador de la Primera Feria del
Libro organizada por la
Municipalidad de la ciudad de Córdoba. Presidió la delegación
Córdoba de la Sociedad
de Escritoras y Escritores de la
Argentina (SEA). Ha sido miembro honorario de la Escuela Freudiana
de Córdoba. Es vocal primera de la comisión directiva de la Biblioteca Popular
“Libertad. Para la integración latinoamericana”. En 1999 se editó su libro de relatos “La almohada que no duerme”. Y entre 1986 y 2012 fueron apareciendo sus poemarios “El buscador de soles”, “Iras y fuegos – Al margen de los tiempos”,
“Cielos y barbaries”, “Tabaco” , “En este nombre y en este
cuerpo”. Es la responsable y prologuista de “Poesía actual de Córdoba – Los
años ‘80” (Ediciones Mediterráneas, 1988) y quien tuvo a su cargo el
estudio preliminar del volumen “Un golpe
de dados, poema de Stéphane Mallarmé” (Editorial Babel, 2008). Su quehacer
ha sido incluido, por ejemplo, en “Antología
poética – Grupo Raíz y Palabra”
(1984), “Desde Córdoba 20 escritores”
(1986), “Los poetas de acá – II”
(1993), “Poetas 2” (selección y
prólogo de Juano Villafañe, Ediciones Desde la Gente, Buenos Aires, 1999), “Árboles nativos del centro de Argentina” (estudio ecológico
realizado por Ulf Ola Karlin y Pablo Demaio, 2002), “La tierra del conjuro” (selección e introducción de Andrés Utello,
2005), “La pisada del unicornio” (libro
CD-ROM del proyecto “Escritura por la identidad”, coordinado por Mariano
Medina, Edición de Teatro x la
Identidad y Abuelas de Plaza de Mayo, 2006), “Zepol (Variaciones en torno a la desaparición de Jorge Julio López)”
(2009). En 1991, en reconocimiento a su labor literaria y cultural, le fue
concedido el Premio de Poesía “Instituto CIDAM”, así como en 2011 fue
distinguida con la Ley
9578 de Reconocimiento al Mérito Artístico de la Provincia de Córdoba. Su
pieza teatral “El prado del ganso verde”,
ambientada en la batalla de Goose Green, durante la denominada guerra de
Malvinas, fue estrenada en el teatro La Cochera en diciembre de 2013, con la dirección de
Giovanni Quiroga. Permanece inédito su libro “Vigilia de un sueño. Juan Larrea: apuntes sobre su residencia en
Córdoba, Argentina (1956-1980)”, que comprende un ensayo basado en
investigaciones bibliográficas y documentales, un apéndice con trece
entrevistas a personas que conocieron al autor y otro con documentos
fotográficos nunca antes dados a conocer.
1
– Es acercándote a tus treinta años, Eugenia, y todavía durante la última
dictadura cívico-militar, cuando con otros poetas fundás “Raíz y Palabra”.
¿Cuáles fueron los lineamientos, los objetivos de aquel grupo literario? ¿Qué
actividades promovieron? ¿Durante cuanto tiempo?
EC - “Raíz y Palabra” surgió como respuesta a la
censura literaria y destrucción de material bibliográfico (quema de
bibliotecas) impuesta por la dictadura militar. Casi todos éramos o habíamos
sido militantes de diferentes partidos de izquierda y necesitábamos responder a
la represión y la censura, por alguna vía. Por otra parte, veíamos que los
escritores del Partido Comunista y del Socialismo seguían escribiendo con
recetas realistas o populistas y, aunque teníamos actitud e intención política,
lo que amábamos era la poesía, sin recetas de ningún aparato partidario. Entre
1981 y 1985 promovimos lecturas públicas de poesía, intentamos la utopía de
recuperar la SADE
para los escritores, presentamos una antología con poemas de nuestros
integrantes, participamos en actos por los Derechos Humanos, etcétera. Pero lo
esencial era que desde nuestra formación como grupo encarnamos una respuesta a
la que comenzaron a adherir escritores, músicos, pintores. Había quienes no
formaban parte del grupo pero se integraban en cada propuesta agregando lo
suyo. En 1986 y 87, “Raíz y Palabra” con otros autores formamos el “Movimiento
de Escritores por la Liberación” y publicamos tres números del periódico
cultural “El Cronopio”. En septiembre de 1987 sufrí un accidente de tránsito
muy grave y, desde allí, por razones obvias, César Vargas –que era mi pareja y
papá de mi hijo de tres meses en ese momento- y yo, dejamos de participar,
aunque todos los escritores de Córdoba, prácticamente, estaban permanentemente
ayudándonos.
2 - ¿Qué autores llegó a difundir
Ediciones Mediterráneas?
EC - Ediciones Mediterráneas comenzó con la
publicación de “Poesía actual de Córdoba-
Los años ’80”, que prologué y antologué. Allí sólo tomé autores de mi
ciudad, sobre los que tenía abundancia de datos y materiales, pues si hubiera
tomado el interior provincial lo único que conocía eran los nombres notables. Y
no quería hacer eso.
Algunos títulos publicados
después: “Hijos del sol”, de Jorge Torriglia (1988), autor de Villa
María; “La carga”, de Pedro Jorge
Solans (1989) y “Fisura” de Sergio Silva (1989), autores de Villa Carlos
Paz; “El mago”, de Marcelo Torelli (1989); “El escriba de los epitafios”,
de César Vargas (1990).
3 – Es probable que haya llegado a mí, cuando salía, algún número de “Imagin
Era”. O quizá sólo supe de su existencia y me quedó resonando el título. Te
pido que la describas y, también, que nos refieras cuáles han sido algunos de
los escritores difundidos y en qué géneros.
EC - “Imagin Era” fue un proyecto editorial que pretendía refrescarse del
tedio de la etapa del menemismo. Utópico, por eso el título. Queríamos reflejar
un diorama de voces, sacudir las cortinas polvorientas de ese estilo light,
como si la literatura y el arte fuesen yogurt descremado. A pesar de su
limitación comercial –razón de su final-, difundió poesía, cuento y ensayo
escritos por autores de Córdoba, aunque ya no residieran en ella. Se presentó
en el instituto CAyC, de Buenos Aires; consiguió un buen comentario en “Diario de Poesía”; fue incluida en un catálogo
del Museo de Arte de las Américas, de Washington. En fin, algo logramos. Entre
los nombres que publicamos y hoy se conocen ampliamente, están el del novelista
Carlos Busqued, la cineasta Paula Markovitch y la artista plástica Anahí
Cáceres. Las ilustraciones fueron de Oscar Páez, Crist, Verónica Amaya. En las
plaquetas, muchos nombres que no cobraron notoriedad, pero hay textos valiosos,
como el de Hugo Busso, un filósofo que ahora reside en España.
4 –
En el ’96 te asomás al mundo del teatro (o quizá ya te habías asomado y es en
ese año que empezás a involucrarte). Lo cierto es que “de menor a mayor” llegás
a concebir una pieza de tu absoluta autoría (estrenada e inédita). ¿Nos
trasmitirías cómo ha ido fluyendo en vos esta inserción de ya más de tres
lustros, aportando, colaborando, seleccionando? ¿Cuándo se produce el giro
tendiente a la concreción de “El prado del ganso verde”? Y teniendo en cuenta
que hace poco “debutaste” como dramaturga en una sala y con actores
representándola y público asistiendo, ¿cómo –cuánto- exactamente te movilizó?
EC - Es cierto, al mundo de teatro me había asomado desde niña, participando
en el elenco de la Provincia,
pero era un juego. Después comencé a asistir a funciones de teatro y fui
tomando el lugar que elegí definitivamente: el espectador. Paco Giménez, antes
de proponerme que colaborase en la adaptación de “Un tranvía llamado deseo”, me conocía de asistir al Teatro La Cochera. Digo que mi lugar es
el del espectador incluso aunque haya escrito un texto para ponerlo en escena, pues
sigo siendo el que toma asiento en la platea.
Desde 2001 Paco Giménez me pidió otro tipo de trabajo, consistente en
analizar los textos como a mí me pareciera. Estrictamente buscar en cada texto
en particular, sin mapa previo. Relaciones entre personajes, relaciones con el
contexto histórico, lingüístico, artístico; entramado de situaciones, todas las
variantes posibles. Mi tarea fue ampliar la visión de cada obra, de cada autor,
para aportar a la idea original y dirección de Paco y a la creación colectiva
de cada elenco.
Antes de “El Prado del Ganso Verde” había
intentado escribir dos o tres textos teatrales, pero no fluyeron como debían. En
este caso, hubo en 2012 una convocatoria a un concurso sobre el tema de la
guerra de Malvinas –no recuerdo cuál era - y escribí para enviar. Había estado
reuniendo algunos discursos de héroes reales -americanos, sobre todo- que me
interesaban para elaborar una propuesta teatral. Venía pensando en uno del
Comandante Prado, casi al final de su libro “La guerra al malón”. Ese párrafo tiende un puente de significados
históricos entre la denominada Conquista del Desierto del siglo diecinueve y la Guerra de Malvinas. Y escribí
con el mismo criterio o actitud que ponía en los análisis: ofrecer a los
actores y al director un texto para que puedan trabajar. Teníamos la ventaja de
que ya habíamos participado juntos en otros espectáculos de La Cochera, eso facilitó la
experiencia. Lo que más me movilizó fue ver convertirse un texto en acciones,
imágenes, sonidos. O sea, volví al lugar
del espectador, o nunca me moví de allí. Luego, la repercusión de un tema tan
complejo y sentido por mis compatriotas en un público específico, el de teatro.
Además, descubrir que los jóvenes no saben mucho que digamos de ninguno de esos
dos conflictos, por ejemplo, y que pese a ello entienden la propuesta y les
despierta interés. Eso fue muy gratificante.
5 – Desde luego, en tu labor de
coordinadora de talleres literarios, que lo hayas sido también en ámbitos
penitenciarios, promoverá en muchos de nuestros lectores el interés por conocer
lo que vos quieras trasmitirnos sobre dicha singularidad (la cual, entiendo, ya
un cierto número de escritores viene desarrollando en nuestro país).
EC - Las cárceles fueron experiencias difíciles
de abordar, en el plano emocional. El preso común es una especie de misterio
para mí. No puedo comprender cómo hacen para soportar la prisión. Reconozco que
en eso la limitación es mía. Hay colegas que trabajan desde hace muchos años en
las cárceles, como Andrés Utello, en Villa Dolores. Yo sólo pude soportar un
año. Sin embargo, logré que produjeran –tanto en Villa María como en Córdoba-
buena cantidad de textos y sostener una relación amable y distendida. Los traté
como iguales en cuanto a capacidad, explicándoles que todos los seres humanos
poseemos tres facultades universales: la observación, la memoria y la
imaginación. Los ejercicios literarios se basaban en eso. También me permitió
explicarles que autores como Shakespeare no eran difíciles de entender por los
temas que tratan, sino que la dificultad principal consiste en que utilizan un
lenguaje muy antiguo, que ya pocas personas conocen.
6 – Quería que supieras que
estuve releyendo tus respuestas en http://lapoesiapregunta.blogspot.com.ar/2011/12/eugenia-cabral-cordoba1954.html y
que confirmo que ellas están, para mí, entre las más comprometidas con la
propuesta que conlleva el Cuestionario Schmidt.
Y conecto con esto: ¿sólo manejaste el blog Los Viajadores? ¿Por qué
razón no persististe? ¿Algo te decepcionó? ¿Lo retomarías?
EC - Sí, sólo incursioné en Los Viajadores.
Después tuve la mala idea de entrar en Facebook y me envicié. Todo parece más
fácil. Pero tengo que volver al blog, porque quiero pasar todo lo de “Dulce
Vecino”, mi compilación de textos y documentos gráficos sobre Juan Larrea, esa
página que administro. Necesito crear algo más estable que una página de
Facebook. Me preocupa el tiempo que insume la Internet; y fatiga la
vista y la espalda. Lo positivo es que proporcionalmente se consigue mayor
lectura, aunque sea superficial o no, depende, pero hay una circulación
publicitaria. A veces, es importante. Llama la atención sobre un tema, al
menos.
7 -
No quiero dejar pasar la oportunidad de inquirir sobre tu participación en “Árboles nativos del centro de Argentina” y
en el libro CD-ROM. Y si bien para los “locales” consubstanciados el nombre de
Jorge Julio López y su desaparición nos sigue, por lo menos, perturbando, para
los que no estén al tanto, sería oportuno que nos des un perfil de tu “Zepol”.
EC - Mi participación en “Árboles nativos...” fue involuntaria. Mariano Medina, que coordinó
la publicación, tenía el poema que figura allí, pero yo ya lo había desechado.
Me llamó para contarme lo que iba a hacer y respondí que si a él le gustaba, lo
incluyera. Ocurre que no podían proponerme nada más hermoso que publicarme en
un libro sobre árboles, era un sueño no soñado. También fue Mariano
Medina quien me incluyó en “La Pisada del
Unicornio”. Él recopiló material de todos los que figuran en el CD y nos
avisó de la edición, nada más. Pero nos conocemos tanto, de la época de “Raíz y
Palabra” -Mariano era muy joven-, que sabe de lo que se trata cada vez que hace
algo.
En “Zepol”, sí, fui convocada por Iván Ferreyra para escribir algo
sobre la desaparición de Jorge Julio López. El secuestro seguido de muerte es
una realidad que persiste en la
Argentina motivado por distintas situaciones. Trata de
personas, represión policial a ciudadanos comunes. Pero lo de López tuvo
características políticas precisas, demostrando que el kirchnerismo no fue
capaz, pese a su política de derechos humanos, de frenar la actividad de los “desocupados”
del Proceso, que volvieron a tener tarea con ese secuestro, con las muertes y
fugas de militares condenados, con la falta de cooperación ex profeso en la
búsqueda de cuerpos asesinados y de niños secuestrados. En una palabra, la
lucha contra la represión prosigue. Para los trabajadores, para los militantes
políticos, para los ciudadanos en general. Luego, en 2012 y 2013, me ocupé de
la edición del libro “Poesía por Mariano
Ferreyra”, una compilación de textos enviados desde diversos sitios de
nuestro país, por medio de Internet.
8 –
He leído en alguna parte que estabas escribiendo un relato fantástico extenso
cuyo título es “Ahora, en el Paraíso”: ¿lo has concluido? ¿Primera inmersión en
lo fantástico? Y que estabas preparando un volumen con relatos sobre temas
relacionados con la militancia política durante las décadas de 1960, 1970 y
1980: “La flor nacional”. Lo mismo: ¿lo has concluido? Y por extensión,
Eugenia: aparte del libro sobre el poeta español Juan Larrea, ¿qué otras obras
o trabajos tenés “en la gatera”?
EC - Sí, he concluido esos libros. Ya veré si
encuentro editores. “Ahora, en el Paraíso”
es mi primera incursión en lo fantástico pero no sé si el género es fantástico.
Habla de la historia bíblica y de una posible historia no bíblica del mundo.
Qué sé yo.
También tengo unos poemarios,
escritos desde 1997: “Códice”, “Creatura
solar”, “La voz más distante”, que son breves; “La ciudad de amapolas”, “Reloj de esfera”, “La canción de las
contradicciones” y uno más que espera título. Además, fui escribiendo “La ración de pan”, un libro con poesía
política -género que no es apreciado por la crítica, dicho sea con simpatía-; “Informe sobre Mabel y Morgana”, una
nouvelle fallida sobre un caso policial verídico; “Ellas”, “Ellos”, “Cupido”, “Eros”, “Narciso”, “Tánatos”, una serie
de cuentos sobre las relaciones amorosas, probablemente también fallidos;
cuentos basados en personajes o en situaciones de Hans Christian Andersen,
titulados “El ángel de los pobres”, y
poemas cuyo valor aún no consigo evaluar. Como ves, un surtido.
9 – Has divulgado movimientos,
autores, confluencias de tu provincia. Has investigado (y producido) a
propósito de la historia de la traducción y de los traductores de poesía a
través del tiempo en Córdoba, y vos misma has incursionado en estas labores:
¿con qué poetas?
EC - Lo único que traduje fue un poema de Jacques
Prevert y uno de cuatro líneas del
luxemburgués Lambert Schlechter, en ambos casos por no tener a mano una
traducción. No creo realmente haber incursionado en esa actividad, salvo por
poner al alcance del público la que hizo Agustín Oscar Larrauri de “Un golpe de dados”.
10 - ¿Cómo es el mundo de la poesía
en tu ciudad: las tertulias, las lecturas, los bares u otros espacios, los
colegas, los diarios, las radios, todo eso que podríamos llamar “la escena
literaria”? ¿Y qué diferencias apreciás respecto de décadas anteriores?
EC - No participo demasiado en la actualidad, por
motivos de trabajo y de familia. Pero donde asisto, así sea eventualmente o por
invitación, es de mucha calidad, muy diverso en su producción, con gran
participación de los jóvenes. La mayor diferencia que aprecio con el pasado de
los ochenta o de los noventa es
cuantitativo. Alto número de editoriales, nombres, lugares, que me llegan por mail
o por Facebook; no tengo ya un panorama general en cuanto a su estética.
*
Eugenia
Cabral selecciona para esta entrevista, en 2014, seis poemas de su autoría:
Mago dos veces
Hijo y nieto de
hechiceros
es el poeta.
Lee en el fuego
muerto
la primera
intensidad de la llama.
Y adivina su
rostro
en el más oscuro
espejo.
*
Destino
Hija soy de la
ceniza
donde el barro
ha muerto.
Eran las
glaciaciones
sobre el reino
del verdor.
La mano de Dios
que celebró la vida
soplando en los
huesos del hombre
habrá sido plena
de jugos
y frágil de
tiempo.
Ahora
Dios sopla sobre
el fuego
largo y
frío
y se lleva la Historia al infinito.
(De “El buscador de soles”, Editorial Municipal de Córdoba, 1986)
*
Obertura
I.
La voz, seducida por el eco, descendía
en la luz del cielo.
Hace tanto.
Óvalos de cobre
y nácar, detenidos rostros de un vitral;
esparcidas en el
dolor, la orfandad, cantábamos con los ojos entornados y sonreíamos.
Luego, el cielo
se cargaría de nubes y luego, se desataría la tormenta.
II.
Muerte al siglo XX. El deseo es el
terror. La sinceridad es una ermita; el amor, una ermita.
He tallado un
rostro en el cuarzo. Lo he tatuado en la pleura, el ventrículo izquierdo, el
músculo sartorio.
Los bosques
cumplirán un milenio al amanecer.
¿Amaneceremos
con ellos?
Sentir
beethovenianamente es una locura en estos tiempos.
(De “Iras
y fuegos. Al margen de los tiempos”, Editorial Último Reino, Buenos Aires,
1996)
*
Arcano II
Estás quieto y casi serio
sonriendo.
Observas los
pedazos que dejo sobre la mesa,
el abrigo,
la taza.
Trozos, tajos,
aberturas,
desmadejamientos,
yo, la
insensata,
adormilada
–recalando mentalmente en tus brazos-;
barco o sombra
de barca en el agua que deslumbra,
liviana,
cargada,
cargada.
Llega un
barquito cargado de tiempo,
trozos tajos
tientos temores
tucanes trompas
trampas
torpemente insensata
gimiendo en la
oscuridad del tiempo:
nada
comprensible;
una atalaya para
ver tus ojos;
y sentado,
quieto,
casi serio,
me
observas;
danzo;
duplico entradas
y salidas del universo;
algunas puertas
–compruebo- cerradas;
otras y regreso
a ti
dulcísimo
sin acceso a
este laberinto
donde cada
galería
ostenta una
lámpara.
(De “Cielos
y barbaries”, Editorial Alción, Córdoba, 2004)
*
Tabaco
La rabia dura lo que el cigarrillo.
Luego el humo y la ceniza esparcen
la desmerecida
forma de lo que ha sido.
Arder. Arder
como la brasa ambigua
que no es
llamarada ni es ceniza;
entre secuencias
de orden y desorden
arder; arder
cual perfume de maderas;
cual ocaso
–furia postrer del día-
arder; en pausas
de la informática,
detrás de los
envases descartables,
con un sexo
torpe entre torpes manos,
arder. Como sólo
el fuego puede arder.
Como pasión y
soledad pueden arder.
Astro perdido en
la jungla del cielo
tornando a una
casa y a unos padres,
arder.
Solícitamente, en honor de un amante,
arder. Ofrecer
la transparencia y pretenderla
cada vez con menos
fuerza y eficacia.
Arder. En el
templo de los bárbaros.
Arder, tan tenue
como sea posible,
ante la fatiga
de la mirada. Encender
los rubíes de la
culpa entre el lodo funeral
y las arenas
donde el hedor de lo muerto
sobrevive (¿para
qué?) sin condena ni justicia.
En el horno de
los bronquios se caldean
la sinrazón de
existir abominando
y el humo:
símbolo de olvido e impotencia
de querer
retener lo que se esfuma
-antes eterno,
ahora fugitivo-,
breve danza de
amor entre los dedos,
ocaso que
arrastra el cuerpo del día
-iluminado de
amor- a oscura gruta,
para escandir las
formas de la noche
cual sílabas de
un poema revelado.
(De “Tabaco”,
Editorial Babel, Córdoba, 2009)
*
Bautismo
He temblado junto a la pila bautismal
en la iglesia a
oscuras. He temblado al verte de perfil
porque parecías
un galo de la Alta Edad
Media.
El techo de la
nave central es combado y tiene costillas doradas
y pinturas en
rojo. Temblaba en esta ciudad americana
y te señalé los
santos tallados por aborígenes,
a lo largo de la
nave izquierda. En esta ciudad o en esotra.
Somos
criollos de varias generaciones, argentinos,
de apellido
hispano, de cultura rioplatense,
de costumbres
pampeanas, de silencios federales.
Si festejamos la
patria comemos a la usanza del Noroeste,
si filosofamos
lo hacemos a lo porteño
(la zamba
marechaleana de la escisión).
En esotra ciudad
o en ésta.
Agradecí
a la penumbra
que no le permitiese al temblor
avergonzarme. De
pronto el ritmo de las frases no coincide,
el temblor ha
desencajado alguna articulación.
Como gozne y
goce, una es vértigo, la otra, silbo.
Un
desplazamiento de placas, un prefacio a la falla de San Francisco.
Pero los
desastres de la melancolía se perciben a solas.
Un cloqueo, un
chasquido se levanta con dificultad desde la greda
y, anfibio,
atraviesa el patio, llega a la ventana.
Los dos somos
jóvenes –él de catorce y yo, de doce años- y temblamos,
bajo el hedor
acre de las vestiduras, en el siglo
XIII,
ya no somos
coloniales y barrosos españoles
desafiando a las
autoridades del virreinato:
somos judíos
conversos y sabemos leer.
Después nos
convertimos en arrianos y vuelta a perseguirnos.
Más atrás aun en
el tiempo, éramos adúlteros y nos lapidaron.
Entonces nos
hicimos hinduistas y nos despreciaron.
Cometimos
incesto y nos quemaron.
Mezclamos
nuestras etnias y nos apartaron.
En esta ciudad y
en esotra.
“Amor constante
más allá de la muerte”,
nadie podría
vencernos, salvo una clara eternidad.
Miré hacia el altar católico y sentí
llegar desde vos
esa como
ansiedad fastidiosa, esa exquisita fatiga
que te absorbe
hacia los corredores del laberinto,
como los embudos
de los ríos serranos a los nadadores angélicos.
Y supe lo de
siempre: que, para el gran río,
representamos
apenas un sorbo dulzón, como la sangre,
un puñado de
moléculas y de entropía.
(De “En
este nombre y en este cuerpo”, Editorial Babel, Córdoba, 2012)
Entrevista realizada a través del
correo electrónico: en las ciudades de Córdoba y Buenos Aires, distantes entre
sí unos 700 kilómetros, Eugenia Cabral y R. R., 2014.
No hay comentarios:
Publicar un comentario