UN ANGELITO DE CAMPO
Asistía junto a sus padres al funeral de Florita,
la hija menor de una prima. La pequeñita había llegado apenas al año de vida y
una enfermedad repentina había determinado su prematura partida. La familia
vivía en una casa quinta ubicada lejos de la ciudad, en un sector rural, así es que el trayecto fue largo y triste,
durante todo el viaje, la pequeña los oía comentar acerca del dolor de la familia
por la inesperada pérdida. Apenas llegaron Amelia y sus padres, fueron llevados
a la habitación en que se efectuaba el velatorio. Para la niña fue grande su
asombro al ver a Florita, la pequeña fallecida, vestida de blanco, con un
cintillo de flores en su pequeña cabecita y un par de alas de utilería
colocadas en los hombros. Estaba sentada y varios plumones la afirmaban encima
de una mesa a manera de altar. A su alrededor flores blancas haciendo juego con
la carpeta.
Amelia
preguntó a su madre ¿Por qué la guagüita
estaba ahí, vestida de esa forma y sin moverse? Ella quería jugar con Florita. La
mamá le respondió que la pequeñita ya estaba en el cielo y no se podía jugar
con los angelitos. Agregó que estaba vestida así, según la costumbre de ese lugar. Luego los
adultos se sentaron alrededor del improvisado altar y por mucho tiempo,
alternaron oraciones con palabras de consuelo dirigidas a los papás de Florita.
A menudo los adultos sacaban sus pañuelos para secarse las lágrimas.
Esa noche, Amelia, pronto se quedó dormida
en una cama que extrañó por no ser la suya. Estaba muy cansada después de tan
largo viaje y confundida con aquellas cosas que vio a su alrededor, y que no
comprendió. Decidió que cuando estuviera en su casa se lo preguntaría a su
mamá. De pronto vio como si se tratara de una película, a cuatro niños más
grandes que ella, vestidos con ropas blancas, llevando un cajoncito, también
blanco, adentro iba Florita acomodada entre cojines. La senda de tierra era
larga, y el cortejo lo encabezaba un señor vestido con una bata blanca y larga con
adornos que brillaban al sol de la mañana. Detrás toda la familia vestida de
negro, sonando cual más o cual menos, sus narices con pañuelos blancos.
Si Amelia lo soñó o estuvo presente en la
sepultación de Florita, nunca lo ha podido determinar con exactitud. Durante el
regreso a casa escuchó que la guagua fallecida había sido llevada al cementerio
en la camioneta del fundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario