Rolando Revagliatti respondiendo a Horizonte de Letras
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Rolando Revagliatti
nació en 1945 en Buenos Aires (la
Argentina), ciudad en la que reside. Su quehacer en narrativa
y en poesía ha sido traducido y difundido a los idiomas francés, vascuence,
neerlandés, ruso, italiano, asturiano, alemán, albanés, catalán, inglés,
esperanto, portugués, maltés, rumano y búlgaro. Uno de sus poemarios, “Ardua”, ha sido editado bilingüe
castellano-neerlandés, en quinta edición y con traducción del poeta belga Fa
Claes, en Apeldoorn, Holanda, 2006,
a través del sello Stanza. Ha sido incluido en más de
cincuenta antologías y libros colectivos, la mayoría de ellos de poesía, en la Argentina, Brasil,
México-Chile, Panamá, Estados Unidos de América, Venezuela, España,
Alemania-Perú, Austria, Italia y la India. Obtuvo premios y menciones en certámenes
de poesía de su país y del extranjero. Fue el editor de las colecciones
“Olivari”, “Musas de Olivari” y “Huasi”. Coordinó varios Ciclos de Poesía, así
como la Revista Oral
de Literatura “Recitador Argentino” y diversos eventos públicos, solo o con
otros escritores. Coordina talleres de escritura. Ha sido colaborador en más de
seiscientos periódicos, revistas y colecciones de plaquetas, cuadernos,
murales, etc., de la mayoría de los países de América y Europa, así como ha
dado recitales en innumerables propuestas públicas. Su narrativa, piezas
teatrales y poesía se socializa en revistas y boletines electrónicos,
bibliotecas virtuales, Sitios, blogs, etc. En soporte papel publicó desde 1988
dos volúmenes con cuentos y relatos:
“Historietas del amor”, “Muestra en
prosa”; uno con su dramaturgia: “Las
piezas de un teatro”; quince poemarios: “Obras
completas en verso hasta acá” (tres ediciones), “De mi mayor estigma (si mal no me equivoco):” (dos ediciones), “Trompifai”, “Fundido encadenado” (tres ediciones), “Tomavistas” (cinco ediciones), “Picado
contrapicado” (dos ediciones), “Leo y
escribo” (cuatro ediciones), “Ripio”
(tres ediciones), “Desecho e izquierdo”,
“Propaga”, “Ardua” (cinco ediciones), “Pictórica”
(cuatro ediciones), “Sopita” (seis
ediciones), “Corona de calor”, “Del franelero popular” (dos ediciones), además de “El Revagliastés”, antología poética
personal y “Revagliatti – Antología
Poética”, con selección y prólogo de Eduardo Dalter. Sus libros han sido editados electrónicamente
y se hallan disponibles, por ejemplo, en http://www.revagliatti.com.ar. Cuatro
poemarios suyos, inéditos en soporte papel, “Ojalá
que te pise un tranvía llamado Deseo”,
“Infamélica”, “Viene
junto con” y “Habría de abrir”,
cuentan con dos ediciones-e de cada uno: en PDF y en Versión FLIP (Libro
Flash). Es posible acceder a “Picado
contrapicado” en html en http://rolandorevagliatti.blogspot.com,
integrando la colección de Editorial Alebrijes. Sus 185 producciones propias en
video, todas ellas debidamente diseñadas y editadas, se encuentran en http://www.youtube.com/rolandorevagliatti.
Enrique - Para
empezar, ¿cómo anda el panorama literario en tu país?
Rolando - No
tengo una respuesta fina. Un periodista cultural, acaso, estaría en condiciones
de ofrecerla. Registro que, como siempre, hay mucha producción, y procedente de
todas las provincias.
Enrique - ¿Se ha
estancado la irrupción y proyección de escritores noveles talentosos?
Rolando - No lo
creo. En cuanto a la proyección, Enrique, ése es un punto “controversial”. Y
siempre lo ha sido. ¿Cuántos talentosos, careciendo de atributos del orden de
la sociabilidad o de los contactos adecuados, habrán quedado ignotos, cuántos
dejaron de serlo después de tener una obra vasta y de escasa o secreta
circulación, y cuántos necesitaron ser “descubiertos” y proyectados después de
muertos?
Enrique - Sabemos que
tienes unos cuántos libros publicados. ¿Dónde te mueves con más agilidad, en la
poesía o en la prosa?
Rolando - En la
prosa me he movido durante algunos años, hace mucho. También tuve un lapso –en
los setenta- de frenética concepción de piezas teatrales, en su mayoría, breves,
de las cuales rescaté cinco (dos de ellas, no tan breves) y ésas integran un
volumen. Otras piezas –las que no eliminé- se transformaron en cuentos y una en
poema. La poesía es el género que, con períodos de ausencia total o casi total,
más me ha buscado desde la adolescencia.
Enrique - De todos
tus libros, ¿cuál prefieres?
Rolando – Hace
poco me lo preguntaron en un reportaje público. No logro discernirlo. En
todos, en tanto los sigo validando, hallo textos que me reconfortan, que me
restañan, que me justifican.
Enrique - Desde 1999
y durante varios años has organizado Ciclos o Muestras de Poesía, por donde han
pasado especialmente invitados, cientos de poetas, según constato en tu Sitio
web. ¿Qué nos querrías trasmitir sobre aquello?
Rolando - Voy a empezar a responder comentando que
cafés literarios donde por entonces imperaba el humor por sobre la poesía, ya había;
cafés literarios donde la música y la poesía se entrelazaban, ya había; cafés
literarios donde por igual desfilaban cantantes con sus guitarristas,
contadores de anécdotas, recitadores españolizados, artistas plásticos,
bailarines, versificadores lunfardistas, ya había; cafés literarios donde la
máquina de café exprés estropeara la audición del lector, ya había; cafés
literarios con otros formatos y perfiles, parecidos a los que yo adopté, también
había. En algunos detalles de la realización habrían de diferenciarse. Además
de los autores programados ofrecíamos un tramo más informal para lecturas no
programadas. Desde luego, me complacía que se dieran grados de sociabilidad
entre los concurrentes, entre todos los participantes, pero por añadidura. Los
invitados eran presentados sin acartonamiento ni improvisación. Me resistí lo
más que pude a prestarles el Súper Yo: deploro que soliciten al coordinador que
a viva voz les determine cuándo deben concluir la lectura, detesto las señas
para que vayan preparando la despedida o que al oído esperen que se les
susurre: “uno más”. Si el compromiso era disponer de quince minutos, doce
minutos debía durar la lectura y los otros tres los utilizaba yo para dar un
pantallazo curricular y muchas veces leer un poema de pocos versos del poeta en
cuestión, mientras éste se dirigía al
escenario o a donde fuera, se sentaba, ponía sus libros o papeles sobre la
mesa. El abanico de invitados incluyó desde veinteañeros hasta octogenarios. Y
por lo tanto a quienes no habían publicado ni un sólo libro y a quienes tenían
una trayectoria extensa. No usé terminología laudatoria. No agradecí con
grandilocuencia. No cedí ante quienes hubieran aceptado incluirse siempre y
cuando aprobaran ellos a los demás invitados, por lo cual me banqué la
frustración que me infirieron. Respeto, sin embargo, a los que cuidan a tal
punto sus exposiciones. Por suerte se incluyeron muchos poetas remisos a
alternar con los que no son sus conocidos, sus “compañeros de banco”, sus
amparadores. Cierto es también que unos cuantos, que padecen de aristocracia y de ello se
vanaglorian, rehusaron el convite,
algunos sin ocultar el recelo, alegando surtidas dificultades circunstanciales
(o permanentes). Y sin duda, los perfectos deleznables han sido aquellos que habiéndose
comprometido por teléfono, no sólo no
aparecieron cuando correspondía, sino que ni siquiera atinaron a disculparse
con posterioridad. Añado, Enrique, girando ya con ánimo de no estirar demasiado
mi boceto, que si era técnicamente posible, según los ámbitos, disminuía la
luminosidad en la platea; si disponía de dos micrófonos, uno era para los
invitados y el otro para mí; cuando fue factible realizar las presentaciones detrás de un atril
y debajo del escenario, con una luz sobre mis papeles en el atril, las
aproveché. Lo que dije: habría de diferenciarme en algunos detalles en la
organización y ejecución. Las reseñas que de cada Ciclo o Muestra u otras
propuestas, me he tomado el trabajo de pergeñar, junto con galerías
fotográficas de tantísimos poetas y un cierto número de videos, no están
únicamente en mi sitio de autor.
Enrique - ¿Un
escritor nace o se hace?
Rolando - Ante
esta clásica inquietud, el escritor Augusto Monterroso, tengo entendido, adujo:
“No conozco a ninguno que no haya nacido,
pero sé de algunos que nunca morirán.” Y me consta que el poeta y ensayista
argentino José Antonio Cedrón, maravillosamente comentó: “Es una pregunta para la realeza.”
Enrique - ¿Es posible
aprender a escribir acudiendo a talleres literarios, tertulias, etc.? ¿Qué
consejo le darías a un escritor principiante?
Rolando - Homero
Expósito, fallecido en 1987, un notable letrista de tangos, lo fue de “Naranjo
en flor”:
“Primero hay que saber
sufrir,
después amar,
después partir
y al fin andar sin
pensamiento.”
Versos sobre los cuales sobreimprimo:
“Primero hay que saber
sufrir,
después leer,
después escribir
y al fin corregir sin
sentimiento.”
Y en los recomendables talleres literarios se aprende a
corregir, a vérselas con el narcisismo.
Enrique - ¿Has tocado
el género narrativo de la novela?
Rolando - No, no
intenté incursionar en la novela. Me conformé con fantasear con una que me
agradaría que alguien escribiera: ¿personajes?: alumnos de formación actoral
–en el Buenos Aires que va de 1967 a 1976, período (principal) en el que me he
formado actoralmente y en el que fui actor y director teatral-; y donde se
desplegaran primeras incursiones amateurs o profesionales, romances y otros
embrollos entre el alumnado, conflictos con los profesores y directores, búsqueda
de trabajo remunerado, etc.
Enrique - ¿Tus poemas
y relatos parten de una imagen o de una idea?
Rolando - Los
relatos han partido de ideas, de asuntos, de recuerdos, de ocurrencias. Los
poemas pretenden partir de cualquier afluente.
Enrique - Uno de los
principales problemas a los que se enfrenta un escritor a la hora de escribir
es el bloqueo de la página en blanco. ¿Te ha ocurrido?
Rolando - He
visto tantas películas en las que un novelista retiraba furioso una página casi
en blanco, o con sólo un título, del rodillo de una máquina de escribir y hacía
bollos que arrojaba al cesto con escasa puntería… Transcribo un poema de mi
libro “Ripio”:
“La página en
blanco”
¿La
página en blanco es mi blanco
o
soy el blanco de mi página
(en
blanco)?
Espero
que la página en blanco me supere
estoy
esperando que esta página en blanco me
[supere
esperar
la superación de esta página
blanco
en mí
y
esperar mi supuración
Una
vez advenida mi supuración
abasteciéndome
en ella y con ella
liquidarla
a la
página en blanco.
Enrique - ¿Te
imaginas a tus lectores de alguna manera en particular?
Rolando - No a
“mis lectores”. Sí a tipos de lectores: lectores que se resisten o que se entregan;
lectores desconfiados o prejuiciados, lectores perspicaces, lectores “que leen
por arriba”, lectores sorprendidos.
Enrique - Hoy en día,
muchos autores optan por la autoedición. ¿Crees que es una buena elección, o
que es imprescindible el respaldo de una editorial para poder llegar a vender
su obra?
Rolando - Cada
uno hace hasta donde puede, hasta donde la neurosis le permite. Ciertos
toboganes son imprescindibles, según cada obra y el afán de cada autor, como
para afianzar las chances de una mayor llegada en lo inmediato.
Enrique - ¿Cuáles han
sido, cuáles son tus libros de cabecera?
Rolando - Según
las etapas, claro. Poco después de los infantiles, los que tenía mi padre en
casa –no de todos se podría decir que eran de cabecera-: biografías, historia
de la música rioplatense, cancioneros, poesía gauchesca, lunfarda, épica,
ciudadana, instructivos o informativos (sobre caballos, sobre pájaros, sobre
reducidores de cabeza, sobre el folclore, sobre las costumbres en diversas
culturas). Ya cuando en la adolescencia y primera juventud disponía de mi dinero,
fui comprando casi todos los libros de Tennessee Williams, Ernesto Sábato,
Nicolás Guillén, David Viñas, John Osborne, Jean-Paul Sartre, Eduardo Romano, William
Shakespeare, César Vallejo, Griselda Gambaro, Ernesto Cardenal, Harold Pinter,
Hebe Uhart, Sigmund Freud, Ricardo Monti, Julio Cortázar, Friedrich Schiller…,
y todas las revistas literarias y culturales que se vendieran en los quioscos.
Más adelante, de cabecera fui teniendo a Felisberto Hernández, Enrique Medina, Roland Barthes, Alberto Adellach, Miguel de
Cervantes Saavedra, Milan Kundera, Claude Lévi-Strauss, D. H. Lawrence, Fernando
Savater, Michel Foucault, José Donoso, Jacques Lacan, Marqués de Sade,
Macedonio Fernández, E. M. Cioran, Juan Carlos Onetti… En 2010 quedé fascinado
con “La conjura de los necios” de John Kennedy Toole. Y en los últimos años me
rondan José Saramago, Paul Auster, J. M. Coetzee, Peter Márkaris, Siri
Hustvedt, Haruki Murakami…
Enrique - ¿Estás
trabajando en algún proyecto literario del que nos puedas contar algo?
Rolando - Mi único proyecto es el que vengo
ejecutando desde hace algo más de un año: entrevistar a través del correo
electrónico a poetas argentinos. Y que se difundan en la Red, con o sin la
selección de textos que cada autor realiza para complementar el reportaje. Preveo
editar un libro-e que reúna las entrevistas y sus muestras poéticas en un par
de años.
Julio 2014
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