lunes, 23 de febrero de 2015

Revista Horizonte de letras-Entrevista/Febrero de 2015



Rolando Revagliatti respondiendo a Horizonte de Letras

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Rolando Revagliatti nació en 1945 en Buenos Aires (la Argentina), ciudad en la que reside. Su quehacer en narrativa y en poesía ha sido traducido y difundido a los idiomas francés, vascuence, neerlandés, ruso, italiano, asturiano, alemán, albanés, catalán, inglés, esperanto, portugués, maltés, rumano y búlgaro. Uno de sus poemarios, “Ardua”, ha sido editado bilingüe castellano-neerlandés, en quinta edición y con traducción del poeta belga Fa Claes, en Apeldoorn, Holanda, 2006, a través del sello Stanza. Ha sido incluido en más de cincuenta antologías y libros colectivos, la mayoría de ellos de poesía, en la Argentina, Brasil, México-Chile, Panamá, Estados Unidos de América, Venezuela, España, Alemania-Perú, Austria, Italia y la India. Obtuvo premios y menciones en certámenes de poesía de su país y del extranjero. Fue el editor de las colecciones “Olivari”, “Musas de Olivari” y “Huasi”. Coordinó varios Ciclos de Poesía, así como la Revista Oral de Literatura “Recitador Argentino” y diversos eventos públicos, solo o con otros escritores. Coordina talleres de escritura. Ha sido colaborador en más de seiscientos periódicos, revistas y colecciones de plaquetas, cuadernos, murales, etc., de la mayoría de los países de América y Europa, así como ha dado recitales en innumerables propuestas públicas. Su narrativa, piezas teatrales y poesía se socializa en revistas y boletines electrónicos, bibliotecas virtuales, Sitios, blogs, etc. En soporte papel publicó desde 1988 dos volúmenes con cuentos y relatos: “Historietas del amor”, “Muestra en prosa”; uno con su dramaturgia: “Las piezas de un teatro”; quince poemarios: “Obras completas en verso hasta acá” (tres ediciones), “De mi mayor estigma (si mal no me equivoco):” (dos ediciones), “Trompifai”, “Fundido encadenado” (tres ediciones), “Tomavistas” (cinco ediciones), “Picado contrapicado” (dos ediciones), “Leo y escribo” (cuatro ediciones), “Ripio” (tres ediciones), “Desecho e izquierdo”, “Propaga”, “Ardua” (cinco ediciones), “Pictórica” (cuatro ediciones), “Sopita” (seis ediciones), “Corona de calor”, “Del franelero popular” (dos ediciones), además de “El Revagliastés”, antología poética personal y “Revagliatti – Antología Poética”, con selección y prólogo de Eduardo Dalter.  Sus libros han sido editados electrónicamente y se hallan disponibles, por ejemplo, en http://www.revagliatti.com.ar. Cuatro poemarios suyos, inéditos en soporte papel, “Ojalá que te pise un tranvía llamado Deseo”, “Infamélica”,  “Viene junto con” y “Habría de abrir”, cuentan con dos ediciones-e de cada uno: en PDF y en Versión FLIP (Libro Flash). Es posible acceder a “Picado contrapicado” en html en http://rolandorevagliatti.blogspot.com, integrando la colección de Editorial Alebrijes. Sus 185 producciones propias en video, todas ellas debidamente diseñadas y editadas, se encuentran en http://www.youtube.com/rolandorevagliatti.









Enrique - Para empezar, ¿cómo anda el panorama literario en tu país?

Rolando - No tengo una respuesta fina. Un periodista cultural, acaso, estaría en condiciones de ofrecerla. Registro que, como siempre, hay mucha producción, y procedente de todas las provincias.


Enrique - ¿Se ha estancado la irrupción y proyección de escritores noveles talentosos?

Rolando - No lo creo. En cuanto a la proyección, Enrique, ése es un punto “controversial”. Y siempre lo ha sido. ¿Cuántos talentosos, careciendo de atributos del orden de la sociabilidad o de los contactos adecuados, habrán quedado ignotos, cuántos dejaron de serlo después de tener una obra vasta y de escasa o secreta circulación, y cuántos necesitaron ser “descubiertos” y proyectados después de muertos?


Enrique - Sabemos que tienes unos cuántos libros publicados. ¿Dónde te mueves con más agilidad, en la poesía o en la prosa?

Rolando - En la prosa me he movido durante algunos años, hace mucho. También tuve un lapso –en los setenta- de frenética concepción de piezas teatrales, en su mayoría, breves, de las cuales rescaté cinco (dos de ellas, no tan breves) y ésas integran un volumen. Otras piezas –las que no eliminé- se transformaron en cuentos y una en poema. La poesía es el género que, con períodos de ausencia total o casi total, más me ha buscado desde la adolescencia.


Enrique - De todos tus libros, ¿cuál prefieres?

Rolando – Hace poco me lo preguntaron en un reportaje público. No logro discernirlo.   En todos, en tanto los sigo validando, hallo textos que me reconfortan, que me restañan, que me justifican.


Enrique - Desde 1999 y durante varios años has organizado Ciclos o Muestras de Poesía, por donde han pasado especialmente invitados, cientos de poetas, según constato en tu Sitio web. ¿Qué nos querrías trasmitir sobre aquello?

Rolando - Voy a empezar a responder comentando que cafés literarios donde por entonces imperaba el humor por sobre la poesía, ya había; cafés literarios donde la música y la poesía se entrelazaban, ya había; cafés literarios donde por igual desfilaban cantantes con sus guitarristas, contadores de anécdotas, recitadores españolizados, artistas plásticos, bailarines, versificadores lunfardistas, ya había; cafés literarios donde la máquina de café exprés estropeara la audición del lector, ya había; cafés literarios con otros formatos y perfiles, parecidos a los que yo adopté, también había. En algunos detalles de la realización habrían de diferenciarse. Además de los autores programados ofrecíamos un tramo más informal para lecturas no programadas. Desde luego, me complacía que se dieran grados de sociabilidad entre los concurrentes, entre todos los participantes, pero por añadidura. Los invitados eran presentados sin acartonamiento ni improvisación. Me resistí lo más que pude a prestarles el Súper Yo: deploro que soliciten al coordinador que a viva voz les determine cuándo deben concluir la lectura, detesto las señas para que vayan preparando la despedida o que al oído esperen que se les susurre: “uno más”. Si el compromiso era disponer de quince minutos, doce minutos debía durar la lectura y los otros tres los utilizaba yo para dar un pantallazo curricular y muchas veces leer un poema de pocos versos del poeta en cuestión,  mientras éste se dirigía al escenario o a donde fuera, se sentaba, ponía sus libros o papeles sobre la mesa. El abanico de invitados incluyó desde veinteañeros hasta octogenarios. Y por lo tanto a quienes no habían publicado ni un sólo libro y a quienes tenían una trayectoria extensa. No usé terminología laudatoria. No agradecí con grandilocuencia. No cedí ante quienes hubieran aceptado incluirse siempre y cuando aprobaran ellos a los demás invitados, por lo cual me banqué la frustración que me infirieron. Respeto, sin embargo, a los que cuidan a tal punto sus exposiciones. Por suerte se incluyeron muchos poetas remisos a alternar con los que no son sus conocidos, sus “compañeros de banco”, sus amparadores. Cierto es también que unos cuantos, que padecen de aristocracia y de ello se vanaglorian,  rehusaron el convite, algunos sin ocultar el recelo, alegando surtidas dificultades circunstanciales (o permanentes). Y sin duda, los perfectos deleznables han sido aquellos que habiéndose comprometido por teléfono,  no sólo no aparecieron cuando correspondía, sino que ni siquiera atinaron a disculparse con posterioridad. Añado, Enrique, girando ya con ánimo de no estirar demasiado mi boceto, que si era técnicamente posible, según los ámbitos, disminuía la luminosidad en la platea; si disponía de dos micrófonos, uno era para los invitados y el otro para mí; cuando fue factible  realizar las presentaciones detrás de un atril y debajo del escenario, con una luz sobre mis papeles en el atril, las aproveché. Lo que dije: habría de diferenciarme en algunos detalles en la organización y ejecución. Las reseñas que de cada Ciclo o Muestra u otras propuestas, me he tomado el trabajo de pergeñar, junto con galerías fotográficas de tantísimos poetas y un cierto número de videos, no están únicamente en mi sitio de autor.


Enrique - ¿Un escritor nace o se hace?

Rolando - Ante esta clásica inquietud, el escritor Augusto Monterroso, tengo entendido, adujo: “No conozco a ninguno que no haya nacido, pero sé de algunos que nunca morirán.” Y me consta que el poeta y ensayista argentino José Antonio Cedrón, maravillosamente comentó: “Es una pregunta para la realeza.”


Enrique - ¿Es posible aprender a escribir acudiendo a talleres literarios, tertulias, etc.? ¿Qué consejo le darías a un escritor principiante?

Rolando - Homero Expósito, fallecido en 1987, un notable letrista de tangos, lo fue de “Naranjo en flor”:

“Primero hay que saber sufrir,
después amar,
después partir
y al fin andar sin pensamiento.”


Versos sobre los cuales sobreimprimo:

“Primero hay que saber sufrir,
después leer,
después escribir
y al fin corregir sin sentimiento.”


Y en los recomendables talleres literarios se aprende a corregir, a vérselas con el narcisismo.


Enrique - ¿Has tocado el género narrativo de la novela?

Rolando - No, no intenté incursionar en la novela. Me conformé con fantasear con una que me agradaría que alguien escribiera: ¿personajes?: alumnos de formación actoral –en el Buenos Aires que va de 1967 a 1976, período (principal) en el que me he formado actoralmente y en el que fui actor y director teatral-; y donde se desplegaran primeras incursiones amateurs o profesionales, romances y otros embrollos entre el alumnado, conflictos con los profesores y directores, búsqueda de trabajo remunerado, etc.


Enrique - ¿Tus poemas y relatos parten de una imagen o de una idea?

Rolando - Los relatos han partido de ideas, de asuntos, de recuerdos, de ocurrencias. Los poemas pretenden partir de cualquier afluente.


Enrique - Uno de los principales problemas a los que se enfrenta un escritor a la hora de escribir es el bloqueo de la página en blanco. ¿Te ha ocurrido?

Rolando - He visto tantas películas en las que un novelista retiraba furioso una página casi en blanco, o con sólo un título, del rodillo de una máquina de escribir y hacía bollos que arrojaba al cesto con escasa puntería… Transcribo un poema de mi libro “Ripio”:


“La página en blanco”


¿La página en blanco es mi blanco
o soy el blanco de mi página
(en blanco)?

Espero que la página en blanco me supere
estoy esperando que esta página en blanco me
      [supere
esperar la superación de esta página
blanco en mí

y esperar mi supuración

Una vez advenida mi supuración
abasteciéndome en ella y con ella
liquidarla
      a la página en blanco.   



Enrique - ¿Te imaginas a tus lectores de alguna manera en particular?

Rolando - No a “mis lectores”. Sí a tipos de lectores: lectores que se resisten o que se entregan; lectores desconfiados o prejuiciados, lectores perspicaces, lectores “que leen por arriba”, lectores sorprendidos.


Enrique - Hoy en día, muchos autores optan por la autoedición. ¿Crees que es una buena elección, o que es imprescindible el respaldo de una editorial para poder llegar a vender su obra?

Rolando - Cada uno hace hasta donde puede, hasta donde la neurosis le permite. Ciertos toboganes son imprescindibles, según cada obra y el afán de cada autor, como para afianzar las chances de una mayor llegada en lo inmediato.


Enrique - ¿Cuáles han sido, cuáles son tus libros de cabecera?

Rolando - Según las etapas, claro. Poco después de los infantiles, los que tenía mi padre en casa –no de todos se podría decir que eran de cabecera-: biografías, historia de la música rioplatense, cancioneros, poesía gauchesca, lunfarda, épica, ciudadana, instructivos o informativos (sobre caballos, sobre pájaros, sobre reducidores de cabeza, sobre el folclore, sobre las costumbres en diversas culturas). Ya cuando en la adolescencia y primera juventud disponía de mi dinero, fui comprando casi todos los libros de Tennessee Williams, Ernesto Sábato, Nicolás Guillén, David Viñas, John Osborne, Jean-Paul Sartre, Eduardo Romano, William Shakespeare, César Vallejo, Griselda Gambaro, Ernesto Cardenal, Harold Pinter, Hebe Uhart, Sigmund Freud, Ricardo Monti, Julio Cortázar, Friedrich Schiller…, y todas las revistas literarias y culturales que se vendieran en los quioscos. Más adelante, de cabecera fui teniendo a Felisberto Hernández, Enrique Medina,  Roland Barthes, Alberto Adellach, Miguel de Cervantes Saavedra, Milan Kundera, Claude Lévi-Strauss, D. H. Lawrence, Fernando Savater, Michel Foucault, José Donoso, Jacques Lacan, Marqués de Sade, Macedonio Fernández, E. M. Cioran, Juan Carlos Onetti… En 2010 quedé fascinado con “La conjura de los necios” de John Kennedy Toole. Y en los últimos años me rondan José Saramago, Paul Auster, J. M. Coetzee, Peter Márkaris, Siri Hustvedt, Haruki Murakami…


Enrique - ¿Estás trabajando en algún proyecto literario del que nos puedas contar algo?

Rolando - Mi único proyecto es el que vengo ejecutando desde hace algo más de un año: entrevistar a través del correo electrónico a poetas argentinos. Y que se difundan en la Red, con o sin la selección de textos que cada autor realiza para complementar el reportaje. Preveo editar un libro-e que reúna las entrevistas y sus muestras poéticas en un par de años.




Julio 2014









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