MUERTE DEL MINOTAURO (MITO)
Hace muchos, pero muchos años, cuando los albores de la Historia estaban en
gestación, ya en la isla de Creta
era evidente la leyenda del Minotauro,
monstruo cuya cabeza y torso eran de hombre y de toro el resto del cuerpo,
también era llamado Asterión, que
significa “cielo estrellado” por su origen divino.
Recorremos esta historia.
Persífae, sacerdotisa
representante de la luz lunar y del amor, es esposa de Minos, Rey de Creta, ella fue madre de Andrógeno, Ariadna y Fedra, pero así mismo, concibió un hijo al
copular engañada con un Dios del Olimpo
disfrazado como un gran Toro Blanco.
Así es como de esta unión nace el adefesio llamado Minotauro. El rey lo odia y sólo desea destruirlo, pero no se
atreve por ser de origen divino. Providencialmente se encuentra en Creta, Dédalo, un ateniense desterrado a quien
le pide su colaboración. Este accede y planifica la construcción de una cárcel
para encerrar a la bestia.
Terminada esta obra que pasó a llamarse el Laberinto, el Minotauro
Asterión es encarcelado bajo tierra. La característica de esta construcción
radica en que sólo posee una entrada, múltiples pasillos permiten llegar hasta
el centro pero, no se puede salir por sus intrincados recovecos. Quienes saben
llegar hasta él lo alimentan periódicamente de seres humanos.
Dos años después, Creta
declara la guerra a los atenienses. Con la ayuda del Dios Dionisio, Minos gana el conflicto traspasando la obligación de
hacer llegar cada nueve años, siete doncellas y siete donceles para alimento
del Minotauro.
A mayor abundamiento, recordemos que antes hubo otros con este
nombre como Dionisio el Antiguo,
quien fue el Tirano de Siracusa, 405 a 308 años antes de J.C.
Sus descendientes siguieron llamándose igual y fueron figuras representativas
de los griegos de Sicilia, ejemplo Dionisio de Halicarnaso, Dionisio de
Areopagita, Dionisio el Cartujo, Teólogo y místico flamenco (1402-1471).
El Rey de Atenas, Egeo,
prepara una nave para despachar la primera partida de jóvenes que servirán de
alimento para Asterión en Creta. Su hijo Teseo
le solicita ser el primero en embarcarse, ya que su intensión es luchar con
la bestia hasta vencerla y así limpiar la ignominiosa afrenta que sufre Atenas. Aunque reticente, finalmente el
rey lo autoriza.
Teseo es un apuesto y
valeroso joven y es el primero en desembarcar al recalar la nave en el puerto
de Creta con su valiosa carga. Al verlo y conocerlo Ariadna, hija del Rey Minos
de Creta, se enamora perdidamente de él.
La joven sabe que los recién llegados servirán de alimento a su
medio hermano a quien puede visitar en el Laberinto.
Ella lo quiere y sufre tremendamente con su monstruosidad, pero así mismo
siente aversión por el dolor que causa con los sacrificios humanos. Decide
entonces, pactar con Teseo. Le ofrece la clave para vencer al Minotauro con la
condición que la despose al salir triunfante. Teseo acepta y yacen juntos como
promesa de amor.
Es bueno dejar constancia que el Rey Egeo siempre creyó, equivocadamente, que Teseo había sido
devorado por el Minotauro y, en su desesperación y remordimiento por haberlo
dejado partir, se arrojó al mar, que desde entonces lleva el nombre de Mar Egeo.
Volvamos a la noche de amor de Ariadna y Teseo. La joven teje un ovillo de hilo con su rubia
cabellera. Al día siguiente se lo entrega con instrucciones de cómo utilizarlo,
ella sostendría, desde afuera uno de los extremos. También deja en manos del
muchacho una espada forjada en oro y plata por el Dios Poseidón, el dios griego del mar que correspondió al Neptuno de los romanos. Con esa espada
bastaría un solo mandoble, para eliminar sin sufrimiento al engendro aquel.
Teseo sabe que está bajo la protección de la Diosa
Atenea, se dedica a cumplir las instrucciones sin rebatirlas.
Ata el extremo del hilo a una aldaba que encuentra en la entrada, desenrolla el
ovillo a medida que penetra hasta llegar al centro donde encuentra al animal
que lo espera para devorarlo. Al verlo, el toro lanza un bufido que resuena
hasta lo más profundo del Laberinto. Quienes han seguido tras Teseo, tiemblan
de miedo e impotencia al sentirlo. El toro enfurecido carga sobre él, el
contrincante no se amilana, espera su arremetida, lo esquiva, pasa de largo, el
monstruo vuelve a la carga pero, en esta pasada Teseo levanta la espada y, con
certeza extrema, la introduce en el corazón de la bestia que cae, primero sobre
sus rodillas para, luego derrumbarse definitivamente.
El vencedor, encuentra
fácilmente la salida gracias al hilo que marcaba la ruta.
El pueblo lo aclama como su libertador. Ariadna corre arrojándose en sus brazos. Con la bendición del Rey Minos, Teseo sale de Creta con
destino a Atenas, convertido en héroe y llevando consigo a Ariadna.
Hasta aquí “miel sobre hojuelas”, pero detallemos el asunto.
Según otra versión, Teseo, en el viaje de regreso, abandonó a Ariadna en la isla de Naxos. En este lugar geográfico la
encontró llorando el Dios Dionisio,
quien la consoló y la hizo su compañera. En prueba de su amor le regaló una
diadema en forma de corona. Desde entonces los antiguos llamaron “Corona de Ariadna” a una constelación
parecida a esa diadema.
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