Canelones a la Rossini
Cada vez que suena
el timbre del teléfono, alguien se alarma, el corazón comienza a acelerar su
ritmo. Los dos o tres pasos que distan del aparato parecen miles de kilómetros.
Las fantasías nefastas se hacen dueñas del pensamiento de quien ha sido
designado por el destino, la mala suerte, la carencia de imágenes alentadoras,
alegres, la esperanza de buenas noticias.
Levantar el
auricular, pronunciar las palabras que lo pondrá en contacto con la incógnita.
En un instante fugaz, como todos los instantes de nuestra vida, se develará lo
desconocido, desaparecerá la zozobra, retornará la lucidez.
¡Hola! ¿Quién? ¡Sí!
¡Hable! Tales expresiones cambiarán el mundo. Quizás se confirmen las
inquietudes que desató el sonido agudo, insistente, irritante. Tal vez surja
una voz desconocida que felicitará alegremente al receptor del llamado. Éste se
sentirá: ¿aliviado? ¿sorprendido? ¿Disgustado?
por haberle
provocado tanta inquietud.¿ Molesto por interrumpir la tarea que estaba
realizando?
Es posible que se
tratara de una ama de casa, concentrada en la preparación de salsa blanca. Es
sabido que, hasta que se observe que ha tomado consistencia cremosa no debe
dejar de dibujar círculos en la preparación hasta lograr el punto exacto. Y,
justo en ese momento, suena el teléfono! ¿Qué hacer? ¿Apagar la cocina? No. Se
malograría la salsa blanca. ¿Dejar que entre el contestador? ¿Y si es alguien
con una noticia importante? Otra vez los malos pensamientos. Bueno, la
hacendosa dama decide finalizar su cometido culinario. -.Que deje mensaje en el
contestador-.
Los canelones a la Rossini fueron festejados
por los comensales.¡Exquisitos!
-. Cuando estaba
preparando la salsa blanca, sonó el teléfono. Pensé lo peor-. Comentó la
anfitriona.
-.Al levantar el
mensaje-. Prosiguió, escuché una voz femenina, joven, que, muy contenta me
felicitaba por haber ganado….no sé qué.
Los comedores de
canelones (a la Rossini)
aplaudieron y reiteraron las felicitaciones por la acertada elección de la
cocinera.
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