PARÍS
Colgado. Como yo muchas veces en la vida.
Siempre estás ahí.
Un árbol totalmente pelado asoma sus ramas
desnudas por tu borde izquierdo, asomado entre la neblina.
Y el carricoche se aleja, se aleja, siempre se
está alejando.
¿Dónde va el desgraciado? ¿Vos sabés dónde va?
Acaso va a buscarlo a él.
Porque él hace meses que se fue.
Perdí la cuenta del tiempo. No quiero ni saber
donde estará.
A veces, cuando puedo pensar, me doy cuenta del
porqué de su partida.
Pero enseguida me sirvo un trago y me voy de
viaje donde me da la gana. Con el alcohol me quedo vacía de pensamientos
tristes.
O me acuesto a dormir.
Últimamente, casi no como.
¡Para qué voy a comer! Sentada, sola, en el
comedorcito de diario. Al lado tuyo. Donde él te colgó.
La vida no tiene sentido sin él.
Lo único que me importa es que no me falte la
botella. ¡Con ella estoy salvada!
Cuando te compramos estábamos de luna de miel
en Mar del Plata.
¡Qué días pasamos! ¡Inolvidables!
Él te vio. Me preguntó si me gustaba. Le dije
que sí. Y aquí te pusimos. En la pared del comedor de diario.
¡Cuántas charlas presenciaste! ¡Cuántas veces
me dijo que no me quería ver más así!
Pero yo no puedo dejar esto. No puedo ni
quiero. ¡Y menos si él no está más!
Tu fondo es todo dorado y los tolditos verdes
asoman por el borde derecho con los nombres de los bares.
La neblina es intensa. Y el carricoche siempre
se está perdiendo dentro de ella.
Cuando se fue puso en un bolso sus ropas. ¡Y
partió! Así, como te lo cuento. ¡Partió!
Ni se despidió… O yo no pude darme cuenta que
se iba, porque tenía la cabeza llena de niebla, como tu paisaje.
A lo lejos se ve un puente. Parece que
cruza sobre un río. Pero el río no se
ve.
A mí siempre me pareció que era París en otoño.
¿Es otoño? ¿Es París?
Es meritorio ,encontrar en este microrrelato, que la presencia de un cuadro, desata parte de una vida. Destaco el hecho loable del desarrollo literario de Marta.
ResponderEliminarAbel Espil
Gracias Abel!!!
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