Exilio
Desde
éste exilio de cemento
las
plantas de mis pies sobreviven a la espera
en
orillas del taciturno lugar
de
raíces que se disuelven en pétalos…
algas,
se confunden con mis dedos,
verde
pasto de un día bello.
Luz…
flama, lugar inimaginable,
caminan
ante mis pupilas midriáticas,
en
ardiente procesión.
Sin
pudor, tocándose el sexo núbil van las
mujeres,
el
viento levanta sus túnicas transparentes
entre
su entrepierna se reflejan mariposas negras.
Con
desdén, cubren sus partes pudendas,
sus
senos de doncellas, son pequeñas castañas.
Mueven
sus brazos al caminar…
llevan
el silencio en los labios,
gestos y ademanes las nombran.
Soy
invitado honorario
del
atardecer, declina el día.
Testigo
de la procesión,
presiento
que se dirigen a la ciudad impura
donde
no hay sábanas ni sirgos que las cubran.
Llamaré
a cada una por su nombre
para
purificarlas con el vaho de mi aliento.
¿A
dónde van las mujeres semidesnudas?
A
la ciudad a:
Petrificar
las hazañas olvidadas, deambular…
Apresurados
corazones que laten.
Avinagrado,
ácimo,
mujeres
con deplorable hálito
y
poca conciencia.
Pronuncian
la palabra sí, con los ojos irisados.
Buscan
obtener la absolución del pecado,
las rinde al final del día.
pasan
horas en su ascender ineluctable…
llega
la noche.
Rendidas,
perdurará siempre en mis pupilas
la
visión que me ofrecieron.
La
sombra llegará
cubrirá
el panorama.
Tendré
la duda…
¿Las
mujeres de sexo hermoso
fueron
perdonadas?
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