martes, 21 de junio de 2016

Claudio LoMenzo y Javier Magistris-Argentina/Junio de 2016




Entrevista realizada a Rolando Revagliatti por Claudio LoMenzo y Javier Magistris y publicada en la Revista de Poesía “La Guacha” de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Nº 36, septiembre de 2011).



“Cuando el poeta se deletrea”


La Guacha: En la reunión de mayo de “De aquí en más”, el ciclo que La Guacha organiza los primeros viernes de mes en Panta Rei, el centro cultural que dirige en Rosario la poeta Cecilia Ulla, pusiste en escena un modo personal de leer tus textos, que nos hizo preguntarnos sobre la relación de la poesía con la oralidad. ¿Tenés presente en el momento de escribir, cómo suenan tus textos? ¿Creés necesaria esa relación?

Rolando: Me traslado a 1958: mis primeros y convencionales versos sonaban mientras los cantaba: sonaban porque los producía al tiempo que los montaba sobre una música y esto al modo de un letrista y compositor. Nunca estudié música y apenas tuve dos  incursiones (en una, no sé si volví a una segunda clase) en el aprendizaje del canto, y en la otra, recuerdo, con el compositor Adolfo Reisin, en los setenta —lo había conocido durante los ensayos de una pieza teatral escrita y dirigida por el brasileño Augusto Boal en la que participé como actor—, abortada por mí a pocas semanas de empezar. Yo no quería estudiar canto, quería naturalmente cantar como  los óptimos Agustín Magaldi y Lolita Torres. Ya antes de 1958 para mí eran los versos sonoridad, oralidad con la corporalidad del ejecutante: los recitadores que los sábados por la noche, después de la cena, en los hoteles en los que nos hospedábamos mis padres y yo durante mis vacaciones escolares, en pueblos y ciudades de provincias argentinas (mi padre era viajante), amenizaban. Y él mismo recitaba y yo lo imitaba a él, y a Fernando Ochoa y a Jorge Lanza y a Julián Centeya. Cuando terminé la escuela  fui el representante de mi sexto grado, turno mañana, debutando, solo, ante un público, declamando un poema gauchesco —“Después de la guerra”— de mi tío político Gerónimo (sí, con ge, no con jota) Sureda, y todos lagrimeaban y me felicitaban, sorprendidísimos por ese púber con anteojos, que recién en su último día de la primaria se diera a conocer, apabullándolos. Imposible entonces que en el momento de confeccionar un texto no procure apropiarme de mi sonoridad. Por lo que más que necesaria, la intelijo como imprescindible esa relación de la poesía con la oralidad. Y como tengo cerca a Borges (no a Graciela...), aquí va: “Un verso bueno no permite que se lo lea en voz baja, o en silencio. Si podemos hacerlo, no es un verso válido: el verso exige la pronunciación”.


La Guacha: Como afirma Alejandra Pultrone en “Eslabones”, su Epílogo para tu libro “Propaga”: “Cuando la voz aparece en el poemario, la propagación se inicia”. En la oralidad esa voz del poema se duplica y se expande entre el auditorio. ¿Pensás que el público lector ha perdido o disminuido la capacidad de oír poesía? ¿Podría encontrarse en ello una de las causas de la poca concurrencia de público a las lecturas de poesía?

Rolando: No es esperable mucha concurrencia para lo exigente, para lo sutil. Centrándome en el mínimo público con el que cuenta la poesía —aun la que te impone una anécdota envaselinada por la rima, una versificación lunfarda pintoresca y previsible, elogios pomposos a la inalcanzable paz o glosas de circunstancia—, considero básico cuidar las condiciones del ámbito donde se realiza la lectura: buen equipo de sonido, escaso ruido ambiente, completa visibilidad del lector. Éstos y otros recaudos, sin embargo, no aseguran la mejor receptividad. Si el público está pintado: está pintado. Y con independencia del número de asistentes. Tantos son los factores que conjugan para que algo resulte. Se puede  preferir hacer el amor en una cama amplia, con un toque de luminosidad indirecta, con velas, quizás, silenciados los teléfonos, sin apremios ni preocupaciones, pero los recaudos no aseguran la calidad, en su continuidad, del entrevero erótico.


La Guacha: Tomo la certera frase sobre el público y me acuerdo de la afirmación de —otra vez— Borges, sobre que la poesía está en el encuentro entre el poema (el libro, decía él) y el lector. Y lo relaciono con tu experiencia como animador de importantes ciclos de poesía en la ciudad de Buenos Aires a lo largo de varios años: ¿obtuviste a través de esas experiencias, una perspectiva distinta sobre el hecho poético?

Rolando: Confirmé que el marco adoptado favorecía que se revelara el sesgo orgánico que pretendí, sin solemnidad ni improvisación. La trasmisión de las poéticas tramitadas desde la voz y la gestualidad, los énfasis, los apegos a determinadas cadencias, instantáneas de comportamiento, de actitud: cada despliegue alojándose en cada concurrente.


La Guacha: Antes de poner en foco algunas de tus actuales preocupaciones poéticas, me gustaría que a partir de la afirmación que Eduardo Dalter hiciera en el prólogo de  “Revagliatti - Antología Poética” (“La Luna Que”, 2009): “aparecen, como vecinos de sus calles, y como tíos mayores y maestros”, me comentes de qué manera Olivari y Huasi están o estuvieron cerca de tu obra.

Rolando: Estuvieron, y siguen estando, cerca de mi vida. Con la correntada que desde mi niñez me traía asuntos a través de Splendid, El Mundo, Excélsior, Belgrano, vía Julio Jorge Nelson, radioteatros, Fidel Pintos, a través del cine, el teatro, el Parque Retiro, el circo, las kermeses, a través de amigos y mis colecciones de revistas —“Cantaclaro”, “Patoruzú”, “El Alma Que Canta”, “Misterix”, “El Rayo Rojo”—, desde mi receptividad para lo popular, lo controvertido, lo indecoroso, lo fanatizante. Allí  Nicolás Olivari, el arrabal, su mística, la infancia descalza y bonaerense de mi progenitor sin haber concluido la escuela primaria, la fruición con la que él  descerrajaba apodos e inefables vocablos, vocablos que fui degustando en “La musa de la mala pata”, “El gato escaldado”, floripondios y recurrencias. Mi fascinación por lo mistongo y por lo sublime viene de lejos. Me fui consubstanciando con todo el siglo veinte. Con sus artistas, sus guerras mundiales, sus vaivenes políticos, sus avances  científicos y tecnológicos. Blanco de anécdotas, me encandilaban los amores berretas enloquecedores. Irrumpe Julio Huasi a través de revistas literarias, de sus primeros libros, una voz poética entrometida y desaliñada, como la de Olivari, que no sé por quién votaría pero lucía desesperanzado, mientras que Huasi era un militante comunista. Respecto de mi obra, estos versos de uno de los “Diez poemas sin poesía” (Olivari, 1938), ¿no ocupan algún lugar predisponente para ella?: “Muerto lo encontraron / en la letrina / y lo velaron / con estearina. // Media moneda / de luna quieta / iluminaba / su camiseta / toda de seda / y ensangrentada. // ¿Y los siguientes dos títulos de poemas de “Bandolor” (1965-1966), parte segunda de “Sangral América” (Huasi, 1971), no me habrán impregnado?: “tango final opus póstumo para bandoneón muy grave”, “pichuco ha tomado el bandoneón, abrazado al oscuro ángel armónico descienden a las tinieblas, suben con la luz, con el dolor, las teclas mueven las formas del dios, llueven pétalos de esmeralda, canta la creación, en el alma hay como un roce de lunas curdas, increíbles, mientras troilo agoniza entre gaviotas flamantes, argentinas”.


La Guacha: … en ese sentido recuerdo tu poema “Caballazo a la sombra”: “Me las vi con uno que más que como yo/ era en efecto yo/ viéndoselas conmigo”, que además me introduce para conversar sobre los poemas. ¿Quién es finalmente ese yo, actor principal de tus composiciones, que habita en cada uno de tus poemas?

Rolando: Explicitemos que el título del poema aludido es el de un poemario del sanjuanino Jorge Leonidas Escudero, y que mi texto ha sido generado a partir de  incursionar en ese libro. En cuanto a ese actor es uno que compone exposiciones, posiciones compositivas, desde su quién mortificado por adscripciones tempranas, respirando todavía aires desgraciados o sin gracia, dañado por afrentas, insomne, atontado, tonto, con máculas. Es uno que se restaña con la causticidad y desde el sondeo y que como en una de mis obras breves de teatro, desechada como tal pero restituida como prosa —“De incógnito” se llama e integra mi segundo volumen de narrativa—, sentado en un banquito retruca a sus proyecciones, deliroide va y viene en su cabezota, tórpido, observado, hilvanándose y deshilvanándose, especular, especulativo y especulado.


La Guacha: Pareciera ser que entre tanto decirse y desdecirse, el poeta Revagliatti nos fuera entregando un sí, que es un no, o viceversa. Y que ese deletrearse, al fin de cuentas, sea el propósito de tamaña empresa poética.

Rolando: ¿Qué añadir? Apenas, suplementariamente, y... sí.


La Guacha: ¿Estás escribiendo un nuevo poemario? ¿Los poemas que nos enviás son de ese futuro libro?

Rolando: No preveo nuevos poemarios. Sí socializar en soporte papel los cuatro —“Ojalá que te pise un tranvía llamado Deseo”, “Infamélica”, “Viene junto con”, “Habría de abrir”— que desde 2010 cuentan con excelentes ediciones-e debidas a Patricia Boero los tres primeros y a Melisa G. Benacot —con ilustraciones de tapa e interior de Andrés Casciani— el último. Dispongo de inéditos para ser incluidos en las próximas re-ediciones de algunos de mis libros. Los que les acerco, compañeros, se añadirán a la cuarta edición soporte papel —la primera apareció en 1999, la segunda, ampliada, en 2003, la tercera, corregida y ampliada, en 2006— de “Ripio”, la que aparecerá con análisis de Flavio Crescenzi y Rubén Vedovaldi. Con posterioridad editaré en soportes electrónicos, PDF y Flash, una segunda edición de “Ripio” que reemplazará en www.revagliatti.com.ar a la primera.


 La Guacha: Ya que lo has mencionado, en tu sitio web, además de todos tus libros y de los audios y videos directamente ligados a tu quehacer, estaría bueno que nos contaras qué más es posible hallar.

Rolando: Por ejemplo, Galerías Fotográficas en las que hay ya un alto número de fotos, ampliables, tomadas a poetas mientras participaban en los ciclos que coordiné, algunos con otros escritores, complementando las reseñas de cada uno de los ciclos. Por ejemplo videos, que cuentan con diseño y edición, es decir, no meramente subidas “como vienen” a la Red, de lecturas de los poetas Susana Szwarc, José Emilio Tallarico, Claudia Panno, Alicia Grinbank, Simón Esain, Florencia Abbate, Emmanuel Cassanese, Inés Manzano, César Bisso, Andi Nachon, Gerardo David Curiá, Silvia Mazar, Carlos Dariel, María Cristina Santiago, Ignacio Osorio, Lidia Rocha, Mario Kon, Marta Braier, Carlos Alberto Dávila, María Malusardi, Graciela Varela, Jorge Miguel Reyes, Susi Quinteros, Nancy Lamberto, Estela Kallay. Tengo pendientes unos cuántos más.


La Guacha: Por último, como lector, ¿qué opinión te merece la actualidad de la poesía argentina?

Rolando: Nada rebuscado lo que opino: en la actual poesía argentina, en toda la que se pergeña en la actualidad, acontece lo que siempre aconteció: muchos procuran producirla, a mi juicio, en vano, y lo que les sale son versos con los que no acceden a sus respectivas singularidades; muchos acceden a sus respectivas singularidades pero sin registrar ostensibles falencias en la ejecución; muchos obtienen eficaces ejecuciones en versos sueltos y en poemas constituidos por pocas palabras; y unos cuantos menos logran poemarios completos estimables o valiosos. No acuerdo con esas descalificadoras frases olímpicas que vengo oyendo y leyendo desde que era joven: Fulano “merecería ocupar un lugar en la sosa poesía argentina” (transcribo de una muy interesante revista de 2004). Sustituyamos “sosa” por otros adjetivos y nos quedará la generalizadora y llamativa contundencia de lo vacuo, de lo irresponsable.



*


Muestra poética de “Ripio”:



Inquiriendo



¿Qué tiene usted para decir
del muslo de esa rubia en la fotografía
que antecede a su poema publicado
en un blog de la Internet?

¿Qué tiene usted, en tanto autor, para opinar
(y no me lo imagino cuestionándolo)
sobre el muslo de esa rubia
desnuda en la fotografía
que orienta
o conduce hacia su poema publicado bilingüe
(castellano-euskera)
en un blog que se ofrece desde España
como revista de cultura?

El muslo ése
allí de una rubia
impuesta por el director de la revista
¿lo incita como a mí
lo compele al intento aprehensivo
de trasladar a la desnuda
con muslo y rubiedad
a otro poema?



*

¿Sirve la poesía en el tercer milenio?



¿Más en el tercer milenio
que en el segundo
que en el primero?

¿Sirvió en el primero?
¿Y en el segundo?

¿Sirvió a principios o a fines?
¿A proyecciones o a introyecciones?

¿Dudan de que sirviera
menos que la contabilidad
que la gastroenterología
que la compulsión coleccionista?

¿Los fastidia que más
 haya servido comer y dormir?
¿Los entristece que difiera en su alcance
respecto de la cuentística y el articulismo?

En servidumbre
la que más sirve al Amo
es la mera versificación

Milenio más o menos
nunca sirvió la poesía
para servirse chirle
y abundante.



*


Me garcó


Me garcó el poeta
invitado a leer
sus inéditos
textos en mi Ciclo
“El Parnaso de Balvanera”

En vano esperé en la fecha
del encuentro correspondiente
el cumplimiento en tiempo y forma
de su telefónico
contraído compromiso

Y así, defeccionando sin avisar
no contamos esa noche
con su Voz

Ni un e-mail
en los días subsiguientes
envió alegando…

lo que sea

Me garcó

en prosa

el poeta.



*

¿Y... cómo anda la poesía?



La poesía anda como la astrofísica
la buñuelística
la amparología

La poesía anda como el cuatrerismo
como las especializaciones
como las antípodas

La poesía anda como la Luna de Valencia
y es la valencia de esa luna
perfectible

la poesía.


*


Buenos Aires, septiembre de 2011








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