EL ENSAYO
El aviso en La Nación era escueto: Peralta,
Jacinto Emanuel QEPD. Falleció el 2.11.2015. Su familia y allegados ruegan una
oración en su memoria.
La mayoría de sus ex compañeros del equipo Las Calas Rugby Club estaban
de traje negro, camisa blanca y corbata gris. Algunos aún tenían pegadas en la
solapa purpurina de algún casamiento con carnaval carioca. Es que ciertas
prendas ya se usan tan poco que no vale la pena gastar en tintorería. Y además,
hay más sepelios que casorios.
La manija de adelante la llevaba el hermano y las demás los amigos más
íntimos. A veces se desestabilizaba algo el féretro porque el rengo que lo
aguantaba de la parte posterior llevaba el paso un poco cambiado. La esposa
asistía desde el cielo; por esa costumbre de imponerse siempre, hasta se le
había adelantado en la partida. Sonreía, ahora ella también era viuda.
Un joven sacerdote rezó un responso en voz baja y en latín. Ni se lo
escuchaba ni se le entendía. Algunos
lloraban, otros permanecían serios y mirando el piso. Los adolescentes
revisaban el facebook en su celular. Los chicos corrían por entre las tumbas
tras una pelota ovalada, volteando cruces en cada scrum. Un anciano movía la
boca para disimular que había olvidado el Padre Nuestro. Otro longevo decía lo
de siempre: “todos seguiremos el mismo camino, pero prefiero estar entre los
últimos”.
Los teros se enojaban por la presencia de extraños en su territorio
exclusivo y las abejas porque no podían
libar las margaritas de los floreros.
Corrieron la alfombra verde y el cajón empezó a descender rodeado de un
silencio que hablaba. Algunos se acercaron a tirar terrones de tierra. Otros
prefirieron no embarrarse los mocasines relucientes. Un apesadumbrado y curioso
corto de vista, casi se cae adentro de la fosa.
Comenzaron a retirarse de a poco con comentarios propios de afligidos y
abrumados…”Qué lindo está el césped, da ganas de hacer un seven de
veteranos”…”¿A qué hora juegan los Pumas?”…”A mí la tristeza me abre el
apetito, paremos en una parrilla de la Panamericana”…
El empleado de la cochería repartía tarjetas con el número de la parcela,
por si algún despistado traía en el futuro un ramo de gladiolos y se lo dejaba
por desconocimiento a otro sepultado que descansaba a quinientos metros de
Jacinto. Aunque difícil que ocurriera, porque ya nadie pierde diez minutos del
fin de semana en un cementerio.
Felipe Murguiondo se había enterado tarde de la desgracia. Llegó
corriendo a la puerta del Memorial para no perderse la ceremonia y le llamó la
atención ver a una persona junto a la ligustrina, encaramada en una escalera
tijera, con largavistas, cámara filmadora y anotador. La curiosidad pudo más
que el compromiso con el finado amigo y se acercó al extraño.
No lo podía creer. -¿Qué hacés Jacinto –gritó entre sorprendido y
horrorizado - no eras vos el muerto? O me pasaron mal el dato o esto es una joda…
-Shhh…calláte bocón…algún día seguramente esto ocurrirá…pero por ahora
solo organicé un ensayo…
-¿Un ensayo de tu entierro?…qué te pasa loco…¿Y qué hay dentro del cajón?
-Bastante estopa y plomo, los de la funeraria me comprendieron. El que
tiene plata hace lo que quiere. Como buen obsesivo no deseo irme sin que todo salga como lo soñé…tomé nota de
los mínimos detalles para hacer cambios en los que no anduvieron…por ejemplo…no
se podrá venir con menores de edad y se prohibirán los celulares…al curita éste
hay que advertirle que compre un megáfono y recite las oraciones en español…ah…
y por favor decíle a los muchachos que la corbata tiene que llevar los colores
rojo y azul del club, la gris que la dejen para otro sepelio menos cool que el
mío.
uuuuuuuu que locura Luis, que ocurrente que sos, hacer este cuento, con ese final !!!! inimaginable, muy bueno!!!!
ResponderEliminarJosefina