domingo, 22 de enero de 2017

María Amelia Díaz-Argentina/Enero de 2017



Entrevista realizada por María Amelia Díaz a Rolando Revagliatti, publicada en la sección  “Confidencias de Escritores” de la Revista “Artes y Letras” (Nº 62, enero-febrero 2004), de Castelar, provincia de Buenos Aires, la Argentina.
Sumergidos hasta las barbas en este inicio de milenio que nos encuentra en medio de una crisis depresivo-económica, los argentinos somos, a contracorriente, chiflados por la cultura. ¿De qué otra manera definirnos cuando en medio de nuestra peor crisis económica florecen como nunca los centros culturales, las puestas en escena, los conciertos y las publicaciones escritas, por mencionar algunas de las actividades desarrolladas?
Inexplicable talento nacido de la adversidad que nos lleva a crear, tal es el caso de Rolando Revagliatti, nuestro entrevistado, poeta, cuentista, dramaturgo, coordinador de talleres literarios y ciclos de poesía, un trabajador de la cultura que continúa empujando allá donde otros bajarían los brazos.

 ¿Cuál es el impulso que te lleva a desarrollar todo este trabajo y qué esperás como respuesta?
 R. R.: Si te referís a la organización de los ciclos de lecturas públicas, puedo trasmitirte que algo —y sólo algo— que me impulsa es la posibilidad de leer yo, en cada reunión, poemas de otros autores; por ejemplo, de mis invitados, ya que a la mayoría los presento no sólo mentando las trayectorias, sino que dando a conocer algún texto breve. Y como muestra —y sólo muestra— del tipo de respuesta que procuro, cito lo concerniente a los índices de sociabilidad que acontecen tras los recitales. Los acercamientos, la calidez, la circulación.

 ¿Dónde y cuándo coordinás los ciclos de poesía y cómo se desarrollan?
 R. R.: El actual, el que está concluyendo junto con el 2003, en el Centro Cultural “Raíces” del barrio de Balvanera, en la ciudad de Buenos Aires, los lunes a las 19,30. Se llama “Homenajes”. Como especifico en la programación, en mi apertura, leo textos del autor homenajeado en cada encuentro, además de evocar aspectos de la obra. En ocasiones, los poetas invitados aluden al vínculo personal con dicho autor o su poética. El formato prevé una primera parte en la cual después de mi introducción, transcurre la Lectura Programada. Suelen ser cinco los invitados. Cuando culmina, un breve receso y se abre la instancia de la Lectura No Programada de textos presuntamente poéticos a cargo de los asistentes que así lo deseen. En esta ronda, informal, y de dos o tres textos por participante, a veces yo también comparto mis presuntos poemas.

 ¿Qué otros ciclos coordinaste?
 R. R.: “Debuté” en 1999 con otros dos escritores. Se llamó Ciclo de Poesía y Prosa Breve “Nicolás Olivari”. El 2001 fui el responsable general del Ciclo de Poesía “Julio Huasi”: 34 reuniones, 174 autores especialmente convocados y muchos otros que participaron en el Micrófono Abierto. También realizábamos mini-presentaciones de revistas literarias. Hacia fines de 2002, en “Raíces”, hice un Ciclo de Poesía —cinco reuniones— que se llamó “Luis Franco”. Y ya en el 2003 lo continuaron el “Carlos de la Púa”, el “Susana Thénon”, el “Horacio Pilar” (todos ellos insoslayables poetas argentinos), hasta desembocar en “Homenajes”. Preveo continuarlo el año que viene, aunque ya no habrá de llamarse “Homenajes”, denominación que no ha logrado satisfacerme.

 ¿Cómo y cuándo fue tu acercamiento a la literatura?
 R. R.: He sido un lector bastante precoz. En la infancia, radio y libros y revistas, cada día. Revistas de canciones, entre otras. Por lo tanto, de versos. En mi temprana adolescencia, las letras de canciones las generaba yo. Y supongo que, en simultánea, también redacté versificaciones que no aspiraban a la musicalización. Las poéticas gauchescas y lunfardas me entusiasmaban. Y ya de niño me lucía recitando. Mi primer éxito fue “arrollador”, en la escuela primaria.

 ¿Cuáles son tus temas preferidos? ¿Reconocés alguna influencia?
 R. R.: Los temas que se me imponen. Los que me prepotean. Los personajes que me oigo interpretar desde la palabra escrita; el erotismo espadeando —en clave humorística, etc.— con la decadencia y la extinción; el afán por desmarcarme de lo que sea que prepondere. Influenciado he sido hace mucho, como a tantos de mi generación les sucediera, por Pablo Neruda y Antonio Porchia. Por Samuel Beckett y Nicanor Parra. Por Nicolás Olivari y por César Fernández Moreno. Y la lista sigue.

 En tus poemas se advierte el gusto por el juego de palabras. ¿Qué papel le asignás a éstas?
 R. R.: Diría que las palabras (que me poseen) a través de mí se asignan el placer, y sobre todo, el desafío de jugarse.

 ¿Qué mirada tenés, desde ese lugar, sobre la poesía en particular y la literatura argentina actual?
 R. R.: Como siempre ha sucedido, están los que producen más de lo mismo, sin innovar, sin rebuscar en sí lo más propio y escondido, y los que procuran la trasmisión de lo que no saben que tienen o de lo que sólo oblicua, empantanada, vergonzantemente saben que tienen.
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