Alfredo Palacio: sus
respuestas y poemas
Entrevista realizada por
Rolando Revagliatti
Alfredo Palacio nació el 23 de diciembre de 1949 en Buenos
Aires, ciudad en la que reside, la Argentina. Fue incluido en antologías poéticas de
su país y del exterior y textos suyos han sido traducidos y publicados en
portugués, catalán y francés. Además de haber colaborado en revistas de soporte
papel, lo ha hecho en Sitios, blogs y revistas electrónicas de América y
Europa. En 2007 co-dirigió con Alicia Grinbank, Alberto Boco y Rolando
Revagliatti el Café Literario “Mirá Lo Que Quedó” en el Centro Cultural
“Raíces”. En ese mismo año se editó su poemario “Filamentos” (Ediciones
del Dock; Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores, filial Tafí
Viejo, provincia de Tucumán, 2009; Primer Premio a mejor libro editado entre
2005-2010, otorgado en Santa Rosa, capital de la provincia de La Pampa, 2010). Permanecen
inéditos “Segundos afuera” (2009) y “BluesEros” (2011; Primer
Premio en el 1º Concurso Internacional de Poesía Marosa Di Giorgio, en Salto,
Uruguay, 2013). Ha obtenido varios primeros premios y numerosas menciones en
certámenes nacionales y de Uruguay, México y España.
1 — Naciste en el barrio donde transcurrió la infancia de Roberto
Arlt.
AP — Nací en el barrio de Flores y allí residí hasta los veintitrés años.
Desde entonces, en diversos barrios (en la actualidad, en el de Colegiales), y
sin salirme de los límites de nuestra ciudad. Cursé estudios primarios y
secundarios en la escuela pública, universitarios de abogacía, abandonados, en
la universidad pública y en la privada, y estudios terciarios sobre temas de
banca, economía y administración de empresas en universidades privadas. Soy
consultor empresario, hace unos veinte años que trabajo por mi cuenta, tras
larga trayectoria en el sistema financiero y empresario.
Esperaba ansioso los extensos veranos de mi niñez para dar cuenta
serialmente de la recordada Colección Robin Hood: “Ivanhoe”, “El
príncipe valiente”, “Bomba”, “Los caballeros del Rey Arturo”,
“El último mohicano”, las novelas del italiano Emilio Salgari
(1862-1911), las que tenían a D’Artagnan como protagonista… Y es a los seis
años que empiezo mis estudios de inglés, los que continuaría hasta los
dieciocho: pura gramática inglesa e increíbles lecturas en ese idioma: Oscar
Wilde completo, John Steinbeck, William Shakespeare, Somerset Maughan, Pearl S.
Buck, J. D. Salinger, etc. Hasta que comenzó a decaer mi entusiasmo por la
lengua británica. Tuvimos la explosión de The Beatles y la movida de los ’60, y
allí me enfrasqué en interminables traducciones de las letras de los grupos de
rock. Tanto o más que la literatura en mi vida predomina la música (ejercí de
disc jockey). Gran parte de mi creación literaria se maridó a la par de Pink
Floyd, Joan Manuel Serrat, Bill Evans, Keith Jarrett, Silvio Rodríguez, John
Coltrane, Astor Piazzola, Dexter Gordon, Egberto Gismonti. Mis instrumentos
predilectos son el saxo tenor y el contrabajo. Respecto de mi máximo deseo,
Rolando, me reconozco como un músico frustrado.
Mis rudimentarios intentos de expresión poética se avizoran allá por mis
diecinueve años, con las clásicas versificaciones promovidas por mi primer amor
arrasador. Me doy a transitar la Generación Poética Española del ’27 (con
preferencia hacia Vicente Aleixandre, Luis Cernuda y Federico García Lorca),
Paul Eluard, Dylan Thomas, René Char, Jacques Prévert, Henri Michaux, Arthur
Rimbaud… Pero el impacto que me instó a vincularme intensa y definitivamente con
la poesía fue cuando descubro en una Feria del Libro, un pequeño volumen de
Monte Ávila, soberbia editorial de Venezuela, que contenía “Poesía vertical”
(de la primera a la quinta colección de esa dilatada propuesta) de Roberto
Juarroz (1925-1995). Aquello fue un descubrimiento sin retorno: perdura como mi
poeta favorito y por su obra me percibo influenciado. Potenciándose con Eluard
y Rimbaud más ciertos libros de Antonin Artaud, y tres locales y esenciales:
Joaquín Giannuzzi, Raúl Gustavo Aguirre, Edgar Bayley.
2 — Ya afiatado lector, ¿qué siguió sucediendo?
AP — En compañía de mi
amigo y hermano de vida, el poeta Alberto Boco, llego al taller que coordinaba
Mario Morales, maestro, disparador y ordenador a la vez, de todo ese material
que caóticamente venía abordando. Me lanzó a las poéticas de la Beat Generation:
Gregory Corso, Lawrence Ferlinghetti, Allen Ginsberg, así como a las de Ezra
Pound, T. S. Elliot, William Blake, Allen Tate, Hart Crane. Consubstanciado con
el ritmo y la musicalidad que hallé en la lengua inglesa, procuro acceder a mi
voz propia. En el taller conozco a quien fue convirtiéndose también en una
hermana de vida, la escritora Alicia Grinbank. Tras dos años con Morales,
Alicia, Alberto y yo hicimos taller durante un año con quien representa su
antítesis: el poeta y ensayista Santiago Kovadloff. Enriquecedoras ambas
incursiones. Y aunque después estuve casi doce meses sin trazar un verso en el
papel, asumí que había hallado lo que sin saber, intuitivamente, fui a buscar:
la síntesis, el peso del sustantivo, la moderación y cautela con la
adjetivación. De ahí en más, en solitario y permanente trabajo, generé una
estimable autoexigencia en la resolución de mis textos, desembocando en el
verso en general breve y preciso. En la última década advierto en mí además el
hálito de las poéticas de Juan García Gayo y Marcos Silber, y la de otros dos
que me impactaron por su poesía potente y descarnada: Miguel Ángel Bustos y
Jorge Boccanera.
3 — En muchas ocasiones, a lo largo de treinta años, participaste en
mesas de lectura, en ciclos de poesía,
en festivales. Escasas son las declaraciones de los escritores en cuanto a los
aspectos negativos o ingratos de numerosas de esas propuestas.
AP — En ese más que
extenso período de participar en la movida poética porteña (con algunas
incursiones leyendo en las ciudades de Junín, Rosario, Tucumán y Campana), leí
en ciclos por demás diversos, buenos, regulares y pésimos. Resaltando siempre
el empeño y buena voluntad de los organizadores, los hubo (y los hay aún) por
demás “multitudinarios” (en uno éramos once los invitados para leer…), donde a
los concurrentes se les debe producir no poco enjambre de voces, además de que
siendo tantos, cada invitado alcanza a leer un par de textos, o algunos más si
son muy breves, que para nada llegan a representar ni su voz ni su estilo. Es
como cuando en nuestra época de estudiantes secundarios abordábamos la historia
medieval con los resúmenes Lerú. En cuanto a lo ambiental, muchos reductos son
incómodos, sin un equipo de sonido que permita escuchar con claridad. Además
irrumpen los que, desempolvando su crecido ego, se toman por su cuenta el doble
o triple de minutos que sus colegas, así como están los coordinadores que
incurren en severos desniveles en cuanto a la calidad poética de los
especialmente invitados.
Un condimento que nunca apoyé es el
“micrófono abierto” (sabés que fue todo un tema cuando estábamos armando “Mirá
Lo Que Quedó”). Si bien admito que hay que dar oportunidades de leer a todos,
sucede que de repente en esa lectura hay un poeta, digamos, consagrado, y
algunos que “ejercen” el micrófono abierto casi aún no saben lo que es un
poema. Es una falta de respeto para el poeta en cuestión, y también para el principiante,
pues es inevitable compararlos, y hasta suele generar un trauma en el
principiante, al percatarse que él todavía ni arrancó en el oficio. Soy
partidario de mesas de lectura que no excedan de los tres poetas, e idealmente
dos. Eso permite que cada uno desarrolle el devenir de su obra y que quienes
los escuchan terminen conociéndolos medianamente.
4 — ¿A qué poetas destacarías por su forma de leer en público?
¿Coincidirías conmigo en que muchos boicotean sus presentaciones leyendo demasiado
bajo o resistiéndose a “apuntar” hacia el micrófono o poniéndose a buscar entre
papeles o entre libros de forma improvisada o dando explicaciones
insustanciales o…?
AP — Concuerdo
absolutamente con vos en eso de boicotear la propia lectura; abundan los que
así proceden. Y me inquietan aquellos/as que explican cada poema antes de
leerlo (en ese escenario, cualquier explicación es banal e insustancial).
También me exasperan los que empiezan a hurgar papeles (que nunca encuentran) y
esa lectura se transforma en una penosa y nerviosa espera por parte de quien
escucha. Cuando soy invitado a alguna lectura llevo preparado el material, y
otro alternativo (hoy está de moda decir “el plan B”), por si me otorgan unos
minutos más, o porque descubro, cuando estoy leyendo, que no prefiero lo que
seleccioné.
Por suerte hay muchos poetas a los que es (o ha sido) un placer
escuchar; citaré al voleo apenas un puñado: Leopoldo Castilla, Gerardo Lewin,
Beatriz Schaeffer Peña, Leonardo Martínez, Martín Andrade, Concepción Bertone,
Luis Benítez, Marion Berguenfeld, Héctor Miguel Ángeli. Tuve ocasión de
disfrutar lecturas de Antonio Gamoneda, Ángel González y Luis García Montero,
soberbios poetas españoles, como asimismo del chileno Gonzalo Rojas.
5 — Me informé, pero de un modo que no
llegó a darme idea de qué se trataba exactamente, que con Alicia Grinbank y
Alberto Boco has realizado u organizado lecturas y mesas de debate. ¿De qué se
ha tratado y en qué contextos?
AP — No exactamente
organizamos mesas de lectura, sí lecturas puntuales. Una de esas fue en el Café
“Bollini” cuando cumplimos sesenta años (somos los tres del ‘49), y que
llamamos “60 poemas y ninguna flor”. Boco y yo presentamos, en una librería de
Campana, nuestros libros “Riachuelo” (él) y “Filamentos” (yo) con
la participación de periodistas literarios de la zona, que derivó luego más que
a un debate, a una charla con los asistentes.
6 — ¿A qué traductores de habla inglesa valorás más?
AP — El mejor de todos, por su dominio de varios
idiomas además del inglés, ha sido Borges. Es notable el trabajo que ha hecho
Rodolfo Alonso, y destacable la tarea de Elizabeth Azcona Cranwell y Alberto
Girri. En cuanto a la traducción de la Generación Beat,
sin lugar a dudas, Marcelo Covián. También es buena la traducción del narrador
César Aira de la poesía de Allen Tate.
7 — Precede en la novena página de tu único poemario publicado: “FILAMENTOS
– ‘hilo en espiral que genera la temperatura en las lámparas incandescentes’ –
‘obra formada por hilos’ - ” ¿Proceso de escritura de “Filamentos”?
AP — No hubo proceso de
escritura de ese poemario. Llegado el momento de decidir su edición (y la
necesidad de publicar mi primer libro), seleccioné textos escritos entre 1984 y
2004. Tal vez, por la fecha de publicación y la data de los textos, no sean un
cabal reflejo de mi escritura al momento de publicarse, pero sí de mi propuesta
y voz propia.
8 — Dos poemarios están a la espera de socialización. El título del
que concluiste en 2009 remite al boxeo; el del que concluiste en 2011, a la música. ¿Proceso
de escritura de ambos…? Y, complementariamente, ¿en qué obra, formada acaso por
otros hilos, estás en los últimos años?
AP — Si bien el título “Segundos
afuera” remite al boxeo (orden del árbitro de un combate a los entrenadores
y asistentes que deberán bajar del ring antes de iniciarse la pelea), no
responde en mi caso a ese deporte: establecí su título por lo que supone el
contenido. “BluesEros” (así se escribe), está en la línea de la
sensualidad, no del erotismo, vinculado a relaciones con mujeres, y partió de
un poema incluido, “Baby Face”, el que hace referencia al blues, género musical
que disfruto por su tensión, dramatismo, oscuridad y pasión.
En los últimos años, y hoy día, ando enredado en los mismos hilos.
Adhiero a lo que una vez adujo Roberto Juarroz: “Un poema nunca se termina,
sólo se abandona”. Mantengo los mismos paisajes, vivencias, tramas,
involucramientos y decepciones que voy expresando desde diferentes miradas y
momentos. Morales alguna vez sostuvo que la única verdad es repetirse.
9 — El año pasado una escritora me dijo que jamás se le ocurriría
escribir una determinada palabra; y con anterioridad, en charlas informales oí
a otros escritores afirmando que detestaban tales y cuales vocablos y que no
los usarían. ¿Tenés los tuyos, que rechazás al punto de inferir que jamás los
escribirías?
AP — No registro
aversión por ninguna palabra; las hay que, aunque eventualmente desagradables,
pueden encontrar su lugar y hasta justificación de acuerdo al contexto del
poema. Respeto toda expresión poética, como también la absoluta libertad para
desplegar su lenguaje. Desde hace bastante tiempo el idioma se viene
degradando, y eso no deja de reflejarse en la poesía, más entre los más
jóvenes.
10 — Párrafo de la nouvelle “Prisión perpetua” de Ricardo Piglia: “No
hay nada tan abyecto, dijo Lucía, como la convivencia de un hombre y una mujer.
En teoría podemos comprender a una persona, pero en la práctica no la
soportamos. El matrimonio es una institución criminal. Con los lazos
matrimoniales siempre termina ahorcado alguno de los cónyuges. En eso reside el
sentido de la fórmula “hasta que la muerte nos separe”. El matrimonio: esa
institución: ¿cómo la ves?
AP — Incurrí en dos
matrimonios, el primero por siete años; el segundo, tras un paréntesis de
cinco, se extendió por diecinueve. Las experiencias dentro de esa “institución”
son muy personales como para ser tomadas en cuenta por otros. A una década ya
del último final, no incurriría en la experiencia, aunque no la objeto. La
fórmula “hasta que la muerte nos separe” quedó en desuso a partir del vértigo
de la vida actual. Por otra parte, no garantiza absolutamente nada, y mucho
menos que se sea feliz hasta que la parca los convoque juntos, a menos que sea
para abaratar costos…
11 — ¿Matizamos con un juego? Imaginemos la estructura posible de un
eventual texto literario: “No sabemos si sobrepasan los 500.000
esclavos…”, “No nos consta que hayan perecido 1.000.000 de…”, “Nos
resultan antojadizas las estimaciones que determinan que…”: ¿rellenarías,
completarías, proseguirías lo sugerido?
AP — En verdad, ni rellenaría
ni completaría ni proseguiría lo sugerido; no puedo allanarme a la proposición,
pues jamás sería tema de un poema mío. Por otra parte, no soy afecto a los
juegos.
12 — De “antepasados de la poesía visual” nos habla Raúl Gustavo Aguirre
en “Las poéticas del siglo XX”: “Se atribuye a Teócrito de
Siracusa (308-240 a.
C.), el creador de la poesía bucólica, una composición titulada “La siringa”,
que presenta la forma de este instrumento. Simias de Rodas (hacia 300 a. C) escribió poemas que
reproducen las figuras de un huevo, de un hacha de dos filos y de un par de
alas, con doce versos o ‘plumas’. Dosiadas (hacia 300 a. C.) es autor a su vez
de un “Altar” dedicado por Jasón a Palas Atenea, que es sin duda el más célebre
de los poemas visuales de la
Antigüedad. (…) Publio Optanciano Porfirio (hacia 324 d. C)
escribió numerosos poemas ‘figurativos’. Más tarde, Venancio Honorio
Clementiano (530-609) también contribuirá a este tipo de composiciones con sus
emblemas y laberintos. De Rabano Mauro, discípulo del célebre Alcuino,
conocemos veintinueve poemas con figuras y textos escritos en negro y rojo
superpuestos. Otro antecedente es el libro “Los fenómenos”, del poeta griego
Arantus, que ilustró Julius Hyginus en el siglo X.” También cita Aguirre al
inglés Stephen Hawes, que en 1509 en un libro incorporó un poema figurativo que
se hizo célebre y fue muy imitado. Francisco Rabelais (¿1494?-1553) en su “Gargantúa
y Pantagruel” introdujo un himno báquico con forma de botella. Y ya más
cercano, Stéphane Mallarmé. Los futuristas practicaron combinaciones
tipográficas. Y tenemos a Guillaume Apollinaire con su “Calligrammes”
(1918), a Tristan Tzara, a Vicente Huidobro, a Vladimir Maiakovsky. Y el
listado podría seguir con Ilia Zdánavich, Carlo Belloni, innovaciones visuales
en algunos poemas de César Vallejo, Paul Eluard, E. E. Cummings, Dylan Thomas,
Ezra Pound, Décio Pignatari, Augusto de Campos, Haroldo de Campos. ¿Qué te
sucede como lector, como “visualizador”, cómo repercute o ha repercutido en
alguna etapa?
AP — He abordado, con optimismo, un diez por ciento
de lo que informás a partir del libro de Aguirre. No discrimino, como lector,
los efectos que me produce la poesía. Si tiene ritmo, música, su tiempo y me
permite elaborar mis visiones, la adopto de inmediato y seguramente producirá
efectos en mí. Un gran amigo y poeta, José Emilio Tallarico, de los mejores
lectores de poesía que conozco, una vez, escuchando textos míos, dijo que mi
poesía eran “paisajes
mentales”: acaso
medianamente emparentada entonces con cierta visualización.
13 — En una de las últimas páginas de su “Salvo el crepúsculo”,
establece Julio Cortázar: “…agazaparse en la ironía, mirarse desde ahí sin
lástima, con un mínimo de piedad…”
¿Qué poetas o poemas donde impere la sátira, la insolencia, la
socarronería, la broma, la agudeza, la acrimonia, atinarías a destacar?
AP — No recuerdo poemas
de esas características. Aunque los hay notables, de los que podríamos llamar
“serios”, que contienen elevadas dosis de sátira o socarronería. En ese campo
incluyo a Gonzalo Rojas, en cuya obra se advierten algunas de esas premisas. Y
está dentro de una gran poesía.
14 — ¿Qué leés “por arriba”? ¿Qué leés “picoteando”? ¿Qué leés
trastabillando?
AP — Por arriba,
picoteando, leo libros de poesía en las librerías, para ver si tal autor o su
poesía pueden interesarme. Trastabillando no leo nada, es por demás incómodo, y
peligroso para mis averiadas rodillas.
15 — ¿Qué películas basadas en novelas, o eventualmente en biografías u
otros géneros literarios, recomendarías?
AP — En general las inglesas me parecen impecables
en su conjunto de adaptación, actuación y sobre todo en la puesta de época. Me
resultó muy potente la interpretación de Stephen Fry como protagonista del film
“Oscar Wilde”, increíble, como también la participación de Vanessa Redgrave.
Son excelentes las que he visto sobre novelas de las hermanas Brönte. Como
cinéfilo, siempre disfruté enormemente de los grandes directores y, en
especial, de actores y actrices británicos; por momentos siento que inventaron
la actuación, sea teatral o cinematográfica.
16 — ¿Personajes que te hubiera agradado
encarnar por un día o unas horas? ¿De qué escritores (de todos los tiempos) te
gustaría ser amigo o al menos tener una charla larga y tendida?
AP — No me hubiese gustado encarnar a
nadie ni por un día o unas horas, bastante trabajo he tenido, tengo y tendré
por el tiempo que me reste en ser yo mismo, y de encarnarme, claro. Con
respecto a escritores con los que me hubiera agradado charlar un buen rato en
algún bar porteño o de París: Cortázar, sin dudas. Me alucinan su mente
brillante y creatividad. Tuve la fortuna de compartir un par de encuentros
intensos con Roberto Juarroz y en menor medida con Ernesto Sábato, Antonio
Gamoneda, Mario Trejo, Francisco Madariaga, Edgar Bayley y Jorge Boccanera.
Acaso una cuenta pendiente para esa propuesta sería con Odysseas Elytis, el
mexicano Efraín Huerta, Joaquín Giannuzzi, Enrique Molina, Dylan Thomas. Y el
listado podría seguir.
17 — ¿Te recomponés rápida y
satisfactoriamente de situaciones que te confunden y desconciertan?
AP — Acontecieron más de las que
quisiera, y la posibilidad de recomponerme en forma rápida y satisfactoria
depende de la intensidad de la confusión y desconcierto que me produzcan. Lo
que más me afecta y me cuesta remontar es la traición.
18 — De una encuesta de www.mardulceeditora.com.ar adopto “la dulce pregunta… levemente
abyecta” (Daniel Guebel), que ahora te formulo: ¿contra qué escribís?
AP — No escribo absolutamente contra
nada, jamás lo hice. No es el camino de la poesía, de la mía, al menos.
19 — El 20 de junio de 2007 en nuestro café
literario, teniendo como invitada especial a la poeta María del Carmen Suárez,
leíste el texto —inédito en la Red—
que habiendo sido articulado con Alicia y Alberto, vos redactaste, y que
titularas “Evocación de Mario Morales”. ¿Lo damos a conocer?
AP — Sí, desde luego,
con pequeños retoques:
“Mario Morales nació en Pehuajó, provincia de Buenos Aires, en 1936 y
falleció en Buenos Aires el 29 de enero de 1987, a los 51 años. Fue
discípulo de Roberto Juarroz y Antonio Porchia, a quienes siempre reconoció
como sus maestros. Con Juarroz posteriormente desarrolló una amistad personal y
una estrecha conjunción poética que desembocó en la fundación de una relevante
revista, “Poesía=Poesía”, que produjo veinte números entre 1958 (un Morales de
apenas 22 años) hasta 1967. Escribieron un poema conjunto, “El otro
pensamiento”, el que lamentablemente no pudimos encontrar entre la
documentación revisada para esta ocasión.
Poeta de profusa formación literaria, filosófica y hasta religiosa
(Profesor de Filosofía y Pedagogía, dictó Literatura, Metafísica e Historia del
Arte), fue en los ‘80 un factor aglutinante de importantes voces poéticas con
quienes formó el que se conoce como grupo “Último Reino”: entre otros, Víctor
Redondo, Jorge Zunino, Daniel Chirom, Pablo Narral, Enrique Ivaldi, Roberto
Scrugli, Horacio Zabaljáuregui, María Julia de Ruschi Crespo.
Con anterioridad había integrado otros grupos, siendo el más relevante
“Nosferatu”, el que llegó a editar doce números de la revista del mismo nombre
entre 1972 y 1978. Mantuvo estrecha amistad con Edgar Bayley y Francisco
Madariaga, con quienes solían embarcarse en interminables veladas de letras,
vida y vino. Ha publicado entre 1958 y 1986, seis volúmenes de poesía: “Cartas
a mi sangre”, “Variaciones concretas”, “Plegarias o El eco de un
silencio”, “La canción de Occidente”, “La tierra, el hombre, el
cielo” (conformado por los poemarios “El polvo y el delirio”, “El
juglar de los ojos ciegos” y “La distancia infinita”), “En la
edad de la palabra”. Mantenía inéditos al menos otros siete libros escritos
entre 1962 y 1973 y un volumen de poemas comprensivo de su obra entre 1981 y
1985.
Para Mario, “La poesía es la casa del relámpago”. Como afirma
Daniel Chirom en una justa, extensa y relevante nota en la Revista “El Jabalí” (Nº 7,
1997), su poesía cumple lo que decía Morales en su último libro: “Persigamos
excesos”. Poesía inconformista, vital, áspera y refulgente a la vez, jugando
al filo del abismo con fragmentos de sangre y silencio, con ese gesto anónimo
que las hojas escriben al caer en la soledad o en la tierra. A mediados de los
‘70 emerge una de las cofradías poéticas más amalgamadas de la literatura
argentina: la del neoromanticismo. Declaraba, desde el inicio, su filiación con
el romanticismo alemán (Von Kleist, por ejemplo) y el surrealismo, tanto el
francés como el de su versión loca: el de los argentinos Enrique Molina
—fundamentalmente con su exquisito “Hotel Pájaro”— y Olga Orozco.
Nuestro paisaje político, como el del romanticismo o el de la mística,
era la noche; pero una noche sin alba ni trascendencia, como la de una cárcel.
Quizá la mayor noche de nuestra historia: la del Proceso de Reorganización Nacional,
eufemismo de la más cruel dictadura que haya asolado a este país. Noche y
desaparición de la democracia, de los derechos, de la verdad; desaparición de
vidas y junto a ellas, miles de sueños. La poesía, su lenguaje, buscó la otra
noche, otro reino, no como evasión, sino como salvación lírica, como habitar
poético, diría Hölderlin, aunque el habitar haya sido un destierro abrazado.
Eran años tan negros que buscar la belleza era una rebelión, era encender la
noche.
“Último Reino” aparece en octubre de 1979 y fue el encuentro, amalgama,
fusión, síntesis entre dos grupos: “Nosferatu”, congregado en torno a Morales,
y “El Sonido y La Furia”,
que incluía a Víctor Redondo y Susana Villalba, entre otros poetas afines al
planteo neoromántico que antes los había reunido en el intento de resistir el
avance de la razón utilitaria, la razón instrumental, la desacralización. Más
que una estética, una crisis. Esa misma noche le dará a su poética un cierto
tono umbrío, un cierto hermetismo, no complaciente de sí sino necesario.
Allí no reinan los límites de la razón (que es
la razón de los límites), sino los claroscuros de la profundidad, la penumbra
de lo hondo, los bordes temblorosos de lo naciente. El mundo neoromántico fue
un recorte de sentido en la prosa de la realidad para “Último Reino”. En ella
no entraba lo que ya es sino lo que aspira a ser, lo que debe ser, no en el
sentido moral sino en el sentido imaginario: se trataba de crear y, sobre todo,
y como a priori, de imaginar: imaginar para elevar. La imaginación es en esta
estética la fuerza motriz, el poder para transfigurar la realidad. Encasillado
por muchos como fiel exponente del neoromanticismo (al igual que los
integrantes de “Último Reino”), coincidimos con
Daniel Chirom en que por Morales corren además el surrealismo y lo
beatnik (era admirador de Ferlinghetti, Corso, Kerouac, Ginsberg). El tono de
su poesía es exaltado y vertiginoso, oculta la atroz visión del mundo para
apoderarse mejor de ella. Y sus poemas se vuelven plegarias por la luz, porque
la vida es la gran nostalgia de Morales. Y como mago y poeta, se sabe ni
aquí ni allá, sino más acá y más allá. Y esa especie de ambigüedad la sintetiza
en fragmentos, como cuando puntualiza que “el terror y la belleza nos
salvarán”. Tiene la particularidad de no anular las oposiciones, sino de
agudizarlas. Su poesía contiene una gran ironía crítica en medio de estallidos,
excesos y manotazos desesperados.
Esa enjundiosa búsqueda, acaso inútil, se
refleja en su decir:
“entonces la soledad única,
la salvaje lujuria: ‘la plegaria del hueso’
en la niebla final de los orígenes”
o
“y hay un porvenir de flor brotando de su
propio color arrepentido.
Y hay un estallido
Ciego,
Y algo, y todo para nada.
Y desnudos.
Y despertar como una canción en el polvo.
Amén.”
o
“a veces,
cuando el silencio se da vuelta
y canta hasta despertar,
hasta cubrir de alas ese presagio de catástrofe
que tiembla como una penumbra en el fondo de
las últimas raíces.
A veces, solamente a veces,
el fondo de la vida hecho de piedra y soledad
y cicatrices de lluvia buscando su forma de
caer o permanecer
semejantes a un pensamiento abrazado
a su día y a su noche y a su edad
de relámpago, de flor unánime”.
o
“Pero, sobre todo, hay la noche:
esa caída en bloque, esa furia de témpanos, ese
paso hacia atrás
donde la memoria vacila y se hunde
vulnerada por un poema que sabe a olvidos y
resaca,
y a despertar en la niebla como el ala de un
pájaro en la soledad”.
Mario Morales es un poeta a quien aún se le debe una lectura en profundidad
y un reconocimiento a su trayectoria y valores poéticos, debido a una muy
marcada voz propia y a haber impreso con su sello una dirección diferente a la
poesía de los años ‘80. Probablemente su escasa pretensión de notoriedad y
figuración hayan contribuido al silencio con que se ha retribuido su enorme
aporte a la poesía de las ultimas décadas. Esta evocación pretende, al menos,
rescatarlo de ese podio invertido y generar la curiosidad de involucrarse en lo
que generó y en su producción poética, inexistente hoy aún en los anaqueles de
las amadas y casi extinguidas “librerías de viejo”. Quienes fuimos sus
discípulos y amigos nos arrogamos la fortuna de contar con su obra editada
completa.”
*
Alfredo Palacio
selecciona poemas de su autoría para acompañar esta entrevista:
NO SE SI ES PRUDENTE
dar a luz este poema.
Es que no habla de la noche
del amor ni de los barcos.
No habita ventanas
ni hunde sus pasos en el mar.
Carece de magia y silencio
sus labios nada besan
y ha perdido el tacto
en cualquier otra cintura.
Faltan el riesgo y la nostalgia
los bordes de
sal
la desmesura.
No tiene fuego
Furia
ni aún
el más común de los
lugares.
Olvidó el tabaco
los licores
cada
color que baja la escalera.
No hay pájaros ni asombro
azufre, sándalo o trinchera.
Si hasta el papel y los latidos
decidieron ausentarse.
No acuden el sexo y la memoria.
Frutas, música y corceles
no son su
fundamento.
Nada late
no hay esencia.
Y yo también
estoy en otra parte.
No sé si es prudente
dar a luz este poema.
(de “Filamentos”)
*
TAL VEZ YA NO QUEDE CLARIDAD SOBRE LA TIERRA
y el único porvenir sea
pasear nuestros difuntos.
Es posible que la noche confunda al poema
y apenas le deje una ventana
para sus ojos
vacíos.
También
que esto ya se haya dicho
y yo deba
marcharme
incompleto.
(de “Filamentos”)
*
A VECES LA VECINA
busca en mí otra mirada.
De aceite
vacío
o entrepierna.
Se arriesga al
tigre.
A veces la vecina
es otro territorio.
Luna menguante
sábana en espera
perfume para la ocasión.
A veces la vecina
es
tan
extranjera como yo.
Y caemos sin saberlo
del uno al diez
por la lengua
filosa del consorcio.
(de “Segundos afuera”, inédito)
*
ABRES UNA CAJA
y otra
y otra más.
Como muñecas rusas
o un laberinto chino.
Parece sólo un juego.
Habrá que ver.
Entras y sales
pero no te quedas en ninguna.
Ninguna te retiene
ninguna toca tu esencia
no llega al fondo ni a tu lluvia
a tu penumbra más fiel.
Apenas un roce
un perfume que alienta
una seda amarilla
con su labio a los costados.
Abres una caja
y no está
llena de
sorpresas.
(de “Segundos afuera”, inédito)
*
BABY FACE
machaca el blues
en la penumbra y sus
alcoholes.
Baby Face es un recuerdo
una estación perdida
en la urgencia de los
sueños.
Ella canta sin importar las consecuencias
este hueco en el alma
esta bruma que
arrasa.
Baby Face ya no te veré nunca
tu piel de menta no resbalará entre mis dedos
quedará entre todo lo que no fue.
Tu vino y
el mío
no contarán su historia.
Baby Face
sólo fuiste un intenso blues
que mezclo con tu rouge corrido y mi caída
con tus piernas y cada amarillo
con la noche que se estrelló sin aviso
sin piedad
sin nosotros.
(de “BluesEros”, inédito)
*
ELLA AVANZA EN PUNTAS DE PIE
sobre la fina cuerda en las alturas
sin trapecio ni red
ningún sostén si su paso
decide equivocarse.
Va erguida y triunfal
su bello pecho de proa
el cabello negro entre cintas rojas
sus labios dibujando un beso de fuego.
Yo oscuramente
especulo con algún error de cálculo
alguna vacilación
una caída que me permita
abandonar mis dados y el cuchillo
sostenerla entre mis brazos
ser su salvador casual
que nada pase a mayores.
Y luego del sobresalto
jugar con mi copa de vino entre sus piernas
que aún estarán temblando.
(de “BluesEros”, inédito)
*
Entrevista realizada a través del correo electrónico: en la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, Alfredo Palacio y
Rolando Revagliatti.
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