sábado, 24 de junio de 2017

Graciela Diana Pucci-Argentina/Junio de 2017



Buenos Aires, Septiembre de 2010

Hola papá:
Hace mucho tiempo que no hablamos y hoy, más que nunca, necesito que me escuches, como no me animo a ir a tu encuentro, decidí escribirte.
Desde que te fuiste todo se trastocó en mi vida, me ocurrieron cosas hermosas y otras terriblemente dolorosas que dejaron cadáveres en mi piel, y también en el alma, allí anidaron y de cuando en cuando renacen.
En todo este tiempo aprendí a callar mis alegrías y tristezas,  pues cada palabra mía era un motivo de discusión o mala interpretación, tanto callé que hoy este silencio me ahoga y aridece mis lágrimas.
Tus nietos crecieron a pesar del caos, y cada uno ha hecho su camino. Cynthia se recibió de profesora hace apenas unos días, pero en el camino hacia ese título quedaron varios kilos y hoy su delgadez me preocupa, vos y yo, papá, sabemos que ese fantasma siempre la acosó. Pablo está trabajando en lo que le gusta, seguramente recordarás que desde muy chico pasaba horas frente a la computadora, está empleado en una importante empresa y también tiene nueva pareja. Y Hernán está estudiando música y trabajando, hace ya un tiempo tiene novia, son muy jóvenes, pero se los ve tan bien juntos que eso me causa mucha alegría.
Mamá está bien, sigue con su carácter inmanejable, que vos bien conocés, creo que ese fue el principal motivo por el cual apresuraste tu decisión de partir. Qué vacío enorme me dejaste, papá. Me cuesta acostumbrarme a tu no presencia, los días posteriores a tu partida me parecía verte sentado en el sillón junto a la estufa, siempre tenías frío, ¿te acordás cómo  rezongaba  mamá por la montaña de frazadas que ponías en la cama?, ahora es ella la que tiene frío, ¿será por tu ausencia?, duerme bajo una tonelada de abrigo y con  bolsa de agua caliente. Ya ves papá, todo ha cambiado mucho, lo único que no cambia es el deseo enorme que tengo de verte.
Infinidad de veces pensé en ir a ese lugar donde estás ahora, pero no tuve el coraje para hacerlo, algún día volaré hacia allí y nos encontraremos; pero ahora sigo contándote sobre tus nietos: cuando Cynthia terminó su profesorado le hice una fiesta sorpresa, estuvo toda la familia, sólo faltabas vos, papá, y te extrañamos mucho, en el momento del brindis se hizo un silencio profundo y sentí que estabas allí con nosotros, compartiendo la alegría del título obtenido por tu nieta. Te percibí a mi lado, igual  que en aquellos meses posteriores a tu partida, cuando mi mundo comenzó a desmoronarse y los problemas se sumaban, yo te nombraba y la solución acudía a mis manos, era como una luz tenue que abría mi mente para sobrellevar el mal momento.
Así fueron pasando los días, meses y años durante los cuales aprendí a callar, pero ahora este silencio me pesa; vos y yo nos entendíamos sin demasiadas palabras, esas pocas que hoy no tengo y tanta falta me hacen.
Papá, me gustaría escucharte, y sé que aunque ya nunca regreses, una de estas noches te oiré susurrando en mi oído, sentiré que acomodarás mi frazada como cuando era una niña y dormiré tranquila.
Hoy se cumplen 5 años de tu muerte, y es en días como éste cuando más siento tu ausencia,  papá, por eso te escribo, sé que con los ojos de tu alma, que está dentro de la mía, leerás esta carta.
Te llevo en mi corazón.
Tu hija que te ama y extraña
                                                                  Sofía

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