sábado, 21 de octubre de 2017

Isidoro Gómez Montenegro-México/Octubre de 2017



En el cénit
.
Escribo en el azul longino del horizonte,
En combado cielo de gaviotas,
lees tu nombre…
escrito con letra quebradiza,
de arena blanca.
Carey, caparazón de tortugas
delgado hilo ambarino,
a punto de desaparecer.
Escurre agua entre la nada,
por cauce de luz navego
en ésta página en blanco imperfecto;
para no quedar
como mancha blanca en la memoria.
Temblamos de olvido;
devastan nuestras huellas cristales de piel.
Raza de aves traza simétrico vuelo,
dejan la tristeza olvidada… los años.
Horas pasadas… el río las lleva mar adentro.
Sonrisa estridente de pájaros
en terreno prohibido
obligados a reproducir el sonido de las olas.
Recorro con atención, ínsulas, ríos, cordilleras,
geografía trazada en mi cuerpo por tus dedos.
Apacentadas en lejanos tejados; diferentes estrellas.
El solsticio ayuda a cosechar trigales.
Pintar la luna quisiera y guardarla.
El insomnio hace presa de mí,
enormes telarañas
descubren recónditos lugares mutilados.
Luciérnaga fui en dos veranos falibles, antípodas,
de calor, esquirlas de fuego.
Caricias olvidadas,
colgadas en ristras tras la puerta.
Palabras estériles escritas en ésta página imperfecta.
Soy huésped de tu abrazo.
En tu regazo veo adelgazar el tiempo
en entrañas de sueños breves.
Con fuerza ato mi edad, la tuya.
Juntos envejeceremos Dios mediante.
Escribo en mis piernas olor a selva y lianas.
Tus dedos recorren mis vetas de madera seca.
Me arropo con tu nombre al acostarme.
¡No importa la vastedad evanescente de la vida;
así vendrá la paz¡


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