Sonia Rabinovich: sus respuestas y poemas
Entrevista realizada por Rolando Revagliatti
Sonia Rabinovich nació el 5 de marzo
de 1955 en Córdoba, donde reside —Barrio Villa Belgrano—, capital de la
provincia homónima, la Argentina. Es Profesora y Licenciada en Letras Modernas
(1975) por la Universidad Nacional de Córdoba. Desde 1984 coordina talleres de
creación literaria. Dictó seminarios sobre Julio Cortázar, Clarice Lispector,
Roberto Juarroz, Alejandra Pizarnik, Jorge Luis Borges. Participó en Congresos,
Festivales, Simposios efectuados en su país, así como en España y Estados
Unidos. En diarios y revistas nacionales —“La Voz del Interior”, “Alguien
Llama”…— y extranjeros —“Movimiento Actual” de México, “El Alambique” de
España, “Orizont Literar Contemporan” de Rumania—, y en antologías y volúmenes
compartidos, fueron difundidos sus poemas y ensayos. Fue traducida parcialmente
al rumano. Ha sido jurado en concursos de cuento y poesía. Entre 1989 y 2013
aparecieron sus poemarios “Palabra de
mujer”, “Poemas para conjurar el
miedo”, “Late Jerusalem” (con
pinturas de Carlos Alonso), “Versión
libre del paraíso” (2º Premio “Fundación Argentina para la Poesía” 1999), “Los nombres de la herida” (2º Premio
Concurso Nacional “Luis de Tejeda” 2002), “Escrito
en la espalda”, “La barca de las
especias” y “Mujeres rotas” (Mención
Concurso Nacional “Luis de Tejeda” 2011).
1 — Apuntando a nuestros lectores más
remotos, Sonia, ¿nos hablarías de tu ciudad (y de vos en ella), de aquella
capital de los sesentas y de los setentas? Además de residencial, ¿cómo es
Villa Belgrano?
SR — Córdoba es mi lugar en el mundo, más allá de haber nacido
acá; experimenté al volver de algunos viajes que no me gustaría vivir en otro
lado; lo digo puntualmente en un poema que fue escrito en una de esas ocasiones:
“Camino mapas y vuelvo desalmada/ a
buscar entre tus brazos/ calicanto y neón para el amparo // envuelvo mi
nostalgia en el infierno de árbol/ que es Saldán a esta hora de las ganas/ cuando
las arrugas del agua/ trepan el muslo templado de la piedra/ y seducen su
mítico cansancio // Me dejo llevar impresionista hasta Van Gogh/ pintando la
hojarasca en jarrones de sueños/ por las siestas junto a Villa Belgrano/… Cómo
saber por qué todo me llama/ si es una plaza un cielo una cañada/ con un hilo
de voz como la mía/…”
Dentro de
la misma capital de la provincia me mudé de casa varias veces, sin embargo me
siento perteneciente a Villa Cabrera, barrio donde transcurrió mi infancia y
adolescencia, y al que llegué cuando era casi campo y donde ni siquiera el
ómnibus del jardín de infantes entraba. De aquella primera vida, dentro de
todas las que viví, recuerdo el río cerca y las incursiones por las siestas con
mis amigos, botella en mano buscando mojarritas, mientras los adultos dormían. La
felicidad de sentarme en el asiento secreto que se abría en la parte del baúl
de la voituré de mi abuelo.
De los
setentas te puedo contar de la Córdoba universitaria y rebelde, sobre todo en Filosofía
y Humanidades, donde cursé desde el ‘71 al ‘75, universidad por la que ganó el
nombre de “la docta”, con profesores de alto valor académico.
En Villa
Belgrano estoy viviendo hace poco; es residencial, pero a su vez está cerca de
centros comerciales y una avenida muy concurrida; un poco más alejada está la
zona que nombro en el poema de los arboles otoñales.
2 — En una oportunidad,
participando en el Encuentro Regional de Literatura organizado en 1983 por la
Secretaría de Cultura de tu provincia, presentaste una ponencia: “Miguel
Iriarte, el teatro cordobés en el contexto nacional”.
SR — En ese entonces era asidua concurrente al teatro que se
realizaba en la ciudad, y fui a ver todas las obras de Miguel Iriarte porque me
parecían por demás representativas de lo regional. Una de ellas se llamaba “San
Vicente Superstar”, aludiendo a un barrio típico y popular de la capital, al que
se lo denomina también la “república” de San Vicente, y a la hora de decidir
una ponencia —era la primera vez que me presentaba en un Congreso— se me
ocurrió entrevistarlo a Miguel Iriarte y hablar de nuestro teatro.
3 — Sobre la poética de Roberto Juarroz (1925-1995)
te has ocupado, acaso, principalmente. En el Tomo I de “El hispanismo al final del milenio”, aparecido en 1999, se incluye
un trabajo tuyo sobre él.
SR — A Juarroz tuve el privilegio de escucharlo por primera
vez en un Congreso en Buenos Aires, me lo había presentado el poeta Héctor Yánover
[1929-2003]; después de su lectura quedé atrapada, su poesía tiene que ver con
la filosofía, y sobre todo con la filosofía oriental de la que abrevé durante
muchos años y puse en práctica cuando cursé el profesorado de yoga y tuve
contactos con maestros de diversos lugares. Desde allí había tomado conocimiento
de la existencia de la cábala o kabalá, y me enamoré (al igual que Borges) de
pensar el valor que se le daba a la palabra, la potencia de sus signos. Tomé
contacto con la poeta y ensayista Laura Cerrato —su mujer—, confirmó mi
apreciación hablándome de las lecturas que ambos habían realizado, me envió un
material inédito sobre Juarroz y un cassette que él grabó —el poeta Antonio
Requeni también me había aportado un material riquísimo—. Fue una experiencia
maravillosa dictar un seminario en su honor y presentarlo como ponencia en dos
Congresos, aquí y en España.
4 — Tendrías treinta y un años cuando
integraste la comisión coordinadora de la primera Feria del Libro del Autor
Cordobés. ¿En qué aspectos considerás que ha ido evolucionando la Feria?
SR — Cuando me convocaron para integrar esa primera comisión, lo
hicieron desde un lugar de representación de los talleres literarios, como
coordinadora de uno de los pocos que en ese entonces funcionaban. Fue una
iniciativa de la Municipalidad de la Ciudad de Córdoba. Nos reunimos desde
distintas áreas de la cultura. Invitamos a las editoriales cordobesas. Fue
totalmente a pulmón; nos habían cedido un espacio céntrico y nosotros mismos
armamos las estanterías para ubicar los libros y algunos de los carteles
alusivos.
Si debo
compararla con la Feria del Libro actual, ya después de tantos años se amplió
no sólo en espacios alternativos, en temáticas diversas, sino que se transformó
en una Feria de librerías que contempla todo tipo de volúmenes, y de
actividades que incluyen autores del país y del exterior, en algunos casos
abarcando todos los géneros literarios, además de espectáculos
poético-musicales, narrativa oral, teatro para niños...
Es una alegría haber participado en lo que
fue el primer intento de un proyecto que pudo proseguir y ampliarse en las
sucesivas ediciones.
5 — “La Palabra Secreta” se llamaba el
programa que produjiste y condujiste en 1994 en LV2. ¿Cómo lo armabas? ¿A qué
autores entrevistaste?
SR — “La Palabra Secreta “ significó para mí mucho más que
un programa radial.
Sucedió que con motivo de la presentación de un libro me
llamaron para entrevistarme en un programa de la entonces LV2, y en el transcurso
de la charla se acercó el director de la emisora, se quedó hasta que concluyó y
me ofreció realizar un programa semanal con autores de Córdoba. El armado del
programa me demandaba toda la semana, porque leía la obra de cada autor (tanto
poetas como narradores) y los invitaba el domingo a la tarde a conversar sobre
la misma. La música que seleccionaba tenía que ver con el o los temas que se
iban a tocar. Recorría las editoriales requiriendo ejemplares para regalar, al
final de cada programa, a quienes llamaban por teléfono con preguntas para el
autor. Hasta que la radio cerró, cambió de espacio físico y yo comencé a
dedicarme más a la coordinación de talleres y el dictado de seminarios. Por
allí pasaron poetas como Susana Cabuchi, Aldo Parfeniuk, ensayistas y
narradores, María Paulinelli, Juan Coletti, Andrea Guiu, escritores de
literatura infantil como María Rosa Finchelman; también recuerdo haber dedicado
programas enteros para hacer homenajes a escritores como Julio Cortázar, con
textos leídos por el propio autor, música de jazz y escritos de otros autores
acerca él. Lo mismo sucedió con Borges, con Olga Orozco, con Alejandra Pizarnik...
6 — “AMIA in memorian” se
tituló la muestra de plástica y poesía en la que participaste en 1995.
SR — En ese año, dos artistas plásticos reconocidos en nuestro
medio, Edith Strahman y Gonzalo Vivián, habían pintado cuadros de gran formato
con motivo del atentado terrorista en la Asociación Mutual Israelita Argentina.
Convocaron a varios poetas para la muestra: Arnaldo Bordón y Susana Romano Sued,
entre otros. Los poemas fueron impresos en un tamaño considerable al lado de
cada obra. Luego se abocaron, a través del poeta Julio Castellanos y su
Editorial Argos, a la publicación de un volumen testimonial.
7 — ¿Seguís coordinando junto a Leonor
Mauvecín un ciclo de lectura de poesía y narrativa llamado “De Puño y Letra”?
SR — Ya no. Esos encuentros fueron consecuencia de un
ofrecimiento de una ex–integrante de mi taller que tenía la concesión del bar
de un hotel céntrico. Fue un ciclo que combinaba, además de lecturas de poesía
o cuentos breves: música y café. Estuvo fantástico, y con gran afluencia de
público.
8 — A través del Grupo
Editor Shalom, en 1997 aparece tu poemario “Late
Jerusalem” con pinturas del gran Carlos Alonso (1929). ¿No hay edición
electrónica?
SR — A poco de volver de un viaje a Israel, comencé a
garabatear aquello que distaba de ser la experiencia mística que yo había tenido,
como nos sucede cuando la palabra no alcanza (casi siempre) a decir lo que
queremos trasmitir. En una conversación telefónica le comenté esto a un poeta
amigo que me contó que Carlos Alonso recién volvía de un viaje a Israel y que
estaba pintando .
Al tiempo
lo llamé a Alonso para decirle que necesitaba ver cómo había pintado aquello
que yo había experimentado y escrito. Con una generosidad extraordinaria me
invitó a su atelier y me mostró cuadro por cuadro, enormes paisajes de arena
que desbordaban la tela, caminos y pasadizos de intenso colorido que provocaron
a la poesía apenas regresé a casa, de modo que ya tenía no sólo los poemas
escritos a Jerusalem, sino también los concernientes a Carlos Alonso y sus
cuadros. A partir de su lectura de mis textos surgió la idea del libro
conjunto. En el interín presenté en Córdoba un libro de la escritora Manuela
Fingueret. Ella leyó mis poemas y me puso en contacto con la Editorial Shalom
en Capital Federal. Y fue allí donde Alonso se ocupó personalmente de la diagramación
de la tapa junto a la editora. Lamentablemente no hay edición electrónica del
libro y sólo quedan algunos ejemplares dando vuelta.
9 — Puesto que, según
advierto, has sido incluida en, al menos, una antología de cuentos —“Bajo llave” (1994)—, incursionaste en
la narrativa. ¿Tenés algún volumen inédito de cuentos o relatos? ¿Y poemarios a
la espera de edición?
SR — “Bajo llave” se tituló así porque incluía cuentos de un grupo de
poetas, el grupo Aiquén, compuesto por Esther Ramondelli, Susana Lobo, Arnaldo
Bordón y Angélica Garay, cuentos que
nunca habíamos publicado y los
teníamos guardados. Además de los allí incorporados, hay otros, inéditos, de
distintas épocas. Ahora justamente estoy con un proyecto en narrativa, sin tiempo
ni obligación de escritura, una idea que ya veremos cómo se plasma.
En este
momento está en edición un volumen con mi obra reunida, proyecto que surgió de
la Sub-Secretaría de Cultura de la Provincia de Córdoba. Fue algo inesperado
para mí, un honor inmenso, porque ediciones anteriores, a modo de
reconocimiento a la trayectoria, les fueron otorgados a Alejandro Nicotra, Rodolfo
Godino y Julio Castellanos. En mi caso se incluirán los poemarios editados
entre 1989 y 2014 y dos libros inéditos. Cada uno de los diez que contiene la
obra reunida lleva un prólogo, los que fueron solicitados por el grupo de
cultura de la provincia a Silvia Barei, Raquel Garzón, Fernando Toledo, Alfredo
Lemon, Leonor Mauvecín, Leandro Calle, César Vargas, Marcela Rosales, Hugo
Rivella y Antonio Requeni, de altísima calidad literaria y profundidad crítica
todos ellos.
10 — ¿Damos a conocer ese grupo literario,
“Heptagonal”, al que pertenecés? ¿Quiénes lo integran o integraron, qué han ido
produciendo y socializando?
SR — “Heptagonal”, siete agónicos
poetas (como nos caracterizó al presentarnos una vez la Dra. Lila Perrén de
Velasco) que nos juntamos desde una admiración hacia la poesía del otro, Leonor
Mauvecín, Julio Castellanos, Alfredo Lemon, César Vargas, Liliana Levín,
Leandro Calle y yo (en su momento perteneció al grupo Rafael Velasco, que ahora
vive en Buenos Aires). De mucho café, lectura, vino y asado, surgió un libro
que incluye un CD con poemas leídos por cada uno de nosotros (el libro lleva
como título el mismo nombre que el grupo), y una carpeta de poesía, “Tema
Libre”, ilustrado bellamente en tapa con un árbol de la vida, de la plástica
cordobesa Hilda Zagaglia. El grupo participó en numerosas mesas de lectura en
la Feria del Libro de Córdoba.
11 — De una introducción de Jorge Dubatti a
la obra del dramaturgo Mauricio Kartun, transcribo: “Primero hay que fluir —sostuvo Kartun—, bajo la hipótesis narcisista y omnipotente de lo bien que lo hago.
Después, hay que corregir en estado de humillación. Trabajo siempre en ese
estado dialéctico entre el pavo real y la cucaracha.” ¿Algo que añadir a
esta contundente manifestación?
SR
— Tal vez escriba y corrija en ambos estados a la vez en la mayoría de los
casos. En realidad, prefiero pensar como cucaracha, por la posibilidad de que
algún verso o párrafo sobreviva a los cataclismos, y no como pavo real porque
entiendo que si miro mi vida tomando distancia y llego a vislumbrar la
ondulatoria geometría que me traslada de la vida a la muerte, sé que lo que
hago solo me ayuda a mí a fluir desde una fina grieta desde mi interior, en
éxtasis, y en éntasis cuando encuentro lugares internos, desconocidos hasta
entonces, y los puedo iluminar desde la palabra como autoconocimiento y reflexión
de nuestro ser en el mundo. La omnipotencia no me permitiría hacer mía, como lo
hago, una idea de Octavio Paz: “Para que
pueda ser he de ser otro, salir de mí, buscarme entre los otros, los otros que
no son si yo no existo, los otros que me dan plena existencia”. Lo
contrario sería la soberbia, propia de la inseguridad, que mira a los demás
desde arriba para sentir una importancia ficticia.
12 — ¿De qué universo surge “Mujeres rotas” y cuáles fueron las
imágenes generadoras?
SR
— Surge desde mi propio universo femenino, captando el dolor, la vida dolorosa
de algunas artistas (el libro comienza con un poema dedicado a Frida Khalo, Edith
Piaf y Clarice Lispector), para luego extenderse en forma más íntima a mujeres
dentro de mi universo personal, incursionando también en el árbol genealógico.
13 — ¿A dónde te llevan
“retractación”, “estipendio”, “ínfulas”, “inanición”, “aunados”, “desidia”?
SR
— Solamente “aunados” no necesitaremos utilizar ninguna de las otras palabras.
(Lo que no estaría demás sería un estipendio adecuado para aquellos que
ejercemos la docencia o participamos en la cultura, algunos de los cuales, a
futuro, podrían llegar hasta la inanición, física por supuesto, ya que la
espiritual se encuentra, en la mayoría de los casos, por demás nutrida.)
14 — En un artículo que hace ya unos
años escribió el poeta peruano Julio Ortega, declara: “Amo la luz de Garcilaso, la vehemencia de John Donne, el fuego apagado
de Baudelaire, el silabeo de Emily Dickinson”, y dos párrafos después
menciona “la visión de Wallace Stevens,
el arabesco de Zanzotto, el fulgor de Celan, el ardor de René Char, el paladeo
de Lezama”. ¿Cómo caracterizarías las poéticas de otros autores?
SR — La magia oracular
de Olga Orozco, la inanición transgresora de Pizarnik, la sumergida oriental de
Roberto Juarroz, la búsqueda mítica de Horacio Castillo, la honda soledad
intelectual de Borges, la dolorosa rebeldía de Glauce Baldovín, el humano
estallido de Whitman, la alucinada mordacidad de Allan Ginsberg, la poesía y el
poema en la savia del árbol de la vida de Octavio Paz, la desoladora heteronomía
de Pessoa, entre otros maestros del camino.
15 — ¿Por qué no preguntarle a
alguien que hasta donde yo sé no ha incursionado en la poesía experimental
(visual, electrónica, fonética), primero si efectivamente no lo ha intentado, y
segundo, qué opina?...
SR — No incursioné
en ella. Leí algo, como las iniciativas del llamado “Slam” en Estados Unidos o
bien algo de poesía minimalista, por no hablar de la vanguardia, que en su
momento fue experimental y de la que solo sobrevivieron como elementos creativos
los famosos manifiestos (puedo quedarme también con un poema de André Bretón
para ser justa conmigo misma).
En realidad, pienso que la poesía de
por sí es experimental (nunca acabamos de decir lo que queremos decir y
buscamos la forma más original de hacerlo para que diga más, y a su vez es
plurisignificativa en la mayoría de los casos, porque cada quién la lee desde
su propia captación del mundo).
16 — ¿Qué te indigna? ¿Qué, además de
indignarte, te enfurece?
SR — Me indigna todo
lo que es indigno del ser, la violencia en todas sus formas, la desigualdad, la
injusticia; la estupidez también me indigna, igual o más que todo lo anterior.
Cosas terribles suceden en este mundo por la estupidez, cosas irreparables por
la falta de conciencia y de crecimiento espiritual. Todo esto me enfurece
muchas veces, pero mayormente me produce impotencia. “Y qué hago yo aquí, soñando como Lennon sin bala …”, me pregunto
en el poema “Pero esto no era”:
Pero esto no era
“afuera está lloviendo en otro idioma”
Jorge Boccanera
Este
poema fue soñado.
Un
jazmín extendía sus pétalos
y
absorbía el olor a piel chamuscada.
Era
Londres. Era Madrid. Era Irak.
Era
Tel Aviv. Era Buenos Aires.
El
humo cubría las órbitas vendadas.
Por
las avenidas, falanges sueltas
tocaban
las vidrieras de Tiffany y Cartier.
El
planeta azul con su conciencia gris, ennegrecida.
No
hay sonidos.
Celulares
pegados a caras
con
bocas que se mueven.
¿Quién
puede mirar tu ojo
que
tiene una sola lágrima
donde
se refleja el horror?
¿Cuándo
fue mejor?
Había
otros trenes
que
desembocaban en alambres y chimeneas,
aviones
que terminaban en lago al fondo.
Perdón
Mallarmé, ¿Volver a las palabras de qué tribu?
Huí,
dobro, todo adjetivo mata.
La
idea es el invisible
donde
ajustar al hombre, su cama de Procusto,
y
los hombres son azules o verdes o violetas,
tienen
ramas y raíces
y
pájaros que les nacen
cuando
quieren ver más lejos y volver.
Y
qué hago yo aquí
soñando
como Lennon sin bala
desde
este margen, con un poder
que
no le sirve a nadie,
desde
esta palabra que nunca será esclava,
en
este mundo que desde hace cincuenta años
me
perfora el cerebro.
¿Seremos
lamidos por las fieras
en
el bosque de la ambición?
La
Gran Sacerdotisa
no
atina a leer el oráculo.
No
se disipan los fuegos.
Las
cenizas entraron en los ojos de los vivos.
El
jazmín del sueño crece al margen
y
sabe que nunca llegará al lugar del deicidio.
Pero
esto no era.
Si
digo, Gianuzzi, solo lo que veo,
muy
cerca, en un plasma a color,
una
lata roja de dos pisos
con
el techo abierto al cielo de la muerte
y
micrófonos que buscan
seres
humanos inexistentes.
Lejos,
imagino y no veo.
Dicen
cincuenta y cinco, dicen heridos.
Digo
Primavera Otoño Invierno
otra
vez primamuerte.
Una
sola digo y es suficiente.
Veo,
veo, Gianuzzi
pero
eso no es el poema.
Soluciones
individuales:
Gauguin
en la playa con las morenas
y
su edén personal.
Picasso
transformando amores
en
vaginas dentadas.
Una
caja con una oreja en un prostíbulo
y
un girasol en la tela.
Rimbaud
en África con melena de león.
Pessoa
plurificcional, heteroinfeliz,
multisolitario,
uninónimo y final.
Neruda
abrazándose a los mascarones de proa del living
cuando
Matilde se escondía detrás de la pared.
Los
cuerpos se mueven adentro de cánticos de alabanza.
Otros
cuerpos se mueven en canchas
donde
un nuevo hoyo es una nueva frontera.
Pero
esto no era.
Era
otra cosa, siempre es otra cosa.
Siempre
es lo que no se ve
y
es todo tan flor de cactus y arañita
que
desde este margen
te
aprieto la mano
sabiendo que Bradbury, Wells y Orwell
lo
veían sin pantalla
en
el margen de su imaginación.
Este
poema nunca fue soñado
porque
no es este.
El
dolor te llama en cada idioma,
te
llama por nombres que otros les pusieron.
Silencio,
silencio
este
margen llama a silencio.
17 — ¿Qué corrientes poéticas del
siglo XX te han parecido más interesantes? ¿En cuál de ellas consideras que se
inscribe tu tendencia?
SR — No creo en las
corrientes poéticas, no me interesan los “ismos”, solo me interesan los poetas
y propuestas poéticas que me movieron y me mueven el piso, las que me con-mocionan,
me emocionan con los temas, las palabras, el estilo, las imágenes que sustentan
esos poemas, en las ideas que les dan cuerpo y nos hacen tambalear los
esquemas, nos hacen temblar y desistir muchas veces de la propia escritura. Por
lo tanto me encantaría inscribirme en esas tendencias .
18 — ¿Cómo te parece que afrontás lo
que sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos o metas,
estar lejos de lo que para vos constituya el ideal?
SR
— No tengo metas o ideales a nivel profesional; estoy por demás agradecida por
el solo hecho de haberme sido permitida la palabra como un modo de recorrer el
camino, como una forma de religión posible, una mirada personal hacia el mundo al
que llegué causalmente y en el que fui golpeada por el dolor y reconfortada por
el goce. Eros y Tánatos de los que está compuesta la vida y traté de traducir
en la escritura.
19 — ¿Tu mundo onírico alimenta a
veces de manera directa tu forma de escribir?
SR
— Creo, siento, que mi poesía surge de experiencias concretas con el entorno,
con otros seres. Si, tal vez imaginando qué pueden haber sentido o
experimentado otros personajes, otras personas, en esos casos más que a la
emoción apelo a la creatividad. No, definitivamente no considero que lo onírico
haya influido en mi escritura.
*
Sonia
Rabinovich selecciona poemas de su autoría para acompañar esta entrevista:
Quién tocó tus
labios entre los hilvanes de la niebla
y
los untó con aceite de ciervo apuñalado en medio de la noche.
Quién
dice no importa más que esta palabra
que
te mece de frío a trópico de pasión a muerte.
Quién
dijo asomarse a la orilla del mundo, descubrir
quién
dijo descubrir la piel caída de costado
la
piel y carne viva al margen de todas las fronteras.
Quién
dijo eso es el hombre, solo eso es el hombre.
Quién
te tocó la boca y los dientes
para
que aprietes la palabra y la rompas sobre la hoja.
Quién
te sopló en el pecho y en los ojos
para
que con eso te sea suficiente.
(De “Los nombres de la herida”, 2002)
*
IV
Ella
no mira su cara,
sabe
que él escribe un mundo
porque
un haz luminoso se deslíe
sobre
la piel del hombro, la nuca
y
descorre lo inoportuno de un cabello.
Ella
está quieta,
respira
lento
teme
disipar el mantra
que
él repite, vértebra por vértebra
hasta
llegar a la cintura.
Nadie
sabe leer.
Analfabetos
en el paraíso.
(De “Escrito en la espalda”,
2005)
*
No puede
moverse,
teme
que las letras caigan,
que
las palabras se destiñan
con
la humedad,
que
resbalen y formen otro texto.
No
quiere moverse,
pero
escucha el reloj
y
escucha el viento
y
Heráclito y los mismos y no somos
y
no quiere moverse.
(De “Escrito en la espalda”,
2005)
*
Comíamos
ciruelas y damascos,
comíamos
semillas de zapallo tostadas,
de
girasol. Al sol, comíamos.
Eso
era todo y tanto,
el
gusto, el tacto y el olfato.
Sacralidad
olvidada.
Paraíso
en los labios.
(De “La barca de las especias”, 2011)
*
La taza contenía
el líquido
oscuro
y espeso
que
prometía un mundo.
Apenas
café turco, molido fino
con
una cucharada de azúcar negro
y
semillas de cardamomo en el hervor.
Apenas
un aroma que se esparce,
los
labios que se bañan en lo oscuro
y
nadie que sepa leer la borra.
La
borra, lo que se borra, nadie.
(De “La barca de las especias”, 2011)
*
Frida y Frida
Frida
te llamabas también
y
no era el patio de la casa azul
y
no pintabas tu retrato,
pero
Frida en el quiebre,
en
la silla de ruedas,
en
lo judío del padre.
No
te arrasó un tranvía
sino
un tren de seres hacinados.
No
era México,
era
el gueto excluyente de Varsovia.
Encorsetadas
Fridas
una
con hijos
deshilándose
en el vientre,
otra
enterrando nombres en el humo.
Frida
te llamabas.
No
hablaste más polaco,
no
alumbraste en shabat,
no
fuiste libre en pesaj
ni
perdonaste en kipur.
No
perdonaste.
Te
atravesó una vara
de
víscera a víscera como a ella,
la
otra Frida.
Te
fuiste con tu nombre
al
humo de otros nombres.
Te
fuiste de tu nombre.
Y
yo Kahlo en tus huesos
la
parte de mi sangre.
(De “Mujeres
rotas”, 2013)
*
Entrevista
realizada a través del correo electrónico: en las ciudades de Córdoba y Buenos
Aires, distantes entre sí unos 700 kilómetros, Sonia Rabinovich y Rolando
Revagliatti.
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