LA PÁGINA EN BLANCO
¿Sobre qué escribir? Enfrentar la
página en blanco para relatar una vivencia, es un reto que cuesta bastante
asumir. Lo importante es, que aquello que se cuente, sea interesante para quien
lo lee. ¡He ahí el dilema! En ese momento las neuronas empiezan a trabajar
aceleradamente y el computador mental, a la larga o la corta, te da la
información.
En
todos los años que un adulto mayor ha vivido, las anécdotas y vivencias son
muchas. Y es difícil elegir cual de ellas resultaría medianamente interesante
para un lector exigente. Como a veces es importante asumir estos pequeños
retos, he seleccionado una de las últimas anécdotas que viví y puedo contar.
Una prima me avisó que don Pedro
había fallecido, el apellido y la fecha, poco importan. Un señor encantador,
con marcados rasgos del Celeste Imperio (Japón), ya cabalgaba en los noventa
años y se sentía orgulloso de haber sido siempre, buen lector y autosuficiente
total.
Vivía con su hija mayor, pero
siempre contaba con la visita periódica de nietos y bisnietos, amén de
parientes y amigos, quienes gozaban de su charla matizada de recuerdos.
Generalmente escuchando música de su tiempo, tangos y boleros en discos de
vinilo, y leyendo cuanto libro caía en sus manos. Tenía una memoria prodigiosa,
podía relatar en orden cronológico, cada una de sus vivencias, sobre todo de
aquellos tiempos en que su familia sufrió la represión producto de la segunda
guerra mundial.
Su padre llegó a Chile desde Japón,
solo y con deseos de sobrevivir a como diera lugar. Sin equivalencias de estudios,
como muchos inmigrantes de su país, razón para, como la mayoría de sus
coterráneos se arriesgara a abrir un negocio de peluquería para caballeros,
donde cortaba el pelo y afeitaba, con esa técnica finita de los orientales; una
navaja bien afilada que cortaba un pelo al vuelo. Al poco tiempo de llegar se
casó con una joven, espigada y hermosa, hija de una familia del barrio donde
tenía su peluquería. La muchacha era mucho más alta que él, pero eso no fue
obstáculo para vivir años felices de matrimonio. Desgraciadamente, la felicidad
siempre es breve. Cuando su hijo mayor estaba en la universidad, en segundo o
tercer año de ingeniería, con un futuro que se advertía brillante, su madre, de
un día para otro, empezó a sentirse mal y cuando la vieron los doctores ya
tenía un cáncer inoperable.
La buena señora, antes de morir, le
pidió a una amiga y comadre que cuando ella partiera a mejor vida, se hiciera
cargo de su marido. Y eso sucedió, el marido y la comadre a los tres meses, sin
avisar a nadie, contrajeron nupcias.
Don Pedro, muy dolido, por lo que
consideró una deslealtad de su padre para con sus hijos, renunció a sus
estudios universitarios y se independizó totalmente, dejándolo liberado del
costo que significaba su carrera. De este nuevo matrimonio hubo otros tantos
hermanos. Para don Pedro, su padre y su nueva familia, por largos años estuvieron
en el olvido.
Sin título y con estudios que le
permitieran sólo trabajar en alguna oficina, se lanzó a la aventura. Llegó a
Valparaíso a una pensión donde recibían pasajeros. El esposo de la dueña de
casa, era hijo de alemanes, oriundos de la zona sur. El matrimonio tenía varias
hijas jóvenes y solteras, en las que primó el ascendiente germano: altas,
macizas, de pelo rubio y de tez blanca. Ni corto ni perezoso, enamoró a una de
ella y la pidió en matrimonio a sus padres.
Se casaron y de esta unión nacieron
dos hijos, que ahora lo sobreviven. Su vida la llevó sin complicaciones, pese a
que siempre fue asediado por las mujeres, por su físico atractivo y una sonrisa
conquistadora, que lo acompañó hasta el final. De manera que, su esposa
haciendo valer su carácter enérgico, como buena germana, las espantó como quien
corre moscas golosas.
Su sonrisa fue la que a mí también
me atrapó, por supuesto sin malas intensiones, lo encontré encantador y ello me
obligó visitarlo un par de veces, junto a mi pariente y una amiga. Poco tiempo
antes había fallecido su esposa, de una enfermedad que pronto la hizo llegar a
la tumba. Ya solitario en su casa, él se las arreglaba muy bien, mientras su
hija estaba en su trabajo. Hasta que también comenzó a perder habilidades y
pronto descubrieron que tenía una enfermedad que pronto lo llevaría a hacer
compañía a su dictatorial media naranja.
Un día me avisaron que don Pedro
tenía sus días contados, una dolencia mortal había hecho crisis, por este
motivo fuimos a visitarlo, como una forma de despedirnos de él mientras estaba
vivo.
Y aquí, ocurrió la anécdota. -¡Don
Sergio! ¿Cómo está usted? – Perdón, no me acuerdo de usted señorita. – Soy la
prima de Laura, la española - ¿Ah sí, ya recuerdo?... Estoy bien, ya me siento
mejor. Perdone que esté en cama. No sé porqué me tienen acostado.- Y su rostro
se iluminó con una amplia sonrisa.
Por consejo de mi prima, estuvimos
con el enfermo un tiempo breve, y luego nos invitaron a servirnos una bebida
caliente, acompañada de exquisiteces. En ese momento su hija nos contó, el
doctor le había diagnosticado que los días que le quedaban eran contados,
porque su cuerpo de cintura para abajo estaba imposible.
Una vez que llegó la enfermera
nocturna, nos retiramos, no sin antes despedirnos de don Pedro. Esta vez ya nos
reconocía. Y el diálogo fue el siguiente; - ¡Qué gusto que me visiten tantas
niñas buenas mozas! ¡Qué suerte tengo! – Don Pedro ojalá que cuando podamos
venir a verlo, ya esté sanito para que conversemos más. – Claro que sí. ¡Las
espero! - No pude evitar darle un beso en la mejilla que me supo a despedida,
pero de una despedida con sabor a duelo. Con mi dedo índice le hice la señal de
la cruz en la frente y me sentí gratificada al cumplir con este papel de
amistad. Ya sabía que don Pedro estaba lejos de los dolores gracias a los medicamentos
que le administraban con bastante frecuencia.
Cuatro días después, una llamada
telefónica nos anunció su partida, tranquilamente y en el sueño. Dicen que este
partir, sin dolores ni agitación, es la gracia que reciben las almas buenas.
Y
ésto me halaga, conocí a un hombre de alma buena, que me hizo observar
la vida con la esperanza de que a pesar de las tragedias que se escuchan en las
noticias, aún existen. No todo está perdido, aún quedan esas almas bondadosas y
las seguirá habiendo... Sólo que cuesta encontrarlas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario