viernes, 20 de julio de 2018

Gustavo Dufau/Julio de 2018


Los torturadores encuentran su dignidad
En el lado ciego de la tierra
En la cicatriz del árbol que calla
En la lluvia roja de una nube
En la ambigua
Serenidad de las leyes
En la pulcra
Exactitud de los magistrados
Se lavan las manos y asisten a los templos
Y saben catecismos y besan rosarios
Te miran a los ojos y no entienden
Cosas pequeñas
Que afligen a las gentes
Algunos dicen que no recuerdan
Los colores del grito
La transparencia
La verdad de la piel
En cada poro
Diminuto
Que se humilla
Y esas manos deshojan los periódicos
Llevan ramos de rosas en cada aniversario
Saludan otras manos las apretan
Acarician dulcemente
Cuando hay que acariciar
Y se despiertan beben café bendicen tostadas
Organizan largas caminatas lúdicas
Los cruzamos a diario
Y no los podemos
reconocer

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