UN
MADERO EN LA TORMENTA
Mirella había sido designada a
viajar a una Congregación religiosa en ultramar. Su desempeño brillante
significó que la enviaran a Borneo, para dirigir un orfelinato de infantes sin
familia. Aunque ella no contaba con esta importante designación, siendo una
religiosa tan novata dentro de su comunidad, sin embargo, su vocación no era
para trabajar con niños, porque no tenía mucha empatía con ellos, por haber
sido siempre la regalona de la familia. Pero como las designaciones no se podían objetar, hizo su
maleta para enfrentar su cometido.
Acodada en la cubierta del barco
debatía estos pensamientos que a veces la tenían muchas horas sin poder
conciliar el sueño. Mas, de pronto, vio a la distancia que el horizonte
cambiaba sus diversos azules en otros diferentes. El cielo era de un azul
intenso que poco a poco cambiaba de tonos, hasta llegar a un agitado oleaje con
una claridad extraña y en el medio de ésta, un madero que en un comienzo no
supo distinguir su forma. Largo tiempo estuvo observando la visión, hasta que
claramente vio flotando entre las olas una pesada cruz que se debatía entre las
furiosas olas que tan pronto la sumergían o la levantaban con una luz
blanquecina, como si se tratara de una persona a punto de ser tragada por el
océano.
En un primer instante pensó que se
trataba de un sueño. ¡Pero no! La visión
era clarísima. A su alrededor había calma, sin embargo, la visión la atraía
casi al punto de querer lanzarse a las aguas para aferrarse a ese madero.
Trató de serenarse y buscar en su
mente el motivo de tal visión. De pronto en su mente se alojó la pregunta. -¿Qué
significado podría tener? - Sintió una fuerte opresión en su pecho, mientras
sin poder evitarlo sintió una emoción que hizo de sus ojos un surtidor de lágrimas,
que sólo acabó cuando encontró lo que creyó una respuesta.
Reconoció su egoísmo, no quería
compartir con otros pequeños el cariño que le había brindado su familia siendo
niña. Solamente ella quería servir a Dios. Una voz en su alma le indicó que debía
trabajar ese defecto que ella misma desconocía.
Rezó unas oraciones que salieron de
su mente atormentada y se juró que desde ese momento en adelante, serviría al
Eterno, a través de esos pequeños que no tenían cariño de padres y sería para
ellos una verdadera madre y a través de ese afecto encontraría la paz y la
felicidad que andaba buscando cuando decidió ser religiosa.
Poco a poco la visión se fue
perdiendo en la neblina, hasta que desapareció totalmente y el mar volvió a
estar en calma, alumbrado por el brillante sol que enviaba sus reflejos hasta
donde ella estaba.
Cuando llegó a destino, la esperaban
un grupo de niños con ramos de flores, y en sus rostros la esperanza de que
aquella mujer vestida con hábitos, los quisiera y cuidara como una verdadera
madre. Los abrazó uno por uno y sintió una emoción nunca antes experimentada y
vio en los ojos de los pequeños que ella había cambiado misteriosamente, por
una visión que a nadie contaría, porque no era digna de crédito, solamente ella
sabría que hay mensajes que llegan en momentos impensados y mágicos.
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