La casa del conde
La casa del Conde Contaba mi abuela,
que hace muchos años en las afueras del pueblo dónde vivía, hubo una hermosa
mansión propiedad “de un tal Sr. Conde.” También cuenta la historia, que un día
llegó al lugar una mujer tan hermosa que el Conde, para su infortunio cayó
prendido en sus redes enamorándose perdidamente de ella. Se supo con el tiempo,
que la tan hermosa mujer, sólo ambicionaba riquezas y que además para conservar
su belleza al igual qué Dorian Grey de Oscar Wilde, también ella había vendido
su alma al Diablo. Un cierto día primero de noviembre (¿no les sugiere nada la
fecha?) el Sr. Conde, y la bella dama decidieron contraer matrimonio. Las
nupcials se celebraron con gran esplendor, pero la dicha duró poco: ya que a la
mañana siguiente de la boda, encontraron al pobre Conde tirado en un zanjón con
una gran cantidad de cuervos comiéndole los ojos. Al saberse lo ocurrido al
bueno del señor Conde, fue tal el terror que cundió entre los habitantes del
lugar y pueblos aledaños que nadie se atrevía a pisar ni tan siquiera a una
considerable distancia de la casa. Se decía que allí, por las noches, mil
espíritus malignos bailaban al compás ensordecedor del aullido de otros tantos
lobos haciendo incluso que temblaran las paredes, mientras que los murciélagos
dormían plácidamente colgados de magníficas lámparas. A partir de ahí, la casa
que en su tiempo fue la casa del Conde orgullo del pueblo, pasó a conocerse
como “La casa embrujada.” Pero... he te aquí, que un joven vecino incrédulo, y
por demás curioso, una noche se propuso ir a ver que tan cierta era toda esa
historia de brujería. Prismáticos en mano, hacia la casa embrujada se dirigió.
A través de la reja, no se veía nada, la maleza reinaba por doquier, cubriendo
todo lo que en un tiempo fueron hermosos jardines. Hasta ese momento nada hacía
suponer al audaz vecino cuán cara pagaría su curiosidad. La curiosidad mata al
gato, y según se contaba también debió matar al joven curioso. Un halo de
misterio envolvió la desaparición del joven, jamás encontraron su cuerpo, tan
sólo sus prismáticos aparecieron carbonizados al pie de la reja.
Yo visité varias veces ese pueblo pero siempre
rehusé toda invitación a visitar la casa del Conde. Ignoré aquello de “ver para
creer” Preferí creerlo antes que ir a verlo.
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