martes, 24 de noviembre de 2020

Tamara Villalba, 11 años-Argentina/Noviembre de 2020


 

                             UNA  MISIÓN  IMPORTANTE

 

Estaba mirando una serie en televisión. Cuando terminó cambié de canal y puse el noticiero. En ese preciso momento daban una noticia, que al escucharla se me hizo un nudo en la garganta. Me puse muy triste.

La noticia decía en letras destacadas:

 

UN PERRO FUE ENVENENADO EN EL BARRIO DE BELGRANO. LA DUEÑA ESTÁ DESESPERADA.

 

Apenas escuché esto llamé por celular a mi compañera de aventuras Celes. Ella ya estaba enterada porque lo habían dado en todos los canales.

Celes me contó que este año es el quinto caso de envenenamiento animal en la zona. No solo matan perros, también gatos y otros animalitos.

Acordamos encontrarnos en la plaza cerca de nuestras casas. Enseguida salí. Cuando llegué Celes estaba sentada en un árbol. Fui corriendo hacia ella y nos abrazamos.

Celes me dijo por qué no íbamos a la casa de los Holmes, quienes eran los dueños del perro envenenado.

Pero de pronto vi a la señora Holmes sentada en un banco de la plaza. Nos pareció raro porque siempre estaba con el marido.

Fuimos hacia ella,la saludamos y tratamos de consolarla porque lloraba y estaba muy triste.

Le preguntamos por el marido y nos contó que no lo veía desde que encontraron al perro envenenado. La señora no entendía por qué se había ido.

Nos despedimos y le comenté a Celes que me parecía raro lo que nos había dicho la señora Holmes.

Fue entonces que decidimos buscarlo. Primero fuimos al bar donde solíamos verlo.

Y allí estaba, tomando cerveza con un hombre que tenía una cicatriz desde la nariz hasta el mentón.

Celes lo reconoció y me dijo que era un mal tipo, había estado preso varias veces y que odiaba y asesinaba a los animales.

Me sorprendí ante lo que dijo Celes porque como el señor Holmes estaba con un hombre así.

Entramos al bar y nos dirigimos a la mesa donde estaban los dos hombres conversando. El de la cicatriz nos miró con cara de enojo como para darnos miedo.

Lo miré desafiándolo, como diciendo que no le tenía miedo.

Mientras Celes les sacaba una foto con el celular, yo le dije al señor Holmes por qué había matado a su perro.

-         No te metas en lo que no te importa, me contestó amenazante.

Mientras tanto, el de la cicatriz intentaba sacarle el celular a Celes.

Nos fuimos corriendo y ya en la calle subimos las fotos a las redes sociales, denunciándolo.

Cuando llegué a casa prendí la televisión y en un canal decía:

 

“Dos niñas encontraron al asesino del perro de Belgrano. Es el propio dueño y un tipo que ya lo había hecho otras veces”.

Estaba la foto de los dos y las nuestras también.

“Gracias a estas niñas los perros y otros animales, están libres de peligro”.

 

Los desgraciados fueron apresados.

Celes me llamó y las dos estábamos muy contentas por el logro.

Al otro día volvimos a la plaza para ver a la señora Holmes. Estaba sentada en el banco de siempre acompañada con un paseador de perros.

Nos abrazó y no se cansaba de agradecernos.

El paseador le iba a conseguir otro perro y nos pareció que los dos se entendían.

Celes y yo sonreimos y nos fuimos con la satisfacción de haber logrado nuestra misión.

La gente que nos veía por la plaza nos aplaudía y nosotras nos sentíamos orgullosas. Todos podían sacar sus mascotas a pasear, ya que no corrían peligro.

                      

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