viernes, 19 de febrero de 2021

Adriana Bernardini-Argentina/Febrero de 2021


 

Resiliencia

         Era otoño. Era su otoño. Caían las hojas de los árboles, y las del almanaque también. Llegaba el día D. Había pensado tanto en esa fecha. Entonces, para sí o por si acaso, disparó: “Si la cosa se complica, seré una rana pataleante.”

            Y así fue. Vino la noche y se hizo rana. Necesitaba esos resortes para dar batalla. Lo que seguramente ignoró es que no sería un anfibio eternamente, o, no sería sólo eso.

            Después de ese día, y de la primera batalla ganada, el cuerpo siguió mutando. Un caparazón habría transformado su esqueleto. Digo “habría” porque yo nunca lo vi y es difícil confirmarlo por medio del tacto; pero sin él, el homo sapiens hoy no sería invencible, no hubiese salido ileso, victorioso ante cada situación límite y adversa. En cuanto al rostro, permaneció humano. Desaparecieron las huellas de desesperación, de resistencia, y no sólo comenzó a transmitir serenidad, seguridad, sino que, además, rejuveneció y hasta se embelleció. La lengua se convirtió en herramienta fundamental. Fue sus pies, sus brazos y la mejor defensa.

Todo es misterio desde entonces para quienes estuvimos y estamos a su lado.

 

            Quien había sido mi único testigo sigue muy cerca. Sé que recuerda aquel momento cuando le comuniqué aquello. Pero ya ni pienso en ese día, para qué. Metafóricamente hablando, estoy de pie. Soy resiliente, sobreviviente. Le dije que sería una rana pataleante. Lo fui y lo soy. Dejo de serlo cuando el caparazón se activa y me convierten en escarabajo o en tortuga, según la ocasión. Digo: “Me convierten” porque creo que yo no tengo ese poder. Sí, cada vez que necesito, apelo a mi mente para ser batracio o zarigüeya.

            Pobre testigo, lo veo tan desorientado. Aunque afirmara que tengo caparazón, carece de pruebas concretas. Hoy tengo varios observadores. Hacen registros, filman, graban audios, pero todo sigue siendo incógnita para ellos.

            Cuando me convierto en zarigüeya, los sentidos de mi ángel vigilante se agudizan, y su ansiedad por develar el misterio se hace evidente. Aunque intuya el porqué de esta transformación, tal vez nunca tenga certezas.                                           

Sólo puedo decir que desde el día D, por diferentes motivos, tuve que recurrir a la mutación o a la tanatosis para seguir siendo un homo sapiens vivo en el Planeta Tierra.

Carolina Prudencia, o Carolina Prudencia Mieres Busnadiego suele llamarme la persona a quien más quiero. ¿Importa el dato? Soy resiliente, superviviente, y eso basta.

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