ÁNGEL DE LA GUARDA…GUARDA CON EL ÁNGEL
Ángel Monasterio, el monaguillo de la Parroquia de los Escasos Santos, creía fervientemente en el Ángel de la Guarda.
Estaba seguro que lo protegía de todas sus acciones, las buenas y las malas.
Los feligreses no pensaban igual.
Cuando en la misa dominical pasaban los niños con la canastilla para las ofrendas, las madres y padres siempre ponían su billete de cinco pesos de fuera de circulación y luego agregaban en voz baja…”Guarda con el Ángel”.
Los abuelos no ponían nada porque la jubilación no les alcanzaba y no hacían comentario alguno, porque en su larga vida habían conocidos a tantos buenos y malos, que no se arriesgaban ya a apostar quien era uno y quien era otro.
Pero Ángel continuaba siendo el preferido del padre Severino Habeses, que le encomendaba al monaguillo llevar la boleta del Quini a la esquina, comprar en el almacén el vino de misa y un tinto común y hacer el cambiazo antes de la ceremonia, poner los claveles frescos que traían las novias en el altar y distribuir en los bancos los de utilería que guardaban en el depósito y servían para cincuenta casamientos.
Por supuesto que de un Habeses así no podía surgir un Monasterio intachable.
Tampoco era para tanto lo que hacía el monaguillo, ocurre que su rostro de pícaro y bastante fachero no lo ayudaba a ser bien visto, pero en realidad él solo guiñaba el ojo a las quiceañeras que cantaban en el coro, trataba de arreglar citas con las solteronas que ocupaban el primer banco y en última instancia – a falta de respuesta de las anteriores – ayudaba a arrodillarse a alguna viudita joven con problemas de artritis. No era para tanto, lo que pasa que la gente siempre habla, a veces por envidia.
Pero la mayoría siempre se impone. Aunque decidan injusta y exageradamente. La Comisión de Damas Impolutas de la Parroquia lo denunció a la Policía de la Mujer.
Así fue que una tarde del 5 de noviembre, que Monasterio estaba sólo, llegó la Oficial Rosario Rapidanga. Le impuso a Ángel los detalles de la denuncia, un poco turbada por la pinta del monaguillo, y le dijo que el delito era excarcelable, pero que tenía que terminar con sus actitudes y no molestar a los feligreses femeninos. Que se conforme con hablar con su Ángel de la Guarda.
Y para finalizar le habló con sinceridad….”mire Ángel, usted sabe que la policía siempre está un poco floja de papeles, le voy a pedir un favor, aunque sé que no está dentro de los Sacramentos…yo tengo muchas cosas para confesarle al padre Severino, pero me da vergüenza…¿no podría confesarme usted, que tiene más acceso al confesionario?...
Monasterio confesó a Rapidanga un lunes 6 de noviembre. El confesionario parecía arder por todos los costados ante los comentarios de Rosario y la croqueta de Ángel.
En la Parroquia de los Escasos Santos, el sábado 11 de noviembre, se casaron en primeras nupcias Ángel y Rosario, con el padre Severino exultante, con claveles frescos y vino original para la misa de esponsales. Una guardia de seis agentes de la Seccional, vestidos de gala, le hicieron corredor a la entrada de los novios.
No había ni un feligrés. Y no por el Covid. Estaban masticando rabia en sus casas, menos las quinceañeras, que pedían a su Ángel de la Guarda, que ojalá trajeran otro monaguillo como Monasterio.
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