El proceso de nacer y morir es un trámite
que consume vida.
El tiempo es indiferente
a terrones de esperas,
a piedrazos de decepciones...
algunos fragmentos de felicidades que nunca
son suficientes.
Sin renuncias,
con vientos a contramano,
se desatan nudos de arena o cemento.
Un reloj indomable señala la sentencia, siempre, ineludible, impostergable.
Una azucena blanca se pone antigua...
inexcusablemente se marchita; toda ella se curva, como mi propia columna vertebral cansada de mucha vida; los pétalos se desprenden solos buscan
el descanso húmedo de la tierra.
Tomado del Grupo Literarte de Facebook
No hay comentarios:
Publicar un comentario