domingo, 22 de noviembre de 2009

Alicia Berruti-Loma Negro, Provincia de Buenos Aires, Argentina/Noviembre de 2009


El bastón del tiempo

Uno tranquilo, el otro testarudo, Don Alfredo y su fiel bastón de madera... caminando las calles de esta historia, no pocas veces tropezando el paso lento con la nada (nada que hacer con las baldosas rotas...); pero ni siquiera la nada ha logrado detener las huellas de ambos en el tiempo.
Hablando del tiempo que no se pronostica, desde el pasillo luminoso y quieto de la casa, todavía se huele el olor a pan fresco, hecho con levadura y paciencia infinitas, cortado por Don Alfredo en rebanadas milimétricas. Entre otros, todos buenos, ese era un hábito de otro mundo, un mundo donde el tiempo se aletargaba hasta caer rendido - desde la pared de la cocina -, en la ventana del pasillo. La edad de Don Alfredo era un misterio para todos nosotros.
-Lo único que sé -solía decir cuando se hablaba de los años -, es que mi bastón ya ha cumplido 37 otoños.
Incondicional, su bastón de madera, siempre apoyado a un borde de la mesa de la cocina, esperando los próximos pasos de Don Alfredo; el bastón era su confidencial compañero de caminatas.
Los andares eran otro buen hábito y ambos, Don Alfredo y su bastón, charlaban el paso sincronizado compartiendo sus pesares, lo que se dice una confesión irremediable entre buenos amigos.
Entonces el tiempo se escurría entre nosotros y el barrio, como los pasos de Don Alfredo y su bastón de madera, atravesando la eternidad a paso firme... eran un bastón, traje y sombrero, que desafiaban las veredas y calles. Una figura de la memoria que, aún hoy, arrebata la atención de nuestros ojos vecinos.
No hubo viento, lluvia o frío, capaces de negar una de aquellas caminatas, pero el tiempo siempre cumple con el destino de cada hombre. Los pasos de Don Alfredo comenzaron a gastarse y su bastón parecía mirarlo fijo, como rogando el próximo sostén para salir otra vez a caminar juntos.
-Levántese, Don Alfredo, haga un esfuerzo... -decía la voz silenciosa del bastón.
Don Alfredo, quieto en su silla, agachaba su cabeza y se recostaba en los últimos sueños.
Hoy día, el bastón de madera lo sigue esperando apoyado en un borde de la mesa de la cocina.
Y Don Alfredo, quiero creerlo, camina y camina lejos... charlando con un ángel en los días del cielo, donde los bastones sostienen el vuelo de los pájaros de nuestros sueños.

6 comentarios:

  1. Alicia: muy buen cuento con un desarrollo excelente. Estoy convencida que los objetos hablan, sobre todo cuando la vida los eligió para que un humano dependa de ellos.Un abrazo, Laura Beatriz Chiesa.

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  2. Me gustó tu relato, el tiempo que transcurre, el final poético. Un saludo desde Mar del Plata,

    Silvia Loustau

    www.silvialoustau.blogspot.com

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  3. Tato querida, hola.
    Festejo que tus historias sigan destacándose en el plano de la significación y más porque noto que, obra a obra, tu discurso mejora notablemente.
    Grande la Berruti :)
    A seguir escribiendo, eh.

    Abrazote y cuidate mucho.

    Juanca.

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  4. Muy lindo y emotivo. Nos encantó Ali,siempre sabés llegar al corazón con tus textos. Esperamos ansiosos la proxima publicación, con que hermosa historia nos sorprenderás...? Un beso.Cristina y Javier.

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  5. Alicia qué profundo relato.Me impactan "esos bastones sosteniendo el vuelo de los pájaros de nuestros sueños", cuántos bastones deambularán por ahí en esa función no?
    No tengo palabras Ali, sólo que no dejes de escribir nunca.
    Besote

    Viviana

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  6. Hermoso Ali, los objetos, los aromas, los lugares nos traen al presente a esas personas y vos lo contas tan bien. Hermoso relato, segui escribiendo.
    Abrazo Cecilia

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