jueves, 3 de diciembre de 2009

Juan Quiroga-Buenos Aires, Argentina/Diciembre de 2009



Tangos Etcétera

Ruiseñor que colgabas la fe de tu trino,
en la tarde.
¿Dónde estás que ya nunca he podido
encontrarte?
Recorrí con dolor la quietud del camino
sin hallarte.
¿Dónde está tu canción de ilusión y de amor?
¿Dónde está?
Mariposa de luz que agitaste mis noches
con tus alas.
Ya te habrás olvidado de huir de mis flores
sin hallarte.
¿Dónde están, mariposa, tus alas de luz?
¿Dónde están?

Homero Manzi


Mañana de neblina, caricia humectante de un viento casi insípido, como si el cielo gris tuviera una gotera que humedece hasta mis raíces.

Rutina diaria de caminar hasta la parada de colectivo, la misma hora, el mismo coche, mismo chofer, misma distancia y mismo tiempo.

Las luces, disolventes del grisáceo ocular, me dicen que mi colectivo se acerca.

Los retardados de siempre que corren a la parada y mi código de honor que aplico para dejar subir primero a damas y niños.

Cuando apoyo mi pie en el estribo, alcanzo a ver de reojo una figura que se acerca apresurada….

- Un momento chofer,,,, atiné a decir….

Me hice a un costado para permitirle subir, y fue allí que contemplé por primera vez sus ojos almendra miel, vivaces como serpentinas volátiles y su suave voz que me dijo “Gracias…”

Pensé entre mí, “Qué bonita….”

No quedaban asientos libres, así que me ubiqué bien al fondo y encendí mi reproductor de música, fueron sonando a mis oídos...

Canaro, Poema… Darienzo, La Cumparsita… Puegliese, Chiqué… Etcétera.

Así, entre Tangos Etcétera disfruté mi viaje diario… después el tren, el subte y finalmente la oficina con toda su tertulia.

Al día siguiente te reconocí entre el grupo de pasajeros y así todos los días de esa semana y la siguiente. Pasaste a ser parte de mi rutina.

Instintivamente deseaba verte y si no llegabas, dejaba ir uno o dos colectivos hasta que distinguía tu presencia. Luego, durante el pequeño viaje en colectivo, espiaba disimuladamente tu figura, matizando un momento ilusorio.

Volaba entre Tangos Etcétera, cuando sentí un sobresalto ocasionado por mi celular.

Era mi profesor de Tango, a quién tenía un poco abandonado.

Su academia Rosicler en las periferias de Castelar supo ser mi primer abrigo tanguero.

El problema era que las alumnas que tomaban clases no crecían en su aprendizaje, entonces todo me parecía muy rutinario, así que busqué otros horizontes por la Capital.

_Hola pibe…. Te llamaba para decirte que ha ingresado una nueva alumna y toma clases en el mismo horario que vos tenías, ella estaría encantada de compartir la clase con alguien que sepa un poco del tema, así que si querés venir serás bienvenido.

No sé porque, pero me sentí tentado y quedamos de encontrarnos al miércoles siguiente en el horario de siempre, 19 hs.

Toqué el timbre, que como siempre sonaba cuando quería. Por entre la cortina de la ventana del frente observé a Alfredo que me hacía señas de que pasara.

Así que traspuse saltando la pequeña reja y al llegar a la puerta ya me estaba abriendo.

_ Pibe... que gusto verte!!!…. Es una alegría que hayas venido, así practicas un poco….

Le conté que estaba yendo a la Confitería Ideal y que cada tanto me animaba a alguna tanda, pero siempre con gente conocida, ya que aún tenía miedo al papelón escénico.

En eso se escuchó el timbre…. Por lo que Alfredo me dijo…

_ Ahí llega tu nueva compañerita….

Al verla no fue difícil reconocer sus ojos almendra miel, vivaces como serpentinas volátiles y su suave vos que dijo “Buenas Tardes…”.

Nos presentó, y ahí supe que te llamabas Elena.

También me di cuenta que no me habías reconocido, por lo que no pude evitar una pequeña desilusión al pensar que siempre trataba de verte y espiarte, mientras yo pasaba desapercibido para ti.

Enseguida, Alfredo comenzó con su clase…

Sonaron Tangos Etcétera, para el primer abrazo y los primeros palpitares de tu corazón.

A las 9, un remise te pasó a buscar. Saludaste con una mueca de sonrisa y me diste la mano.

_ Qué te pareció esta chica? [Preguntó Alfredo….]

_ Genial, que te puedo decir… además de ser muy bonita, creo que va a aprender rápido.

_ Sí, tiene que aprender rápido, por que se casa dentro de un mes, y quiere bailar un tango con el suegro en su casamiento. Le quiere dar una sorpresa.

Recordé, que hay una milonga que se llama “La Puñalada”. Que lo parió, que golpe bajo.

Decidí que los próximos días debería viajar mas temprano, para no encontrarte y así mantener cierto anonimato mientras compartiéramos las clases de tango.

Las cuatro clases siguientes y finales, duraron un suspiro.

Aprendiste bastante bien y eso hizo subir un poco mi autoestima.

Tangos Etcétera sonaban cuando regalando sonrisas, dejaste tu tarjeta de casamiento y te despediste.

"Sábado 18 de Septiembre – Iglesia de Ituzaingó – 20 hs."

Apoyado desprolijamente en un banco de la Plaza, frente a la Iglesia de Ituzaingó, escuchaba Tangos Etcétera cuando ya eran casi las 9 de la noche.

Llegaste, hermosa… radiante, de blanco, con una sonrisa inigualable. Inmensamente feliz.

Posaste para una foto, y pude distinguir tu mirada en mi dirección. No puedo saber si me reconociste, o si realmente me miraste, pero sentí que por un par de segundos tus ojos se posaron en mí, como nunca lo habías hecho. Al instante, la muchedumbre de conocidos y amigos te ocultó y desapareciste para siempre.

Nunca más volví a verte, aunque deje pasar uno y otro colectivo.

Tangos Etcétera me recordaron tus ojos almendra miel, vivaces como serpentinas volátiles y tu voz, suave como silencios eternos.



1 comentario:

  1. Juan: una jugada del destino que duele, pero sirve para seguir recordando "esos ojos color miel". Un abrazo, Laura Beatriz Chiesa.

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