sábado, 20 de febrero de 2010

Esther Moro-Buenos Aires, Argentina/Febrero de 2010



LA TÚNICA


Había girado hacia otro lugar.

Eran otros soles los que jugaban a las sombras en esa tierra.

La luz sobre el paisaje desértico era inmensa, dolorosa e incompresible.

El trabajo iba a ser arduo, según le decía su experiencia en el l tiempo que había dejado atrás.

Alguien de hábitos resplandecientes y cicatrices de antiguos estigmas, le ofreció una túnica como la que él vestía.

Él creyó que había llegado despojado a ese lugar, pero al tocar la túnica supo que todos aquellos acontecimientos que él mismo había creado en la tierra del pequeño sol, se borrarían.

Arenas azules se desmoronaban desde laderas caleidoscópicas, semejantes al conocido mar, otras como inmensas moles de piedra movible, flexibles pero más pétreas que la dureza misma.

El otro sacó algo de entre su ropa

(Lo miró hasta el estremecimiento, ese rostro no le era desconocido) Y comenzó dibujar un camino.

Le ordenó que vistiera la túnica, le entregó algo parecido a una tiza,

“tu herramienta para seguir construyendo el camino” dijo sin palabras

Con sus dedos marcó señas en sus palmas y en su frente. Se estiro y eligió en el firmamento rosa, siete estrellas que comenzaron a girar a su alrededor, con el tiempo se fueron acomodando en su cuerpo, eran joyas multicolor y luminosas como brasas, de una hoguera recién encendida.

Lo tomó del pie derecho y lo hizo dar un paso y luego otro por el camino que había dibujado en la arena que ya no era tan azul.



2 comentarios:

  1. Hola Esther, muy bueno el cuento, muy sugestivo y sutil como su escritora, Felicitaciones!!! un besin, Alicia Balista.

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  2. ester,te felicito.leerlo fue como entrar a lo desconocido,a lo fascinante.como vos.impredecible.es muy misterioso y me gustoooooooo.guada

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